domingo, 1 de diciembre de 2013

Las Energías Femeninas, por Eduardo Grecco



Partimos de la certeza de que la Terapia Floral es una psicoterapia auxiliada con
esencias florales, ya que su objetivo no es prescribir remedios sino ayudar a que el
paciente conozca la causa real de su enfermar. Causas que se identifican con la
presencia de emociones sofocadas que desde la sombra retornan como síntomas,
como vínculos y como sueños. Emociones que hay que hacer aflorar a la conciencia
para sanarlas, ya que nada puede ser curado en ausencia y sin antes haberlo vivido
intensamente. Esto implica considerar, entonces, a la Terapia Floral no solo como un
arte clínico, sino también mayéutico, al mejor estilo Socrático.
Al decir que las emociones sofocadas vuelven como síntomas, sueños y vínculos,
estamos implicando que las emociones son la presencia del pasado en el presente, la
fuerza del ayer en el hoy. En suma: son un modo de recordar.
Lo que es emoción sofocada en la personalidad es herida esencial en el alma, y entre
estas dos estructuras existe una dinámica que hace que lo que cada uno reprima no
sea azaroso, sino que se relaciona con el tipo de lección que cada uno tiene que
aprender.
Al decir que las emociones son memoria, estoy afirmando que son la vuelta de antiguas
experiencias. Experiencias que no provienen de un único lugar, ni que están escritas en
un mismo libro, sino que sus fuentes son de tres ordenes: transpersonal, personal y
prepersonal.
Todas las emociones ponen de manifiesto que lo que no se aprende, lo que queda
pendiente, insiste. De modo que los síntomas, los sueños y los vínculos, que expresan
los afectos sofocados, son insistencias de un pasado sin resolver, marcas que pueden
provenir de mi biografía, de mi vida intrauterina o del universo transpersonal.
Estas cuestiones pendientes se expresan en emociones que se registran en el cuerpo,
que quedan guardadas en el cuerpo. 

Aquí vale la pena recordar, antes de continuar, que las relaciones pueden concluir pero los vínculos permanecen, y permanecen registrados en el cuerpo. De modo que el cuerpo recuerda lo que la conciencia quiere olvidar, el cuerpo revive lo que la conciencia quiere silenciar. Como se apreciará, todo parece reconducirnos al cuerpo. Y es que el cuerpo es el pivote de nuestra existencia, el instrumento de nuestra encarnadura. 
Volvamos atrás. Dentro de la memoria transpersonal conviene distinguir tres áreas:
aquélla que se genera a partir de vidas pasadas o memoria kármica, la arquetípica y la
constelar familiar.
Sobre la primera, merece un lugar especial el maravilloso trabajo que viene desplegando
el Dr. José Luis Cabouli, quien ha puesto en evidencia, en sus textos y en su enseñanza oral, el carácter constitutivo de las experiencias de otras vidas como cinceladoras de mucho de lo que hoy nos acontece. No hay espacio aquí para explayarse, pero recomiendo un acercamiento a la obra del Dr. Cabouli para comprender el valor de las emociones como reproducción de experiencias, como intentos de saldar el pasado.
Respecto a la memoria arquetípica, Jung fue bastante explícito en mostrar cómo esos
restos de experiencias colectivas construían patrones de la vida que reiteramos, al
punto que arquetipos y repetición forman una pareja mancomunada. El proceso de
individuación consiste, justamente, en desprenderse de esta fuerza de atracción que
nos ancla a emociones antiguas y colectivas. Su eficacia para condicionar la conducta
actual muestra cómo esa memoria está activa. 
Finalmente, la constelación familiar, el pasado familiar impregna toda nuestra vida. 
La conciencia de la identidad familiar es tan fuerte que los seres humanos somos capaces
de cualquier sacrificio, aún la enfermedad y la psicosis, con tal de no perderla y
pertenecer. Muchas veces nuestros síntomas, nuestros vínculos y nuestros sueños son
expresión de las deudas, fantasías, deseos, maldiciones y muchas otras cosas que
danzan en el inconsciente familiar.
Así, como el cuerpo es el pivote de la existencia, así como existir es coexistir, del
mismo modo la coexistencia es el pivote de la evolución. Y la matriz esencial donde
aprendemos, descubrimos y recordamos nuestros vínculos, es la familia. Los sueños,
los vínculos y los síntomas son en lo individual lo que los mitos, los arquetipos y los
ritos son en lo colectivo y el puente mediante el cual lo individual se hace presente en
lo colectivo, y lo colectivo en lo individual es la familia. Del mismo modo que las
emociones y los vínculos, la familia está en el cuerpo, es cuerpo.
En otro orden, tanto en lo colectivo como en lo individual y en lo familiar, siempre hay
una sombra que ignoramos y que pulsa por hacerse a luz. Son las heridas que cada
persona, cada sociedad y cada familia deben sanar, las lecciones que tienen que
aprender. Son heridas, pero también modos que tenemos de herir a los otros y
maneras que tenemos de curar. Así, cada familia está herida, posee una forma de herir
a sus integrantes y, al mismo tiempo, ofrece un camino de sanación posible. Todo esto,
circulando por mediación de los intercambios e interacciones que acontecen en una
familia.
En realidad lo que en una familia intercambia, tras la máscara de objetos, palabras,
síntomas y otras cosas más, es energía, y una de las energías que circula en la familia
es la femenina.
El mundo de las energías femeninas, tanto en lo individual como en lo familiar,
responde a cuatro estructuras básicas que representan, cada una de ellas, un patrón
ancestral arquetípico. Estas cuatro fuerzas se asocian, de a dos, en parejas que
guardan entre sí un antagonismo complementario.
La primera pareja está integrada por el arquetipo de la Madre y el de la Hetaira.
La Madre centra su accionar en el cuidar, proteger y nutrir a los demás, sin que le
importe mucho si estos necesitan o no de estas acciones. Se trata de Demeter, por
ejemplo, que rescata a su hija Core (Perséfone) de los brazos de Hades.
Esta energía proporciona seguridad, firmeza, estabilidad y sabiduría instintiva, pero
también puede devorar, poseer y destruir a sus hijos. Su función esta asociada al
proceso de comunicación inicial de la madre con el bebé y de ella derivan patologías
que se asocian con el sistema óseo, la piel, el sistema circulatorio y la variada gama de
padeceres de la obstrucción y el estancamiento. 
Hay aquí algunas flores interesantes que trabajan diferentes niveles de este arquetipo, como Chicory, Mariposa Lily, Lady´s Mantle y, en general, muchos de los lirios aportan a esta función interesantes caminos sanadores.
Por su parte la Hetaira, la opuesta al arquetipo Materno, es la amante y compañera
erótica. El encanto, la belleza y el misterio que despierta Afrodita pueden generar en el
hombre el deseo hacia su realización creativa, pero en su aspecto negativo puede
seducir para frustrar y así herir al hombre que espera de ella un compromiso para el
cual es incapaz de asumir. Flores como Hibiscus y Pomegranate dan cuenta del
trabajo de este arquetipo.
Lo común entre estos primeros arquetipos es que dirigen la energía hacia el afuera,
hacia las relaciones, y están conectados fuertemente con los aspectos instintivos de la
mujer. Llevan a la mujer a relacionarse, de modo lunar o venusino, con los hombres.
La otra pareja es el arquetipo de la Médium y de la Amazona, que dirigen las fuerzas
hacia la intimidad personal. La primera de ellas es la energía de la Médium, como Casandra o Medea. 
Se trata de una energía porosa, que facilita la recepción de los mensajes inconsciente de otras personas. Muy sensible a los sentimientos e ideas no manifiestos, como si poseyera un radar para capturar los mensajes de la sombra, parece alguien que vive en otro mundo,
poco práctico y que está concentrado más en el "ser" que en el "hacer". Sin embargo,
tiene un costado histérico que arrastra como un vendaval a relaciones emocionales
complejas y enredadas, llenas de tormento. Relaciones infecciosas tanto en lo anímico
como en lo físico. Pero bien aspectada, esta energía transforma a la mujer en alguien
muy capacitado para ayudar a los otros a sanar sus heridas y a crecer emocionalmente. Flores como Downy Avens y Glassy Hyacinth son buenas herramientas para armonizar este tipo de energía.
El último arquetipo es el de la Amazona, que representa el principio de la autosuficiencia. Su placer está en la independencia y la reserva, en expresar sus talentos y capacidades como logros exclusivamente personales. Su relación con los hombres puede ser de rivalidad, de cooperación o de enfrentamiento, pero depender de un hombre es inconcebible para ella. Le importa la actividad práctica y el triunfo en el mundo y es una personalidad por derecho propio: su sentimiento de identidad no deriva de las personas que dependen de ella o con quienes se relaciona.
Su lado oscuro puede llevar a una mujer presa de este arquetipo a ser arrogante,
dominante, desdeñosa, castradora y solitaria. Es la imagen de Artemis: orgullosamente
soltera y completa consigo misma, que en su sombra incluye una agresividad
destructiva hacia los hombres y el principio masculino, avidez de poder, obsesión por la
autosuficiencia, hasta el punto de ser incapaz de relacionarse con los hombres, y a
partir de ello, en ocasiones, llegar a la esterilidad emocional y también la física.
Por otra parte, la Amazona es el arquetipo de lo femenino heroico y se encuentra en la
sombra de toda tímida ninfa, etérea y medíúnica hija de papá. Si la mujer no llega a
relacionarse amorosamente con el principio masculino, tanto en lo interior como en lo
exterior, el resultado es su mutilación emocional y la infertilidad. Como la mujer
amazona tiene la natural tendencia a rechazar los instintos femeninos por temor a que
éstos la supediten a un hombre, su sexualidad puede permanecer latente o bien
convertirse en un impulso obsesivo utilizado para fines no de placer sino de poder. De
cualquier modo, una mujer amazona mal aspectada ve a los hombres como enemigos
a quienes hay que conquistar, explotar y dominar valiéndose de la sexualidad o de
cualquier otro medio a su alcance. Flores como Quince, Hinahina, Water Violet y
Lehua ayudan significativamente a equilibrar esta fuerza.
Ahora bien, el logro no solo de la presencia armónica de cada una de estas cuatro
fuerzas, tanto en lo individual como en lo familiar, sino de un equilibrio complementario
entre ellas, depende de la combinación de por lo menos dos factores. El primero es el
que realiza de un modo maravilloso Shasta Lily conduciendo el desarrollo de la
individuación en la mujer individual así como de la energía femenina de una familia. El
segundo es la capacidad personal y familiar de poder ponerse en el lugar del otro, de
pasar del amor al Yo al amor al Tú, para dar lugar a la formación de una nostridad
amorosa y creativa. Y, al mismo tiempo, poder pasar no solo del Yo al Tú, sino del
amor de la personalidad al amor del alma. Y esto es lo que aporta muy elocuentemente
la esencia floral del Heather.
En la practica terapéutica con familias o en el trabajo sobre las constelaciones
familiares de los pacientes individuales, se advierte que alguna de estas cuatro
energías femeninas están presentes de un modo dominante y que guían y limitan la
forma en como se relacionan tanto hombres como mujeres. Son modelos que
condicionan la manera de percibir la realidad, a los otros y a uno mismo. Así, por
ejemplo, la energía amazónica si bien es la fuerza que puede despertar el impulso a la individuación y a la liberación del sometimiento en una mujer o en una familia, puede
explicar la reiteración generación tras generación, en una familia, de una tendencia a la
soltería de muchos de sus integrantes, o que algunos de sus miembros se casen,
tengan hijos y casi inmediatamente se separen o, inclusive, mujeres que alejan, luego
de nacido, al hijo de su padre.
El poder pensar en términos de arquetipos familiares permite comprender muchas
cosas en una familia, entre ellas, que no estamos ajenos a su influencia. Que esto sea
así no es un error de la naturaleza sino parte del trabajo de la evolución. Como estoy
convencido que la familia que tenemos es la mejor que pudimos tener, los arquetipos
que en ellas dominan son oportunidad de aprendizaje. Muestran la dirección de la
herida que debemos sanar y para nosotros los varones, es una buena guía del tipo de
mujer que debemos sanar dentro de nosotros para no tener que estar, una y otra vez,
teniendo que buscarla afuera, ya que la sombra que no se ve adentro, se proyecta en
cada relación.

http://www.energiafloral.com/LasenergiasfemeninasGrecco.pdf

El Dr. Eduardo Horacio Greco, formado en el campo de la Psicología y el Psicoanálisis,
estudió posteriormente Bionergética y Psicología Transpersonal. Ha publicado más de
30 libros sobre temas de su especialidad entre los cuales se puede mencionar:
“Terapia Floral y Psicopatología”, “A Flor de Piel”, “Los afectos están para ser sentidos”,
“Muertes inesperadas”, “Sexo, amor y esencias florales”, “Sexualidad, erotismo y
vínculos de amor”, “Volver a Jung”, “Jung y Flores de Bach”, entre otros. Actualmente
reside en México y es el presidente de la Asociación Iberoamericana de Terapeutas
Florales.

2 comentarios:

  1. Sandra, me parece muy interesante este tipo de terapias. Cordial saludo.

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    1. Ricardo, espero que encuentres más artículos de tu interés en este blog. Saludos.

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