jueves, 23 de julio de 2015

"La Tristeza"




Me contaron una antigua parábola; debe ser muy antigua, porque Dios solía vivir en la tierra en esos días...

"Un día llegó un hombre, un viejo granjero, y le dijo: 
- Mira, tú puedes ser Dios y puedes haber creado el mundo, 
pero debo decirte algo: no eres un granjero. 
Ni siquiera sabes el  ABC del trabajo en la granja. 
Tienes mucho por aprender -.
Dios dijo: 
- ¿Qué me aconsejas? -.
El granjero contestó: 
- Sólo dame un año, déjame todas las cosas a mí, 
y verás qué ocurre. 
¡Ya no quedará pobreza! -.
Dios estaba dispuesto a ello 
y le dio un año al granjero. 

Naturalmente, el granjero pidió lo mejor, nada de truenos, ni fuertes vientos, ni peligros para los cultivos.  
Estaba muy contento: el trigo crecía alto, cuando quería sol, había sol, cuando quería lluvia, había lluvia, y tanta como necesitaba. 
Ese año todo estuvo bien, matemáticamente bien. El trigo crecía tan alto...

El granjero iba a Dios y le decía: - Mira, esta vez los cultivos serán tales, que por diez años, aún si la gente no trabaja, habrá suficiente comida -. 
Pero cuando se cosecharon los cultivos, ¡las espigas estaban vacías!. 
El granjero estaba tan sorprendido que fue donde Dios y le preguntó: - ¿Qué pasó? ¿Qué salió mal? -.

Dios le dijo: - Porque no hubo desafío, porque no hubo conflicto ni fricción, porque evitaste todo lo malo, el trigo quedó infértil. Un poco de lucha es imprescindible. Se necesitan tormentas, truenos, relámpagos. Movilizan el alma dentro del trigo -."

Esta parábola es de inmenso valor. Si sólo estás feliz, la felicidad perderá todo su significado. Será como si alguien escribe con tiza blanca sobre una pared blanca. Puede seguir escribiendo, pero nadie podrá jamás leerlo. 
La noche es tan necesaria como el día. Y los días de tristeza son tan esenciales como los días de felicidad. A esto llamo comprensión. Y lentamente, cuanto más ves el ritmo de la vida, el ritmo de la dualidad y de la polaridad, dejas de preguntar, dejas de elegir. ¡Entonces has descubierto el secreto!
Vive con este secreto y te sorprenderás de pronto: ¡qué grandioso es el regalo de la vida! ¡Cuánto te es dado a cada momento! Pero has estado viviendo de tus expectativas, de tus diminutos y triviales deseos y porque las cosas no se adecuaban a tus deseos, te sentías desgraciado.
Cuando sigues la naturaleza de las cosas, no se arroja ninguna sombra. Aún la tristeza es luminosa en ese instante. No es que la tristeza no vendrá. Ella vendrá, pero no será tu enemiga. Te convertirás en su amigo, porque verás su necesidad. Podrás ver su gracia y podrás ver porqué está allí y porqué es necesaria. Y sin ella serás menos, no más.


El Desafío. 
Osho.

"Las Puertas del Cielo y del Infierno"



Hakuin, el Maestro Zen, es una de las raras flores. 
Un guerrero fue a él, 
un samurai, un gran soldado, 
y le preguntó: 
`¿Existe el infierno? ¿Existe el cielo? 
Si el infierno y el cielo existen, 
¿dónde están las puertas? ¿Por dónde entro?

Era un guerrero simple. 
Los guerreros siempre son simples, 
sin astucia en sus mentes, ni aritmética. 
Sólo conocen dos cosas: 
la vida y la muerte. 
No había venido a aprender ninguna doctrina; 
quería saber dónde estaban las puertas, 
así podría evitar el infierno y entrar en el cielo. 
Y Hakuin le respondió 
en una manera que 
sólo podía comprender un guerrero.

Hakuin le dijo: `¿Quién eres?`
 El guerrero respondió: 
`Soy un samurai`. 
Produce mucho orgullo ser un samurai en el Japón. 
Significa ser un guerrero perfecto, 
un hombre que no vacilará un sólo instante en dar su vida. 
Dijo: 
`Soy un samurai, soy un líder de samurais. 
Aún el emperador me debe respeto`.

Hakuin rió y le dijo: 
`¿Tú, un samurai? ¡Pareces un mendigo!` 
Su orgullo estaba herido. 
El samurai olvidó para qué había venido. 
Desenvainó su espada 
y estuvo a punto de matar a Hakuin. 
Entonces Hakuin rió y le dijo: 
`Esta es la puerta del infierno.
 Con esta espada, 
esta ira, este ego, 
acá se abre la puerta`.
Esto es lo que un guerrero puede entender. 
El samurai entendió inmediatamente. 
Volvió a poner la espada en su vaina
y Hakuin dijo: 
`Acá se abren las puertas del cielo`.

El infierno y el cielo están dentro de ti. Ambas puertas están dentro de ti. Cuando te conduces inconscientemente, allí está la puerta del infierno; cuando estás alerta y consciente, allí está la puerta del cielo.
La mente es el cielo, la mente es el infierno, y la mente tiene la capacidad de convertirse en ambos. Pero la gente continúa creyendo que todo se halla en algún lugar afuera.

El cielo y el infierno no están al final de la vida, están aquí y ahora. A cada momento se abre la puerta, en un solo instante puedes ir del infierno al cielo, del cielo al infierno.

Cuento Zen. 
Versión de Osho