martes, 10 de octubre de 2017

"La Responsabilidad de los Padres en el desarrollo de la Comprensión Emocional de los Niños"


Alba, de 3 años, está jugando en el parque mientras sus padres están sentados en un banco observándola. Desde lejos, Alba ve que sus padres se ríen mucho y acude corriendo alegre. Cuando se acerca, ve que de los ojos de sus padres brotan unas lágrimas.
Alba no entiende qué pasa, ¿por qué están llorando? ¿No se están riendo también? Alba es demasiado pequeña para entender que a veces, ante un mismo evento, se puede responder con emociones que parecen contradictorias. A Alba aún le queda mucho por comprender sobre las emociones.
La Comprensión Emocional es la capacidad que tenemos las personas para reconocer las expresiones emocionales específicas en los demás y entender qué situaciones pueden dar lugar a ellas. Se trata de un componente de la comprensión social que hace referencia a la capacidad de comprender y predecir los sentimientos, creencias y deseos propios y de otras personas.
Dentro de la comprensión emocional podemos encontrar distintos componentes que la conforman. No venimos a este mundo entendiendo la complejidad afectiva de golpe sino que, según vamos creciendo, vamos incorporando nuevos conocimientos sobre cómo funcionan las emociones.
Así, en el ejemplo anterior, Alba es capaz de reconocer que la risa es una manifestación externa de la felicidad, pero no es capaz de comprender que pueda ir acompañada de lágrimas.

Componentes de la Comprensión Emocional

En 2004, Francisco Pons y sus compañeros de las universidades de Harvard y Oxford identificaron, a través de sus investigaciones, hasta nueve componentes diferentes en la comprensión emocional:
  1. Reconocimiento: Los niños y niñas comienzan a ser capaces de reconocer y nombrar las emociones en función de sus indicadores expresivos. Es decir, reconocen que alguien está triste si le ven llorar, o que está contento cuando muestra una gran sonrisa. Es el primer componente en alcanzarse en el desarrollo evolutivo.
  2. Causalidad externa: Comprenden que las emociones pueden estar causadas por factores externos. Por ejemplo, entienden que su hermanito puede haberse puesto triste porque ha perdido un juguete.
  3. Deseo: Los niños y niñas comienzan a entender que las reacciones emocionales que tenemos ante distintos hechos están influidos por los deseos. Ante una misma situación, dos personas pueden tener sentimientos distintos según qué desearan.
  4. Creencias: Al igual que los deseos, las creencias que tienen las personas pueden afectar a la reacción afectiva que manifiestan, independientemente de que dichas creencias sean falsas o verdaderas. Por ejemplo, si yo creo que hoy va a pasar algo bueno y no ocurre, me pondré triste, cosa que no pasará si no creyera que fuera a ocurrir.
  5. Memoria: Los menores comprenden que existe una relación entre las emociones y la memoria, de forma que la intensidad con la que se vive una emoción puede disminuir con el paso del tiempo, aunque algunos elementos pueden servir como recordatorios que reactivan las emociones pasadas. Si Lucía tenía un perro que se les escapó, Lucía entenderá que la tristeza que sintió el primer día es más fuerte que la que sentirá en un mes. Pero Lucía también entiende que si se pone a ver fotos de su perro, su tristeza aumentará aunque haya pasado mucho tiempo.
  6. Control: Los niños y niñas empiezan a usar diferentes estrategias para regular sus emociones. Los más pequeños usan principalmente estrategias conductuales; es decir, si Pablo está muy enfadado y quiere dejar de estarlo, puede que se ponga a correr como forma de liberar esa emoción. Sin embargo, los niños mayores (aproximadamente a partir de 8 años) hacen más uso de estrategias cognitivas y reconocen que son más eficaces. Por ello, ante el mismo sentimiento de enfado, en vez de correr, lo que hará Pablo será pensar qué ha pasado, intentar quitarle importancia y darse cuenta de que no era tan grave y que la situación puede arreglarse fácilmente.
  7. Ocultación: Los niños y niñas comienzan a entender que la emoción que se manifiesta no siempre tiene que ser coherente con la que se siente. De este modo, comprenden que los sentimientos reales de una persona pueden estar ocultos y puede que mi mamá se sienta triste aunque en este momento esté sonriéndome.
  8. Mixto o compuesto: Se refiere a la capacidad de comprender que las respuestas emocionales son múltiples y contradictorias. Ante una misma situación, una persona puede tener varios sentimientos a la vez, como llorar mientras ríe (un componente que Alba, la niña del primer ejemplo, aún no había alcanzado).
  9. Moral: Los niños y niñas empiezan a relacionar los sentimientos positivos y negativos con acciones morales reprobables o encomiables. Así, empiezan a entender que si han hecho algo malo deben sentirse tristes, y si lo que han hecho es moralmente positivo, pueden sentirse orgullosos.
El mismo equipo que realizó esta clasificación de los componentes emocionales realizó un análisis posterior englobando los nueve componentes en tres periodos del desarrollo:
El primer periodo, alrededor de los 5 años, está caracterizado por la comprensión de los aspectos públicos de las emociones: su expresión externa, su causa y el uso de hechos u objetos como recordatorios de emociones pasadas.
El segundo periodo, alrededor de los 7 años, se caracteriza por la comprensión del aspecto cognitivo de las mismas: su conexión con los deseos, las creencias y la discrepancia entre la expresión y el sentimiento.
El tercer periodo, alrededor de los 9 años, estaría caracterizado por la comprensión de cómo un individuo puede responder desde distintas perspectivas a una situación determinada, mostrando sentimientos contradictorios, culpabilidad moral y haciendo un uso de estrategias de control cognitivo.

El papel de las interacciones y la crianza

Pese a existir unas normas en el calendario evolutivo de la comprensión emocional, lo cierto es que dicho desarrollo depende en gran medida de las interacciones sociales que tengan los niños y niñas. Los menores no se limitan a integrar en su aprendizaje conocimientos sociales disponibles, sino que los desarrollan y construyen a través de las situaciones cotidianas y constantes que experimentan en su entorno.
La idea principal que se deriva de esta afirmación es que las prácticas de crianza parentales son el elemento central en el desarrollo de la comprensión emocional y social. Es decir, que según nos críen nuestros padres, así se desarrollará nuestra comprensión de las emociones.
De este descubrimiento han derivado recientes estudios que han tratado de ver cómo difiere el desarrollo de dicha comprensión entre las personas que han crecido en contextos favorables de aquellas que lo han hecho en contextos adversos como son los niños y niñas que en sus familias han sufrido negligencia y maltrato o han pasado por centros de protección de menores.
Fruto de investigaciones sobre este área se ha descubierto que los menores maltratados pueden captar las emociones y otros estados mentales asociados a encuentros interpersonales de diferente manera que los niños y niñas que no han vivido esa situación, debido a que están acostumbrados a una inconsistencia, inestabilidad y falta de predictibilidad que no se vive en contextos de desarrollo favorables.
Por ejemplo, la investigación desarrollada por Pollak, Cicchetti, Hornung y Reed (2000) demostró que los padres maltratadores muestran menos emociones positivas y más emociones negativas, tienden a aislarse a sí mismos y a sus familias del resto de la sociedad, limitando la exposición de sus hijos e hijas a un menor número de modelos de comunicación social.
Los padres negligentes son menos expresivos hacia sus hijos (ni positiva ni negativamente), ofreciendo pocas posibilidades de intercambiar información afectiva.
A día de hoy existe un debate no resuelto sobre si los niños que han vivido situaciones de maltrato y negligencia desarrollan un patrón de competencia emocional menor o diferente a aquellos que no han vivido esa situación. Así, algunos investigadores sostienen que los chicos y chicas maltratados tendrían peores puntuaciones en la comprensión de cualquier emoción, mientras que otros defienden que estos chicos y chicas tienen un resultado mejor que el resto de la población en la comprensión y reconocimiento de emociones como la tristeza o el enfado.
Estos últimos autores defienden que los niños que crecen en situaciones adversas han desarrollado una mayor capacidad para reconocer señales emocionales negativas que suelen ir asociadas a situaciones de un daño inminente. De forma que la identificación temprana de estas emociones sería adaptativo para ellos porque les podría evitar alguna situación de maltrato o abuso.
Como vemos, el desarrollo emocional es un elemento muy importante del que dependen comportamientos e interpretaciones sociales que hagamos tanto de pequeños como de mayores. La forma en que tenemos de ver el mundo, de interpretarlo y sentirnos seguros o no en él está muy relacionada con cómo nos han criado nuestros padres y qué situaciones emocionales hemos vivido en nuestra infancia.

Fuente: http://psicopedia.net/1499/emociones-infantiles/

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