El cuerpo es como un espejo, donde se reflejan los patrones de organización de la consciencia de los planos energético, emocional y mental. Promover la salud del cuerpo físico es una tarea imposible si simultáneamente no adquirimos salud emocional, que no será construida por la ausencia de emociones negativas sino por un sano aprendizaje emocional pues, aún más que el intelecto, las emociones son instrumentos del conocimiento.
Nuestros gestos, sonrisas, tristezas, obsesiones, miedos, iras, alegrías, son emociones que dejan impacto en el cuerpo. Algunas emociones básicas están determinando buena parte de nuestra fisiología. La unidad psico-fisiológica que se forma entre la mente y las emociones -comportamiento psicológico-, y el cerebro y el cuerpo -comportamiento fisiológico- explica buena parte de lo que son nuestras enfermedades.
Este sistema cuerpo-mente no es sin embargo una dualidad, porque nuestras emociones y actitudes están tan íntimamente integradas a nuestra fisiología, que ahora no tiene sentido discutir si fue primero el huevo o la gallina; lo cierto es que es posible incidir simultáneamente sobre la totalidad del ser, si no desconocemos la sincronicidad y multi-dimensionalidad de una aparente diversidad, que revela su indivisible unidad. Tratamos de aliviar nuestro cuerpo físico y nuestro cuerpo de energía, pero un porcentaje muy significativo de nuestras enfermedades no tienen su origen en el cuerpo, son producto de la distorsión de nuestra identidad en el plano emocional. Corregir los males desde su origen, supone armonizar la vida desde ese plano de las emociones donde un día empezamos a perder el rumbo.
Las emociones son una vía de transición entre el cuerpo o nivel mental de la consciencia, y el cuerpo físico. Esta vía presenta una intrincada red de codificación, transmisión y decodificación de señales en el cuerpo físico conocida en la medicina como la red de neuropéptidos y sus receptores, una verdadera estrategia de respuesta integral del organismo físico al movimiento de las emociones.
Cada emoción es automáticamente seguida por una respuesta simultánea de muchos órganos y sistemas. Es el código del sentir, el lenguaje de la sensibilidad total del organismo que se comporta como una antena de procesamiento emocional. En el sentir, tenemos un código de respuesta de la totalidad, lo que nos da una idea de la tremenda importancia terapéutica del equilibrio emocional.
El cuerpo es como un espejo, donde se reflejan los patrones de organización de la consciencia de los planos energético, emocional y mental. Promover la salud del cuerpo físico es una tarea imposible si simultáneamente no adquirimos salud emocional, que no será construida por la ausencia de emociones negativas sino por un sano aprendizaje emocional pues, aún más que el intelecto, las emociones son instrumentos del conocimiento.
Muchas memorias emocionales, programadas y retenidas desde la infancia, inciden poderosamente sobre nuestras actitudes determinando nuestro estilo de vida y nuestra salud global. Esto significa que las actitudes erróneas, origen de buena parte de nuestras enfermedades crónicas, son producto del aprendizaje condicionado, que perpetúa patrones de comportamiento reforzados por la familia o la cultura.
La enfermedad, como la salud, es total, e involucra con frecuencia actitudes emocionales de origen cultural. La represión sostenida de las emociones genera sentimientos permanentes que, vía moléculas efectoras -neuropéptidos y neurotransmisores- afectan el sistema nervioso, y por su canal, el sistema endocrino e inmunológico; a su vez, vía sistema circulatorio, éstos se comunican con todas las células del organismo. Esto no es una secuencia lineal de eventos, sino un frente de onda que barre sincrónicamente todos los sistemas, que se comportan en el cuerpo corno un radar para nuestra onda emocional.
En el cáncer, en las enfermedades degenerativas o enfermedades crónicas, un componente importante es la actitud hacia la vida, actitud que se encuentra impresa en el cuerpo. Aunque esa no es la única causa, también hay factores genéticos, hereditarios, metabólicos y del medio ambiente, probablemente todos ellos no alcanzan a ser el cincuenta por ciento del problema.
El hecho de tener un padre diabético no se traduce en que estemos condenados a la diabetes significa que la diabetes es una posibilidad que depende de muchas otras cosas: medio ambiente, educación, alimentación, actitudes hacia la vida y hacia nuestro entorno.
Se ha visto que aún en los tumores malignos como los de colon y de seno, en los que se ha constatado una relación genética en algunos grupos familiares, el factor genético no alcanza a explicar más que alrededor del cinco por ciento de la incidencia.
Se ha visto que aún en los tumores malignos como los de colon y de seno, en los que se ha constatado una relación genética en algunos grupos familiares, el factor genético no alcanza a explicar más que alrededor del cinco por ciento de la incidencia.
El cáncer no tiene una sola causa, miles de factores promueven su desarrollo. Hablando en un sentido biológico estricto, todos desarrollamos cáncer porque tenemos miles de células que se degeneran todos los días, la única diferencia es que el organismo las reconoce, las aísla, las anula y protege las células normales. Por eso en el cáncer, es más importante lo que nos ocurre adentro, que lo que nos ocurre afuera.
Íntimamente ligadas con el auto-reconocimiento tanto en el plano psíquico como en el nivel inmunológico, nuestras vivencias interiores son el contexto en el que la salud o la enfermedad tienen sus raíces. El auto-reconocimiento es la imagen revelada por el espejo en el que nos estamos mirando por dentro; ese espejo está hecho de una sustancia reflectora básica que son nuestras emociones, y éstas determinan nuestra actitud hacia el mundo.
El resentimiento, la amargura, la tristeza, la depresión crónica, pueden generar cáncer, lo que no sucede por ejemplo con la alegría. La alegría, emoción clave que nace del corazón, es una emoción que lleva al desapego, a liberamos de la aversión, a salir de la ignorancia, a ser lo que realmente somos.
El amor que vive en nuestro corazón es el factor integrador que nos protege. De todas maneras, con o sin cáncer, lo importante en la vida desde el punto de vista de las emociones, es entender que éstas son una estrategia de aprendizaje. Aprendemos de las emociones, así como aprendemos lecciones de matemáticas.
En la vida diaria, cada emoción es una experiencia viva que nos permite aprender lecciones que llenan la vida de significado. Lo importante en la vida no es que tengamos o no cáncer, no es que nos vamos a morir o no, porque de todas maneras todos nos vamos a morir, lo más importante es aprender el significado. Cuando hacemos significativos los eventos tanto los positivos como los negativos, le damos sentido a la vida; ésta es la fase más importante en el proceso de la sanación. La genuina sanación es mucho más que el proceso racional de entender aquello que nos pasa, es sobre todo la capacidad de incorporar emociones y sentimientos que nos llevan a la comprensión y a rescatar el sentido, donde todo conocimiento se convierte en vivencia.
La consciencia es como una antena sensible, en la que las emociones son el componente que aporta sensibilidad y colorido. En términos humanos, toda forma de consciencia involucra algún tipo implícito de colorido emocional. Aunque así pareciera, no hay conocimientos abstractos o asépticos, todos están contaminados de algún sentir en un plano emocional abstracto o concreto. Aún el matemático que descubre una fórmula, no está exento del sentimiento de admiración que la perfección le produce. Un físico lo es, porque las que consideramos leyes duras y más de la física han despertado una emoción recóndita en su corazón. Nadie que haya hecho algo significativo para la historia de la humanidad, ha podido realizarlo sin la vivencia de una pasión intensa.