jueves, 10 de agosto de 2017

"El cuidado de la Vida Interior del Niño" Segunda Parte (Prevenir la Hiperactividad)


Si el niño recibe cuidado y dedicación por parte del adulto -como un acto sagrado-, un cuenco de paz y confianza  se irá generando en su interior.
Una vez comprendida la importancia del cuidado de la vida interior del niño, es momento de ver qué sucede cuando el niño crece sin esta dedicación.
El niño nace con la conciencia de que el mundo es bondad, amor y paz, pero si lo exterior le indica otra cosa, esta conciencia va transformándose, generándose temor, intranquilidad, desconfianza. En estos casos, el cuenco del que hablamos, no se forma. 

El niño comienza a crecer con un estado interior alterado, irritado, incómodo. Este niño no sabe lo que es estar tranquilo, pues nadie lo supo guiar hasta allí. Siente que el mundo es duro, que debe estar alerta, que debe saber defenderse, moverse y hacer un esfuerzo por encontrar el bienestar afuera de él.
El niño no tiene un lugar donde reposar dentro de sí mismo, donde encontrar estabilidad emocional y asistencia ante los hechos desagradables de la vida cotidiana.
Si algo le sucede a este niño, en la escuela, en la casa; si se lastima o se golpea, rápidamente el “equilibrio” se rompe.  Y no tiene donde recurrir, entonces, llora, no soporta lo que le está pasando, porque no tiene un lugar dentro de él donde refugiarse.
Se vuelve intolerante, pierde la paciencia, tan necesaria para saber esperar, para poder entender que las cosas no siempre son como se desean.
Si el niño no tolera su interior, ¿cómo podrá tolerar lo que recibe de afuera como “daño”?
¿Cómo podrá escuchar y tener paciencia, si dentro de él no hay un lugar donde pueda reposar mientras espera?.
Es fundamental que el niño confirme día a día que el mundo es bueno, ¿Cómo? A través del cuidado, amor, entrega y dedicación plena y sincera por parte del adulto. Y principalmente, a través de la tolerancia del adulto ante lo que el niño manifieste.

Hiperactividad

Si cuando llega la noche, cuando todo está en silencio, el niño se siente intranquilo, tal vez no se dé cuenta, pero en su interior no hay un refugio donde sostener su quietud y silencio, y hay en cambio un sentir desordenado, disconforme, inseguro. Obviamente querrá evitar de todas las maneras posibles sentirse así. 

Entonces estos niños no se permitirán estar en silencio, no se permitirán estar quietos, irán de aquí para allá, yendo hacia el exterior. No quieren sentirse porque eso les da terror, les hace sentir que están desprotegidos. Se alteran, se mueven, no se permiten el silencio, se vuelven adictos a la TV, a los juegos de computadora, a la música, todo esto los distrae y los mantiene en una conciencia artificial, no propia.
No pueden mantener la concentración porque nuevamente su conciencia se va hacia adentro, y adentro lo que hay no es bello, no es paz.
En relación a este tema Henning Köhler dice en el libro “Niños temerosos, tristes e inquietos”: 
“Durante el día la ocupación esencial de dichos niños es el rechazo al cansancio, y de por si, el rechazo, la oposición a todas las formas de serenidad y calma, puesto que durante el estado de tranquilidad la conciencia es llevada, conducida al propio cuerpo, y si los sentimientos que se producen son desagradables, los niños comienzan a moverse excesivamente, a correr, a charlar o a producir ruidos, a toquetear, a morderse las uñas, a hacer muecas. A menudo estos niños hasta desarrollan tics nerviosos. Prefieren un entorno ruidoso porque así desvían su atención. Estos niños son torpes, se lastiman constantemente. No miden sus movimientos, se golpean o golpean por sus brutas sacudidas.”
Evitan sentir este desagrado adormeciendo su conciencia ante la televisión o los videojuegos , y también consumiendo golosinas en exceso.
El mundo también está hiperactivo, vive en la superficie, no puede bajar porque ha perdido de vista lo esencial. Parte de la humanidad está caminando en círculo sin evolucionar, sin reflexionar, y muchas veces sin mirar los ojos de sus niños.
Los adultos se encuentran constantemente irritados, no saben descansar, contemplar, reposar, sentir bienestar, no hacer “nada”.  
Muchas veces el adulto hiperactivo exige al niño que no lo sea. Muchas veces el adulto intolerante, que no sabe esperar, que no tiene paciencia y que está la mayor parte del tiempo alterado por esto o aquello, le exige al niño quietud, concentración y paciencia.
Hemos enseñado de la boca para afuera, pero los niños de hoy nos muestran que eso no sirve para ellos, que no son como las generaciones anteriores a las que se les educaba mediante la prohibición, el castigo, el regaño, la amenaza, el miedo o la dureza.

 Cómo ayudar a estos niños

Todo, por más incorporado que parezca estar, puede revertirse y ser cambiado.
Para los niños que tienen dañada su interioridad, hay que ofrecerle posibilidades que promuevan y fortalezcan su espiritualidad.
Debemos prestar especial atención al cuidado del cuerpo del niño, esto incluye la alimentación y aquí hay que considerar que el niño no sólo se alimenta de los nutrientes sino de la energía con la cual fue elaborado dicho alimento.
Cuando hablamos de cuidado, muchas veces olvidamos las sutilezas, siendo éstas  las que más afectan a la vida anímica del niño. Considerar el cuidado de lo sutil es una tarea diaria.
Debemos respetar la hora del sueño, de las comidas, el momento del juego, el momento de hacer la tarea, el momento del cuento. Es importante que el niño se sienta contenido en lo que recibe. Si por ejemplo una noche se acuesta a una hora, al día siguiente a otra, y cada día es algo totalmente desordenado, esto no colabora favorablemente con su orden interno. Todo lo contrario, este desorden interno encuentra afinidad en lo arrítmico, y a menudo el niño puede acentuar su desequilibrio sin que nosotros notemos que la causa es el desorden que se le ofrece cotidianamente en el hogar.
Aprendamos que no es tan importante "qué"  le ofrecemos a nuestros niños,  sino "cómo" lo hacemos. Cómo les entregamos nuestra energía, predisposición, amor, delicadeza,  alegría, disfrute. Medite sobre su actitud cotidiana ante el niño tanto si es padre, maestro o terapeuta.


En el caso del hogar las preguntas a reflexionar serían: 
  • ¿Con qué energía y disposición anímica cocino sus alimentos? 
  • ¿Con qué alegría lo acompaño a dormir, o le leo un cuento? 
  • ¿Con qué entusiasmo le enseño y explico la tarea de la escuela? 
  • ¿Con que vibración salen las palabras de mi boca cuando le explico algo o le pongo un límite? 
¿Cómo es usted con el orden? ¿se siente ordenado internamente? ¿Cómo es el orden de los horarios de la casa? Hablemos acerca de esto…

El cuidado de la vida interior del niño

Estamos hablando de un nuevo paradigma, ya no hablamos de lo que debemos y no debemos, de lo correcto o incorrecto, los nuevos niños nos sumergen en las profundidades de nosotros mismos aunque no queramos. Nos dicen, nos piden que miremos nuestra alma primero, para luego poder cuidar la suya.
El niño, ya desde el momento en que es concebido debiera percibir del entorno y de su madre el mensaje, la vibración de: “te amo, te cuido, ve tranquilo, la vida es bella”.
Luego al nacer cuando el cuerpo le resulta incomodo, el cuidado del adulto y el contacto le deben confirmar este mensaje: “si duele pasará, si lloras hay un consuelo y un abrazo, si estas incómodo en mis brazos encontrarás paz, duerme que te cuido, con toda mi aura te envuelvo.” Es como ir moldeando con la fuerza del amor, con la quietud espiritual, con el contacto seguro y tranquilo, un cuenco de arcilla en su interior, sutil pero fuerte, colmado de ánimo, fuerza y seguridad de existir.
Estamos hablando de superar el discurso moral de bien y mal, estamos siendo guiados hacia una actitud más elevada de nosotros mismos: ¿Qué vibra en el adulto cuando le habla al niño o cuando busca ser su ejemplo?
Esto es lo nuevo: Lo que el adulto vibre en su accionar, traspasa el accionar y se vuelve esencia permeable al niño. Si queremos enseñarle lo que es la calma, el adulto debe saber conquistarla interiormente primero. Sentir su recogimiento, su concentración, su propio cuenco primero. Y si nota que no lo tiene o está dañado, debe transformarse responsable y alegremente en su propio escultor moldeando su cuerpo y su interior como arcilla, trabajando en sí mismo con sinceridad como un niño. Si conozco el camino que lleva a la paz podré guiar otros a su encuentro.
Pero en general ¿Qué es lo que sucede? Esto niños movedizos, inquietos, irritables, intolerantes sacan rápidamente del eje al adulto. Ante los recurrentes estados de estos niños, rápidamente el adulto se vuelve intolerante e irritable también. Ambos vibran en la misma frecuencia.
Paciencia, estado sereno y calmo, capacidad de contemplación y quietud, escucha atenta y abierta, es lo que necesitarán estos niños como trato.
Primero me miro, me reconozco y me acepto. Después miro al niño, lo reconozco y lo acepto. Y de la aceptación surge la paz. Abrazo al niño con mi paz, y pese a lo que haga, lo invito con movimientos cálidos, con serenidad en mi voz a volver a sí mismo. Con un cuidado diario y periódico de su interior, el niño comenzará a construir su propio cuenco.
Cuando dejamos de negar y luchar contra lo que queremos cambiar, cuando surge la verdadera aceptación, en algún momento algo empieza a cambiar. ¿Qué cambia? ¿Cambio yo o cambia el otro? No hay separación, la unidad que formamos con el otro hace que todo movimiento interior sea percibido afuera de mí y cause una transformación.
Además, cuando aparece la paciencia, aparecen nuevas herramientas que tan lejanas parecían cuando estaba corrido de mi eje. Ahora puedo jugar con el niño aunque éste se enoje con facilidad, ahora puedo mantenerme sereno cuando en la mesa en niño se torna movedizo e intranquilo. Puedo esperar que se le pase, no tengo apuro. Ahora puedo leerle un cuento aunque parezca no escucharme. Ahora puedo hablarle a su alma, desde mi más profunda paz, y más aun, puedo sin hablar, mostrarle lo que es la Paz.

Fuente: https://www.caminosalser.com/960-indigocristal/el-cuidado-de-la-vida-interior-del-nino-segunda-parte-intolerancia-poca-paciencia-irritabilidad-hiperactividad/
Autora: Nancy Erica Ortiz. Creadora del curso "Los Niños de Hoy"

No hay comentarios.:

Publicar un comentario