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domingo, 1 de julio de 2012
Algunas Reflexiones sobre el Proceso Terapéutico Floral, por Ricardo Orozco
Lo más importante en una terapia floral no es la fórmula, sino el proceso terapéutico asistido por las Flores de Bach.
A mi modo de ver, uno de los errores más frecuentes de algunos terapeutas se produce cuando preguntan a su paciente lo siguiente: "¿Cómo te han ido las flores?". Con esta pregunta se está presuponiendo que el bienestar o malestar que el cliente presente se debe a la fórmula y no a la gestión que hace de su propia vida, ni tan siquiera a lo que le ocurre entre visita y visita. Así, si está bien, el terapeuta ha acertado y si, por el contrario, está igual o peor, es que no ha atinado con las flores. ¿Cuál es, pues, el compromiso del paciente consigo mismo? Además, ¡menuda responsabilidad que se arroga el terapeuta sin quererlo o saberlo! ¡Y, sobre todo, menuda responsabilidad que carga en las pobres flores! Creo que ha sido esta visión reduccionista la que ha llevado a muchos terapeutas, y a algunos autores, a proyectar sobre las esencias florales sus propios temores y carencias. De esta forma, se ha llegado a hablar de flores supuestamente “peligrosas”, contraindicadas”, “que no se debían combinar” y un largo y penoso etcétera, exactamente igual que si de fármacos alopáticos se tratase. Si consideramos que las flores son simplemente catalizadores de una información existente en nuestro interior (entre el alma y la personalidad, según Bach) entenderemos que estas elucubraciones carecen de fundamento. Siempre he pensado que quien dice "me da miedo tal o cual flor", en realidad lo que está diciendo es lo siguiente: "me aterra la gestión de mis propias emociones y las de los demás". Afortunadamente para todos, la formulación floral no es una cuestión de relojería. No es como un PIN bancario que abre una cuenta solo si se teclean los números correctos. Admitir esta idea resulta más fácil en cuanto asumimos el modelo dinámico de los territorios compartidos. No se trata tampoco de prescribir flores al azar, o con sistemas diagnósticos poco fiables, cosa que desgraciadamente abunda. Si aceptamos el mensaje implícito en esta ponencia estaremos de acuerdo en que no puede existir por ejemplo una flor “para mejorar la autoestima”, o “para la concentración” o bien “para el miedo”, ya que se trata de territorios compartidos por bastantes esencias. Del mismo modo tampoco puede existir una terapia floral “unicista” que sea realmente efectiva. Aunque no forma parte de los objetivos de esta ponencia, la recomendación para todo terapeuta que se inicia es que se entrene no solo en el aspecto técnico de las Flores de Bach, sino también en las dinámicas de entrevista, sobre todo la escucha activa y las destrezas con las que saber implicar al paciente en su proceso terapéutico. Así, el terapeuta floral se convierte en acompañante y colaborador del mencionado proceso, catalizado por la ayuda inestimable de las Flores de Bach, y no en el protagonista y artífice del mismo.
http://www.sedibac.org/CONGRESO%202011/CD/PDF/R-Orozco.pdf
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