El conocido axioma hermético de “como arriba es abajo; como abajo es arriba” define el uso de la analogía para comparar cosas de apariencia distinta pero que comparten un algo, una esencia. Usamos la analogía a diario en la terapia floral, porque relacionamos la energía de una flor, su esencia, con un estado físico, emocional o mental humano. Plantas y humanos no nos parecemos en lo externo, pero la analogía no busca parecidos físicos, sino sentidos profundos y a este nivel de profundidad el reino vegetal y el reino humano son partes distintas de un mismo Todo y por lo tanto a pesar de las diferencias siguen unas mismas leyes de expresión.
Si pensamos en la raíz de un vegetal, metida en la tierra, en la oscuridad, oculta a nuestra observación no podemos sino asociarla a esos aspectos también ocultos que se esconden en nuestro interior, de los que en determinadas ocasiones tenemos algún atisbo, pero de los que en la mayoría de las veces son como la sombra a nuestra espalda. El inconsciente, el subconsciente, nuestros antepasados y el pasado temporal en toda su posible extensión (¿karma?), son las raíces ocultas de nuestro ser, unas raíces que al tiempo que nos mantienen erguidos, también nos condicionan, para bien o para mal. Es ese punto ciego del retrovisor que nos trae sorpresas que no vemos hasta que ya están a nuestro lado.
Los humanos luchamos contra nuestras raíces, contra nuestras oscuridades y al hacerlo las reforzamos, les damos importancia, fijamos nuestras conciencias en ellas y las hacemos crecer. ¿Habéis visto alguna vez alguna planta luchar contra sus raíces? Las plantas aceptan sus raíces y la tierra en la que crecen, se abrazan a ella, se mecen en ella, absorben y se dejan absorber por ella, como la Madre que es y tratan de sacar lo que necesitan del sitio en el que les ha tocado vivir.
Si nos fijamos en los tallos o troncos de las plantas enseguida podemos percibir que suelen ser el centro del vegetal, siempre se trata de un eje a partir del cual se podrán desarrollar ramas, hojas, flores y frutos y un eje, por definición está en el centro. Y ¿qué parte de nuestro ser está en el centro? ¿qué parte nos permite relacionarnos con el mundo, idear y materializar nuestras ideas?. Esta parte, equivalente al tallo de los vegetales, es nuestra personalidad, una personalidad muy condicionada por la raíz, es decir por el pasado y lo inconsciente. Una personalidad que es el centro a partir del cual nos relacionamos con los demás, una personalidad que definirá el tipo de ideas que tengamos y la energía disponible para llegar a realizarlas.
Según como sea este centro serán nuestras creaciones. Un tallo rastrero, que apenas se levanta del suelo, como en Rock Rose definirá una personalidad paralizada por los miedos, muy atraída por la gravedad de lo oculto que condiciona su interior, ya que curiosamente dispone de raíces muy profundas. Un tallo muy liviano, como en Clematis, le permitirá ascender para tratar de recobrar su contacto con el “paraíso”, perdido en la encarnación. Un tallo oculto bajo tierra en forma de rizoma nos dirá que las personalidades Agrimony tienen mucho miedo a mostrar y están condicionadas por su subconsciente enormemente. Un tallo cuadrado, de tintes rojos y altamente ramificado hacia todos lados, como es el caso de Vervain nos hablará de personalidades rígidas, con mucha energía y con la tendencia a ocupar el espacio vital de sus semejantes. Así podríamos seguir con todas las flores de Bach y con todas las flores de otros sistemas de esencias florales. Con todas las plantas del mundo...
Y de repente nos acordamos que la naturaleza es verde, que los tallos a pesar de ser el centro del vegetal no son lo primero que vemos, que antes están las hojas que permiten el milagro de la fotosíntesis y la expulsión residual de un oxigeno vital para nuestros cuerpos. En las hojas se dan los intercambios de gases, la alquimia fotosintética y la refrigeración vegetal. Las hojas son la parte del vegetal que más intercambios con el mundo realiza y en esta analogía vegetal-humano sería el equivalente a nuestras relaciones con el mundo, aquello que tomamos del mundo y lo que damos al mundo y de nuevo no tiene que sorprendernos la enorme diversidad foliar que encontramos. Así tenemos hojas que pinchan en su margen, como en el caso de Holly, que nos dicen que no está de humor para relacionarse abiertamente y cuando lo hacen es con fuerza, hiriendo; o en el caso de Vine, que modifica una hoja y le da forma de zarcillo para adherirse a otras plantas, para poder seguir en su ascensión, igual que hacen dichas personalidades en sus relaciones; ascender, a menudo a costa de otros. O las hojas de Larch, que son caducas, y se caen en invierno como si pensara que no va a poder mantenerlas al llegar el frío y las dificultades y por tanto prefiere dejarlas caer antes de intentarlo, como hacen las personas en dicho estado con sus proyectos.
Ah, las flores,..., las flores son evidentemente algo muy especial, con sus estambres y sus pistilos. En las flores se da la máxima capacidad creativa del vegetal, tanto por las múltiples formas y colores que toman, como porque realmente en ellas se da la reproducción física. Así antes de la fecundación, antes de la entrada del grano de polen en el óvulo la energía potencial de creatividad es máxima y es entonces, según decía Bach, cuando debían prepararse los remedios. En ese momento sagrado la energía creativa llega a su culminación; es el momento último de dualidad antes que de nuevo se produzca la fusión de lo masculino y lo femenino en la semilla, constituyendo una nueva totalidad repleta de vida; un pequeño universo preparado para un nuevo “Big Bang” germinativo. Y los humanos, como le escuché decir al Dr. Jorge Carvajal en un congreso, “somos flor”, florecemos cuando pensamos, cuando fluyen nuestras ideas, cuando deseamos y por eso las esencias se preparan con las flores y no con las semillas o con las hojas o raíces.
La energía de creatividad propia de una especie vegetal resuena por simpatía con la energía de nuestras flores interiores, nuestras estructuras de pensamiento y los deseos que de ellas se forman y si las nuestras están en desarmonía, gracias a las flores vuelven a recordar sus notas y se van afinando por vibración armónica.
Y finalmente el fruto, que contiene las semillas, que son el nuevo ser en potencia y al tiempo la culminación del viejo ser. En nosotros, los frutos son aquellas ideas y proyectos (flores) que hemos alcanzado a materializar, lo que hemos llegado a hacer y también el cómo nos manifestamos en nuestro entorno, lo que dejamos en el. “Por sus frutos les conoceréis” decía Jesús y así es. Como el energético fruto de Wild Rose, que aporta vitamina C para reforzar nuestro cuerpo y nuestra mente y ayudarnos a salir de la apatía; o el venenoso de Holly, que acumula la ira en una baya roja que puede llegar a ser mortal si se consume en exceso; o las semillas de Impatiens que salen impacientes y a veces inmaduras por la precipitación de su expulsión; o las de Clematis que tienen una arista plumosa que las lleva a volar y volar lejos del suelo; o las de Agrimony, que tienen unos ganchos que se pegan al pelo de los animales y nos dicen que hay una gran necesidad de los demás para perpetuar su estado hiper-social y adictivo; o las manzanas de Crab Apple, que son altamente purificantes, pero que tiene unas semillas venenosas que muestran que el fruto de una acumulación de impurezas no puede ser sano.
Todas estas partes de la planta, al igual que las nuestras que les corresponden, son solo eso, partes, partes de un todo mayor; partes todas imprescindibles que en la planta se manifiestan en equilibrio, a menudo polar. Raíces, hojas, tallos y frutos manifiestan una parte de la polaridad (la que asociaríamos a aspectos negativos), mientras que las flores manifiestan la virtud opuesta. Al preparar esencias florales preparamos esencias de virtudes que permitirán a nuestro ser en desequilibrio recordar la virtud necesaria que al interiorizarse nos ayuda a evolucionar. Siempre centrándonos en la virtud y no en el defecto, como dejó escrito el Maestro Bach.
En resumen, la raíz la asociamos a lo inconsciente, al pasado y a la energía de la Tierra; el tallo a la personalidad; las hojas a las relaciones con el mundo; las flores a nuestras capacidades creativas a todos los niveles y los frutos a nuestra capacidad de concreción y materialización. A estas cinco relaciones entre planta y humano las llamo Código Primario y sirven para establecer un puente de comprensión entre el reino vegetal y el humano, para ir fraguando un diccionario que nos permita entender los vegetales, traducir sus expresiones de vida y de creatividad a un lenguaje humano. Después está el Código Secundario, que se fija en aspectos botánicos y ecológicos y el Código Terciario, que recoge toda la información que la humanidad ha descubierto de la especie vegetal en estudio. La suma de conocimientos de los tres códigos nos dan una aproximación bastante completa de los dones que una especie vegetal determinada puede ofrecernos a través de su esencia energética y podrían ser una pauta científica en la que puedan apoyarse los elaboradores de esencias florales junto con su propia capacidad de observación e intuición.
Título original: La signatura y los tres códigos para comprender los vegetales.
Autor: Jordi Cañellas, biólogo especializado en Botánica y Ecología, terapeuta floral y energético. Autor del libro “Cuaderno botánico de flores de Bach. Una guía científica para ver el alma de las plantas a partir de su signatura”. Editorial Integral-RBA. 2008. http://www.flobana.org/PDF/B2_TRES_CODIGOS.pdf
Para contactar con el autor: www.eljardidelesessencies.com