viernes, 24 de abril de 2020

Testimonio de una Niña Indigo



Tuve una infancia difícil. Mis padres se separaron cuando yo apenas tenía once meses y, como a muchos niños de mi generación, me tocó crecer en una familia rota. Pero aunque esta experiencia nunca es fácil, el no tener un padre no era lo que me hacía sentir diferente a los demás. Había algo que no me dejaba conectar ni encajar completamente con las reglas sociales.
Desde muy pequeña fui catalogada como niña problema. Solía confrontar a la autoridad –profesores, familiares e incluso a mi madre- y cuestionaba muchas de las reglas que limitaban mi vida. Hasta hoy tengo el vago recuerdo de sentir un enorme desprecio por la capacidad intelectual de mis pares; creía que los demás niños eran lentos, me negaba a dar las pruebas porque no estaban a mi altura. Obviamente esta actitud soberbia no fue comprendida, y mi pobre madre se llevó la peor parte.
Cuando los educadores tiraron la toalla, empezaron los estudios neurológicos y psicológicos. Que la niña tiene Petit Mal (una especie de epilepsia), qué podría presentar rasgos autistas, qué quizás tiene déficit atencional. Pero no. Resultó que mi coeficiente intelectual está por sobre la media, que no tengo ningún problema para memorizar o aprender excepto una porfía enorme y las pocas ganas de hacerlo. Así que me pasé toda la etapa escolar peleando con los libros, aburrida y con una madre dispuesta a ahorcarme en cualquier minuto.
Durante muchos años viví deprimida, sintiendo que algo no estaba bien. Hasta que hace dos años, por esas casualidades que la vida nos depara, llegué donde una terapeuta alternativa. Ya había escuchado hablar de los niños índigo y cristal, pero no tenía claro de qué se trataban, hasta que conocí a Isabel. Ella me demostró que nada en el mundo es al azar, que si bien todos nacemos con las mismas cualidades, existen seres que nacen más “despiertos”, es decir, con condiciones innatas que superan a la media. Me dijo que ella reconocía en mí a un niño índigo y que mi depresión era el resultado de mi lucha contra lo que bullía en mi interior.
Hoy no me parece extraño que la tarea de explicarles qué es un niño índigo haya recaído en mi. Me faltaría tiempo y espacio para contar las innumerables ocasiones donde este tema aparece sin motivo y sin conexión aparente. Sólo espero tener la lucidez suficiente para transmitirles la maravillosa experiencia que significa conectarnos con nuestra energía, en un momento donde el planeta completo se prepara para vivir uno de los más grandes cambios energéticos que ha vivido en su historia.

Nueva Escuela
Quizás el primer gran cambio que la era del índigo ha provocado es un reajuste en la forma de educar a nuestros niños. El método Montessori, concebido hace más de 100 años por la educadora italiana Maria Montessori, ha ido tomando fuerza en nuestro país desde hace un par de décadas, pero recién ahora la reforma educacional, y los mismos estudiantes, concuerdan que los principios de éste método mejoran sustancialmente el nivel de aprendizaje.
Realmente no se trata de nada complicado. La idea de Montessori es que los niños son como esponjas que absorben conocimiento en forma natural. El acto de aprender es tan natural en los niños como lo es gatear, por lo que los chicos deben ser estimulados para hacerlo en un ambiente libre y basado en el respeto. Esta educadora, que basó su método en observaciones científicas relacionadas con la capacidad de los niños, llegó a la conclusión que el educar no es sólo entregar las herramientas necesarias para el aprendizaje formal, sino ayudar a los niños a alcanzar su máximo potencial como seres humanos.
A partir de este método diferentes educadores y psicólogos han ido perfeccionando nuevas formas de enseñanza; todas basadas en la premisa que los niños tienen una tendencia natural por aprender y, que más que entregarles moldes preconcebidos, es necesario guiarlos para que alcancen su propio potencial.

Pequeños Profetas
Los niños índigo y cristal tienen más o menos las mismas capacidades. Lo que los diferencia es, sobre todo, su personalidad y la capacidad que tienen de relacionarse con su entorno. Mientras los cristales son introvertidos y muy pacíficos, los índigo suelen ser hiperactivos, extrovertidos y conflictivos.  Ambos logran el equilibrio, es un trabajo en equipo.
Aunque existen muchos detractores, sobre todo entre quienes están más alejados de la espiritualidad del hombre, las comunidades que trabajan con estos niños crece cada día más. En Chile se pueden encontrar un buen número de agrupaciones, siendo una de las más grandes y serias “Niños Índigo Chile” www.ninosindigochile.cl. En su página se puede encontrar información sobre cómo identificar a estos niños con ciertas características comunes.

Tanto los padres de niños índigo y cristal, como quienes han trabajado con ellos, creen firmemente que estos pequeños han venido para dar equilibrio al mundo.
Chile, y el mundo, vive momentos cruciales. En todas partes vemos cómo se generan cambios sociales, económicos y tecnológicos. Y en medio de ésta vorágine no es extraño que las nuevas generaciones reflejen esos cambios, incluyendo una mayor apertura espiritual. Lo que nos sorprende es que estos niños generan estos conocimientos de forma espontánea, enseñándonos a nosotros valiosas lecciones.
Eso, y más, es parte de la comunidad índigo y cristal. Niños, jóvenes y adultos, iguales a cualquiera de nosotros, pero que en alguna parte del camino lograron desarrollar una nueva y mejor forma de vivir. 


Extracto de un artículo de "El Ciudadano".
(Publicado con autorización)

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