miércoles, 28 de febrero de 2018

"Una Experiencia Chamánica"

En alguna parte, alguien contó este cuento y así oí yo decir:

Abatida la mujer por la imposibilidad de salir del círculo de la infelicidad, esperó quedar sola en casa y tirada como una muñeca de trapo sobre su sofá, lloró. Pero su llanto no era de aquellos cotidianos, no esa una simple llovizna de primavera, sino una tormenta de esas que sólo ocurren con décadas y hasta siglos de distancia. Ni ella misma lograba recordar haber llorado de ese modo y con esa intensidad. Pero no intentaba ni recordar ni pensar, porque la humedad de su tristeza mojaba todo lo que de su mente quisiera escapar.
Entumidos y engrillados se quedaban adosados a su cabeza los fracasos, las tristezas, las pérdidas, las humillaciones, las soledades, las carencias, las heridas, las desesperanzas. Y sólo conseguían aumentar el caudal de los mares, de los océanos en esa oscura noche de su alma. 
Un desamparo de meteorito sin órbita rodeaba su instante infernal y ya comenzaba a dormirse -o tal vez a morir- cuando escuchó una voz que le decía: tranquila.
Y sí, eso, de manera instantánea, la tranquilizó. Pero también la asustó. Abrió los ojos y más allá de la espesa cortina de lágrimas, aunque no vio, vio a un hombre sentado sobre la mesita de centro, estirando sus brazos hacia ella.
Ante estas cosas inexplicables, nadie se detiene a buscar explicación y fue así como ella sólo atinó a preguntar: ¿Y tú, còmo te llamas? Entonces recién pudo verlo con nitidez dentro de la locura que es estar mirando a alguien que no se ve. Amablemente, el hombre le respondió “puedes llamarme Carlos”.
Ella ya no lloraba, tampoco se compadecía de sí misma, estaba realmente en paz y entregada a lo que fuera que estaba sucediendo.
Le llamaba la atención el color de piel del hombre, tan oscura, pero con una tonalidad que ella no identificaba con la raza negra. También se fijó en lo delgado que era y en su hermosa sonrisa, blanca, impecable.
Luego él le dijo: no te desesperes, yo estoy esperándote.
Y se esfumó.
Pasaron los años y ella siempre recordó este evento como un delirio de su estado alterado por colapso emocional. Aunque siempre esperó, sin tener mucha conciencia de ello, a Carlos.
Pasaron los años, sí, y hubo más llantos de llovizna y también más y más días de sol.
Entre otoños y primaveras, sucedió que muchas veces fue invitada a acercarse al Chamanismo, pero ella no sentía que fuera algo que le hiciera vibrar –ella se mueve por la pasión y es ésta la tómbola que elige los caminos que recorre-.
Un día de verano, y como siempre en su vida, alguien movió los hilos de todas las cosas, a su favor. Y así fue que tuvo un fin de semana libre, que fue invitada generosamente a un taller sobre Chamanismo, que la tómbola paró en el número indicado y sin más, partió.
Hubo charla teórica, hubo café y galletas, hubo una interacción con buscadores que llegaron ahí con un propósito y su voluntad, no como ella que simplemente…estaba ahí.
El sonido del tambor fue como la entrada a un portal por el que ella se deslizó sintiéndose muy liviana. En su camino por montañas sobre nubes, recorrió muchos mundos y se encontró con maestros amorosos que le indicaban con sus manos estiradas, el camino a seguir. Y seguía, en un trayecto por el que no avanzaba en función del tiempo como lo conocemos.
De pronto se encontró ante una ciudadela que flotaba en los cielos y entró por un pasillo que al final tenía una especie de guardián. Lo reconoció de inmediato, era un dios o algo parecido, de la cultura de la India, y se le vino de inmediato a la cabeza el nombre “Ganesha”. Él, al igual que todos los personajes que se había encontrado en el camino, le indicó con su mano el camino a seguir, y lo hizo, custodiada por un hombre muy anciano vestido solo por un tapabarros albo. Avanzó sólo un poco más y entro a un patio interior de unos pocos metros, circular y brillante. En el centro había una pileta de un par de metros de diámetro, sus aguas estaban cubiertas por flores de loto y sobre ella, flotando, o levitando, un hombre, sonriendo, la miraba. Ella aún no le dirigía directamente la mirada, sorprendida al constatar que las paredes de las construcciones que rodeaban la pileta, no eran sólidas, sino de ¡luz!

 Entonces, ella, creyendo que ya nada podría sorprenderla más, mira al rostro del hombre y reconoce a Carlos.
Ahí estaba la misma piel morena, ese hermoso color que tienen las personas de la India. Y esa misma delgadez característica. Sin lugar a dudas, era la misma ¿persona?
Entonces soltó “la cabeza” y se integró de modo natural a todo lo que estaba sucediendo. Sin resistencias ni ideas preconcebidas ella le preguntó: ¿eres tú mi Maestro? Y 3 veces él respondió “SI”
Y entonces ahí, en una ciudad colgando de las nubes, rodeada de paredes de luz sólida, conversando con su maestro que levitaba sobre flores y completamente dichosa, ella sintió Paz.
“Acá estaré siempre que necesites de mí. Estoy tan feliz de que hayas llegado. Te dije que estaba esperándote y así ha sido por mucho tiempo. Este es un momento precioso. Quiero decirte que mi nombre no es Carlos, sólo usé un nombre que pudiera no confundirte ni hacerte imaginar. Un nombre cualquiera. Eres curiosa, lo menos que esperé entonces fue que me preguntaras el nombre. Pero ya está. Yo soy Ananda, discípulo del Buda, tu Maestro Espiritual y Guía. No te pierdas en el temor ni en la desconfianza. Lo opuesto al miedo es el amor. Hay mucho miedo en ti que te paraliza. ¿Me preguntas cómo soltarlo? Ama. ¿Preguntas qué es el Amor? ¡Oh, querida! Tú lo sabes bien. Cuando estás frente a una persona que te va a consultar como terapeuta, tú estás en el punto más alto del amor. Y tú lo sabes. ¿Por qué preguntas? ¿A cuántas personas has acogido en el maternal fuero de tu alma? Cada vez que a tu consulta llega una persona desintegrada -como lo estuviste tú el día que te fui a conocer- y sale llena de esperanzas, lo que estás sintiendo es amor. Ahora, esa misma energía compasiva, amorosa, afectuosa, comprensiva y llena de alegría, viértela sobre ti misma. Y el miedo se irá. Cada cual está aquí para sí mismo y para los otros. Cada uno en su Misión. La tuya ya la conoces. Sencilla y generosa.
El Dar y el Recibir no tienen extremos, están en una espiral continua. Ahora anda y Escribe sobre todo esto”.
Ananda calló  y como aquél lejano día, estiró sus manos, pero esta vez, ella las recibió. Con las calideces de sus manos fundidas unas en las otras, se miraron sin decir palabra, sonriendo.
 Nuevamente hubo café y galletas y colores y risas y tanto, tanto por procesar.
Entonces ella llegó a casa y se puso a investigar sobre Ananda, uno de los discípulos del Buda, conocido por su sabiduría, también por interceder ante él para que las mujeres pudieran entrar a la orden budista. Poseedor de una gran memoria, fue convocado luego de la muerte de Buda con el propósito de recopilar y organizar su doctrina. Gracias a  sus recuerdos se confeccionó la segunda de las tres partes que componen las escrituras budistas oficiales. Y mucho mucho màs que a ella sòlo la hizo agradecer.

Nota 1: Lo que dice Internet sobre Ananda (que no se sabe si es verdad pero tiene sentido):
Fue así que Ananda se presentó al Concilio y, gracias a sus recuerdos, se confeccionó el Sutra-pitaka (lit.: ‘cesta de los discursos’), la segunda de las tres partes que componen el denominado Tripiṭaka o Canon Pali, que son las escrituras budistas oficiales.
En estas escrituras, en los cuatro primeros Nikayas, se puede leer frecuentemente la frase:
"Así oí yo decir" antes de las palabras de Buda; ese "yo" se supone que es pronunciado por Ananda quien se convertiría en el segundo sucesor de Buda, después de Mahākāśyapa.
El Canon Pali no menciona la muerte de Ananda, sin embargo, el célebre monje budista chino Fa Hsien, recogió en su peregrinación a la India una antigua tradición según la cual, cuando Ananda rondaba los 120 años, presintiendo su muerte, nombró como su sucesor a Śānavāsika y decidió realizar un viaje de Rājagṛha a Vesāli; una vez llegado allí, decidió alojarse en una isla en medio del Ganges.
Tan pronto los príncipes y habitantes de Vesāli se percataron de la presencia de Ananda, acudieron a verle desde una de las riberas del río; en la otra ribera, se presentaron el rey Ajātashatru (rey de Magadha) y su séquito, que habían ido tras Ananda desde Rājagṛha.
Unos y otros, le pedían a Ananda que fuera hacia su lado del río para morir y él, demostrando su gentileza y compasión, para evitar cualquier clase de disputa entre los dos bandos a causa suya, usó sus poderes psíquicos elevándose por los aires y haciendo que su cuerpo fuera consumido por el fuego para, finalmente, dejar que sus cenizas se dividieran cayendo a ambos lados del río.

Nota 2: Mis eternos agradecimientos a Mariella, maestra y amiga.






sábado, 17 de febrero de 2018

"Ecopedagogía: Cultivar la Intuición, la Imaginación, la Creatividad, la Sensibilidad de nuestros Niños a través de la Experiencia"


Hay un libro abierto siempre para todos los ojos: 
la Naturaleza. 

(Jean-Jacques Rousseau)

La educación tradicional solo ha hecho hincapié en los aspectos cognitivos de los niños, llegando incluso a creer que había un solo tipo de inteligencia y que esta podía medirse y resumirse en un número, en un afán de clasificación que nos permitiera tener la ilusión de que controlamos todo, incluso algo tan mágico y complejo como el ser humano en desarrollo.
La ecopedagogía cultiva especialmente otras capacidades humanas tales como la intuición, la imaginación, la creatividad, la estimulación sensorial y la sensibilidad a través de la experiencia. Con ello, estimula un profundo sentido de conexión con la vida, consigo mismo y con los demás que fomenta y desarrolla la capacidad de empatía y de responsabilidad.
Este nuevo enfoque cambia la filosofía de origen en la que hemos ido creciendo donde el ser humano es el centro del universo y la Tierra es una gran masa inerte, desprovista de vida, como una ingente despensa de víveres y riquezas materiales. Desde este lugar, estamos solos, aislados, profundamente desconectados y esto no nos ha salido gratis.
Nuestros niños van creciendo como pueden en burbujas casi herméticas con universos muy limitados y artificiales formados por pantallas, teclas y hormigón generando trastornos físicos y emocionales a los que damos respuesta con fármacos. Niños enfermos de una sociedad enferma, representan la consecuencia y el síntoma a la vez.
Como el resto de mamíferos, nuestros cerebros están diseñados para lo que se conoce como biofilia, es decir para relacionarnos con las demás especies, animales o vegetales. Se trata de una atracción genética por la vida, una tendencia innata a dar valor a lo que nos rodea y percibimos como vivo.
Educar y criar, alejando a los niños de lo que es innato en ellos, es ir contra su esencia, requiere de un entrenamiento largo y minucioso que solemos llamar “educación”.
Las consecuencias son fácilmente reconocibles, aunque no por ello menos trágicas: nuestros niños han perdido espontaneidad, suelen tener biorritmos alterados, problemas de sueño, sensibilidad limitada, fatiga sensorial y falta de movimiento, entre otros que suelen derivar en alteraciones de conducta y problemas de concentración, el famoso TDAH por ejemplo.
Los pediatras recomiendan exponer a los bebés a la luz solar al menos 15 minutos diarios, ya que es la mejor fuente de Vitamina D, imprescindible para el desarrollo. Numerosos estudios e investigaciones demuestran que la actividad no estructurada al aire libre actúa como un potente preventivo de los trastornos de conducta y que el TDAH mejora.
En la primera infancia, es decir desde el nacimiento hasta aproximadamente los siete años, los niños son poseedores aún de una conciencia mental pura, no necesitan proyectar ni clasificar ni etiquetar ni juzgar. Son capaces de relacionarse directamente a través de los sentidos: tocar, oler, saborear, escuchar, respirar… se trata de absorber el mundo de una forma más fluida y amplía, sin imposiciones artificiales que nada aportan pero sí limitan, como el aprendizaje de la lectoescritura antes de esa edad, típico de nuestra cultura.

“Los niños necesitan dominar el lenguaje de las cosas antes que el de las palabras”

Antes de los siete años, los niños deben correr, saltar, escalar, cuidar plantas y animales, jugar con agua y arena, pintar, escuchar e inventar canciones, no aprender signos estructurados inmóviles entre paredes con pantallas digitales.
Los entornos naturales son idóneos como marco para el desarrollo de la creatividad, la impulsan desde su diversidad de materiales, texturas, colores y su ausencia de indicaciones sobre cómo deben usarse o jugar con ellos. Y la creatividad no sólo es eso que se necesita para pintar un cuadro o escribir un libro, es una capacidad imprescindible en el desarrollo de nuestros hijos porque les prepara para tolerar la ambigüedad, asumir riesgos y ser flexibles, es decir para una sana adaptación a los cambios y avatares de la vida, nada más y nada menos.
Nosotros, los padres, tenemos una irrenunciable responsabilidad en ello, tratando de educar desde la libertad y la humildad de saber, de sentir y transmitir que somos parte, no el todo.
Nuestro papel debiera ser más el de la aceptación serena e incondicional, la confianza en que cuentan con los recursos que necesitan para ser quienes quieran ser, interesarnos honestamente por sus cosas, asegurar que cada día disponen de tiempo libre para jugar, dejar que se aburran sin caer en la pantalla, darles muchas, muchas posibilidades de conexión con la naturaleza, con los otros (humanos, no humanos, plantas, minerales…), evitar organizar su tiempo como si la agenda de un ministro se tratara, no interferir ni dirigir sus juegos, no impedirles que se sienten en el suelo, que caminen descalzos, que toquen, que se manchen, que desordenen… para construir su mundo, primero necesitan “destruir” el nuestro. Sino, se limitarán a copiarlo desde la obediente sumisión, dejándose a sí mismos por el camino.
Seamos facilitadores, no adiestradores. Devolvamos a nuestros niños lo que les pertenece, su conexión con la Tierra de la que son hijos, su innata curiosidad por lo vivo, su tendencia humana al cuidado de otro, a la generosidad, a la empatía, despertando sus sentidos a una sensibilidad diferente, plena, conectada, responsable.
Y de paso, dejémonos llevar nosotros también por esa energía no contaminada que cada día nos regalan tan generosa y abundantemente.

Fuente: 
https://elpais.com/elpais/2017/06/13/mamas_papas/1497350778_146220.html

domingo, 11 de febrero de 2018

"El cuento de Buda y Ananda: La Claridad de las Aguas"


En un caluroso día de verano, Siddhartha Gautama estaba atravesando un bosque junto a su principal discípulo, Ananda. Sediento, el Buda se dirigió a su acompañante:
-Ananda, hace algo más de una hora cruzamos un arroyo. Por favor, toma mi cuenco y tráeme un poco de agua. Me siento muy cansado — el Buda había envejecido.
Así lo hizo Ananda. Deshizo sus pasos, pero cuando llegó al arroyo, acababan de cruzarlo unas carretas tiradas por bueyes que habían removido las hojas muertas y el cieno, enturbiado el agua y convirtiéndolo en un lodazal. Este agua ya no se podía beber; estaba demasiado sucia. Así que Ananda regresó junto a su maestro, con el cuenco vacío.
-Tendrás que esperar un poco — dijo Ananda — . Iré por delante. He oído que a sólo cuatro o cinco kilómetros de aquí hay un gran río. Traeré el agua de allí.
Pero Buda insistió:
-Regresa y tráeme el agua de ese arroyo.
Ananda quedó perplejo, no podía entender la insistencia, pero si su maestro lo solicitaba, él, como discípulo, debía obedecer. Así que volvió a tomar el cuenco en sus manos y se dispuso a iniciar el camino de regreso al arroyo.
-Y no regreses si el agua sigue estando sucia — dijo Buda — . No hagas nada, no te metas en el arroyo. Simplemente siéntate en la orilla en silencio y observa. Antes o después el agua volverá a aclararse, y entonces podrás llenar el cuenco.
Molesto, Ananda volvió hasta allí, descubriendo que su maestro tenía razón. Aunque aún seguía algo turbia, el agua estaba visiblemente más clara. De modo que se sentó en la orilla, observando pacientemente el flujo del río.
Poco a poco, el agua se tornó cristalina. Ananda tomó el cuenco y lo llenó de agua, y mientras lo hacía, comprendió que había un mensaje en todo esto. Ahora podía comprender.
Rebosante de júbilo, Ananda regresó bailando hasta donde estaba Buda, entregándole el cuenco y postrándose a los pies de su maestro para darle las gracias.
-Soy yo quien debería darte las gracias, me has traído el agua — dijo Buda.
-Volví enojado al río — contestó Ananda — , pero sentado en la orilla, he visto como mi mente se aclaraba, al igual que el agua del arroyo. Si hubiera entrado en la corriente, se habría enturbiado de nuevo. Si salto dentro de la mente, genero confusión, empiezan a aparecer problemas. He comprendido que puedo sentarme en la orilla de mi mente, observando todo lo que arrastra: sus hojas muertas, sus dolores, sus heridas, sus deseos… Despreocupado y atento, me sentaré en la orilla y esperaré hasta que se aclare. Por eso, maestro, yo te doy las gracias.

martes, 23 de enero de 2018

"El Cerebro después de los 50"


El Dr. Juan Hitzig es autor del libro “Cincuenta y tantos” Cuerpo y Mente en forma aunque el tiempo siga pasando.
En la página de Gerontología de la Universidad Maimónides se lee:
No hay duda de que el ser humano vive cada vez más. ¿Cómo hacer para que esta longevidad no sea una acumulación de dolencias y enfermedades, sino una etapa vital, plena de experiencias y desarrollo personal?
Las ideas centrales de este libro se basan en investigaciones que demuestran que alrededor de los cincuenta años se encuentra el Punto de Inflexión Biológica que define en qué forma envejeceremos. Transmitiendo experiencias y observaciones que ha hecho a lo largo de su carrera, el autor sugiere ideas y conclusiones que ayudarán a los lectores a acceder a una longevidad saludable. Tomando en cuenta aspectos biológicos, sociológicos, psicológicos e incluso espirituales, presenta una manera de encarar los próximos años que permitirá frenar el envejecimiento y renovar, con inteligencia, la segunda mitad de la vida de muchos.
Profesor de la Universidad Maimónides y reconocido gerontólogo dedicado a estudiar las causas de la longevidad saludable sostiene con humor que:
“El cerebro es un ‘”músculo” fácil de engañar; si sonríes cree que estás contenta y te hace sentir mejor”.
Explica que el pensamiento es un evento energético que transcurre en una realidad intangible pero que rápidamente se transforma en emoción (del griego emotion, movimiento), un movimiento de neuroquímica y hormonas que cuando es negativo hace colapsar a nuestro organismo físico en forma de malestar, enfermedades e incluso de muerte. Con los años, el Dr. Hitzig ha desarrollado un alfabeto emocional que conviene memorizar.
Las conductas con R
Resentimiento, rabia, reproche, rencor, rechazo, resistencia, represión. Son generadoras de coRtisol, una potente hormona del estrés, cuya presencia prolongada en sangre es letal para las células arteriales ya que aumenta el riesgo de adquirir enfermedades cardio-cerebro-vasculares.
• Las conductas R generan actitudes D: Depresión, desánimo, desesperación, desolación.

En cambio, las conductas con S
Serenidad, silencio, sabiduría, sabor, sexo, sueño, sonrisa, sociabilidad, sedación, son motorizadoras de Serotonina, una hormona generadora de tranquilidad que mejora la calidad de vida, aleja la enfermedad y retarda la velocidad del envejecimiento celular.
• Las conductas S generan actitudes A: Animo, aprecio, amor, amistad, acercamiento.

Fíjate que así nos enteramos de que lo que siempre se llamó “hacerse mala sangre” no es más que un exceso de cortisol y una falta de serotonina en la sangre.

Algunas reflexiones más del Dr. Hitzig:
• Presta atención a tus pensamientos pues se harán palabras.
• Presta atención a tus palabras pues se harán actitudes.
• Presta atención a tus actitudes porque se harán conductas.
• Presta atención a tus conductas porque se harán carácter.
• Presta atención a tu carácter porque se hará biología.

Hace muchos años el poeta Rabindranath Tagore decía: 
Si tiene remedio, ¿de qué te quejas? Y si no tiene remedio, ¿de qué te quejas?” 
Podría servirnos para aprender a dejar las quejas y los pensamientos negativos de lado y buscar en cada situación el aspecto positivo ya que hasta la peor de ellas lo tiene. De esa forma nos inundaría la Serotonina con todas sus eses, la sonrisa se nos grabaría en las mejillas y todo ello nos ayudaría a vivir mucho mejor ese montón de años que la ciencia nos ha agregado. Porque, olvidaba escribirlo, el Dr. Hitzig ha comprobado con sus investigaciones que quienes envejecen bien son las personas activas, sociables y sonrientes. No las rezongonas, malhumoradas y avinagradas que nadie quiere tener cerca.
Empecemos hoy practicando las eses frente al espejo para mejorar nuestro humor y cuidar nuestra salud. ¿Estás de acuerdo con el alfabeto emocional? ¿Qué abunda más en tu vida, R o S?
Finalmente todo es cuestión de actitud

lunes, 22 de enero de 2018

"El Sentido de la Vida"




"Ikigai" (生き甲斐) es un término japonés que reúne etimológicamente las palabras ‘ikiru’ (vivir) y ‘kai’ (la materialización de lo que uno espera). Significa algo como "propósito en la vida", o "algo para la que vives", o "eso que te saca de la cama por la mañana".
La psiquiatra Mieko Kamiya explica en su libro ‘Ikigai-ni-tsuite’ (sobre el ‘ikigai’), una obra basada en sus experiencias con pacientes con lepra, que este término tiene semejanzas con la felicidad, si bien posee una sutil diferencia:
se trata de aquello que nos permite mirar hacia el futuro, incluso ante un presente miserable y aciago.

Según Mieko Kamiya, la palabra japonesa "Ikigai" significa dos cosas: el objetivo en sí y el sentimiento de quien siente ese Ikigai. Este último también se puede llamar Ikigai-kan (sentimiento Ikigai). Cuando una persona piensa acerca de cuál es su Ikigai, es probable que haya considerado las siguientes preguntas:
¿Para qué es mi existencia? ¿Es para alguien? ¿Cuál es el propósito de mi existencia? Si hay alguno, ¿soy fiel a eso?
En el artículo titulado "Ikigai: el proceso de permitir que las posibilidades de uno mismo florezcan", el psiquiatra Kobayashi Tsukasa escribe que "la gente puede sentir el auténtico Ikigai solo cuando, sobre la base de una madurez personal, de la satisfacción de diversos deseos, del amor y de la felicidad, se encuentra con los demás y con un sentido del valor de la vida, que avanza hacia la autorrealización".
Gordon Mathews, profesor de antropología en la Universidad China de Hong Kong, explica a The Telegraph que no se trata de un estilo de vida o una filosofía, como lo pretenden vender en Occidente, o simplemente algo tan abstracto como disfrutar: "desconfío de las personas que dicen eso". "Ese no es un principio por el que vives. No es por eso que te levantas por la mañana. Es probable que sea algo mucho más estrecho y mucho más directo, algo que está frente a ti".
"Ikigai no es algo grandioso o extraordinario. Es algo bastante práctico".
"Realmente importa. Si tienes un Ikigai vas a tener una vida mejor, porque tendràs algo por lo que vives"."Escribí sobre un tipo que odia a su jefe, odia su trabajo, y luego llega a casa con su hija aferrándose a su pierna. Es por eso que aguanta esto: ese es su Ikigai".
"Me aseguro de que, ocasionalmente a altas horas de la noche, tomo una copa o dos, no pienso en nada frente a mí, sino que simplemente me siento y pienso en mi vida: ¿cómo me va? ¿Qué me está molestando? ¿Qué está pasando ahora?"
El profesor Gordon Mathews es el autor de "¿Qué hace que la vida valga la pena vivir? Cómo japoneses y estadounidenses dan sentido a sus mundos." Según su libro, las concepciones japonesas de ikigai fusiona otros dos términos: el ‘ittaiken’, o la unión y compromiso con un grupo o un rol y el ‘jiko jitsugen’, que tiene que ver con la autorrealización. Mientras el ‘ittaiken’ significa, por ejemplo, la maternidad por el mero hecho de ser madre, el ‘jiko jitsugen’ explica la maternidad por la satisfacción que esta proporciona.
"Japón es una sociedad compleja, especialmente en lo que se refiere al individuo como parte de la sociedad" explican en Japonismo. "Hemos explicado muchos conceptos complejos como la jerarquía de una sociedad vertical (tate shakai), la dependencia permisiva (amae), la grupalidad de la sociedad japonesa (uchi/soto) o la dicotomía entre el deseo interior y lo que uno puede expresar (honne/tatemae), por mencionar sólo algunos. Muchos de estos conceptos nos llevan a entender la lucha interna que en muchos casos sufre el individuo japonés a la hora de relacionarse con el resto de la sociedad."
Según Gordon Matthews, el japonés crea su propio ser a través de estas tácticas:
Nivel ‘tomar por sentado’, que son las prácticas sociales incuestionables. Por ejemplo, el modo en el que se habla y trata al superior en la oficina.
Nivel ‘qué le vamos a hacer’, o "shikata ga nai", por ejemplo el "sarariiman" o trabajador que debe trabajar largas jornadas, lo hará porque es lo que se espera de él.
Nivel cultural: el nivel más ‘libre’, el del "yo" en el que cada uno puede dar rienda suelta a sus deseos e impulsos.
“Los japoneses se amoldan para justificar su ikigai durante toda la vida, para así mantener viva la idea de que merece la pena vivir en un mundo social, sea éste real o imaginario”, explica Gordon Matthews.
Tras periodos históricos como la Segunda Guerra Mundial o desastres naturales como el terremoto de 2011, durante los que lo primordial era "arrimar todos juntos el codo", y en los que los niveles del "dar por sentado" y "qué le vamos a hacer" eran los que se anteponían a los propios deseos, ha surgido el deseo de hacer las cosas “porque quiero”. Claro que primero hay que saber qué es lo que realmente se quiere, descubrir y comprender el propio ikigai y así luchar para conseguirlo. Es la oportunidad de replantearnos nuestra vida y su significado. Según Riichiro Ishida, la búsqueda del ikigai “da al ser humano la capacidad de integrar eventos psicologicamente estresantes en el pasado, presente y futuro con menos confusión o conflicto.”
Otra de las causas que hacen reflexionar sobre el propio "ikigai" es la jubilación, ya que debido al envejecimiento de la población, los japoneses disponen de más años para disfrutarla. O el hecho de que los trabajos de por vida hayan desaparecido, hace que hombres y mujeres japoneses se replanteen cual es realmente su ikigai, o si su vida está más encaminada a las obligaciones y normas sociales, la aceptación de unos roles sociales (auto)impuestos, o el propio deseo.
Este tipo de eventos, crisis personales, desastres naturales, guerras... nos dan la oportunidad de replantearnos cuestiones importantes en la vida, como puede ser el significado de nuestra vida hasta el momento, el concepto de felicidad o hasta cómo queremos vivir a partir de ese momento.
Conocerlo no es suficiente. El término no designa un comportamiento pasivo, sino propósito en acción.
Okinawa es un ejemplo. Posee la mayor cantidad de centenarios del planeta en proporción al total de su población:“Viven de media siete años más que un americano”, afirma Matthew. Si bien la calidad de la dieta juega un papel destacado para que sus habitantes logren alcanzar el siglo de vida, gracias al "hara hachi bu" (comer solo hasta que estés lleno al 80%), otros rasgos juegan un papel más importante, como disponer de un "moai": un pequeño grupo de amigos que te apoyan como lo haría una familia. Un grupo informal creado por personas que se comprometen a ofrecerse mutuamente asistencia emocional, social o incluso financiera. El concepto se originó cuando los agricultores se reunían regularmente para discutir las mejores formas de plantar cultivos y cómo apoyarse mutuamente en caso de que fallaran.
Kimiko Nishimoto es otro gran ejemplo. Encontró su Ikigai a los 71 años, y su lado artístico. Comenzó a tomar fotos de naturaleza y colores abstractos, pero algunas de sus mejores fotografías son autorretratos que reflejan su sentido del humor: en una bolsa de basura, disfrazada de gorila o simulando un atropello.
https://www.facebook.com/kimiko.nishimoto.official/

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domingo, 21 de enero de 2018

"Jung y el No Interferir en el Proceso Psìquico"

En la conformación de su propia teoría psicoanalítica, Carl Jung estudió las más diversas culturas, desde la alquimia occidental hasta el taoísmo, entre muchas otras corrientes un tanto oscuras para el pensamiento moderno. Notablemente, en su comentario al texto de alquimia interna taoísta "El secreto de la flor de oro", el psicólogo suizo revela lo que podríamos considerar el secreto para la integración de la psique humana, algo así como el mecanismo que conduce a la piedra filosofal que es el alma en su estado individuado. 
Esta forma de operar de la psique es paradójicamente un no-hacer, lo cual es, como famosamente expresó Pascal, lo más difícil que podemos hacer: no interferir, dejar que la naturaleza corra su curso, que se autorregule y que la luz de la vida se actualice en nosotros. 
Este concepto se encontraba claramente en el wu wei taoísta, pero también en la teología del dominico alemán Meister Eckhart, quien enseñó que al anular la propia voluntad, la divinidad se asentaba en el alma y la creación (el Logos) perpetuamente se rehacía en toda su gloria.
Como dice el teólogo Matthew Fox, Jung aprendió de Meister Eckhart el significado de "la liberación en un contexto psicológico":
¿Qué hicieron estas personas para hacer posible el desarrollo que las liberó? 
En tanto lo que puedo ver, no hicieron nada (wu wei) sino que sólo dejaron que las cosas sucedieran. 
Como el maestro Lü-tsu enseña en el texto, la luz circula conforme a su propia ley si uno no abandona su propia vocación. El arte de dejar que las cosas sucedan, la acción a través de la no-acción, dejar ir el propio yo, como lo enseña Eckhart, fue para mí la llave que abrió la puerta hacia el sendero. Debemos dejar que las cosas sucedan en la psique. Para nosotros, esto es de hecho un arte del cual casi nadie conoce nada. 
La conciencia siempre está interfiriendo, ayudando, corrigiendo y negando, nunca dejando que el proceso psíquico fluya en paz...
Podemos encontrar en esto, que Jung nos dice, es lo más simple (pero lo más simple es lo más difícil), la clave abierta al acertijo de la psique. Desde la misteriosa filosofía de Lao-Tse hasta la genial síntesis de racionalidad e intuición que es la obra de Jung. 
Nos dice el Tao Te King que "el sabio busca no-hacer y deja que las cosas sigan su curso". Es de sabios no interferir, pero para poder lograr realmente no interferir es necesario un gran entendimiento de la realidad, un conocimiento de los mecanismos de la mente y de la naturaleza, una confianza en esa naturaleza, en el universo, en la inteligencia cósmica, dios, etc., y la calma y tranquilidad que da ese conocimiento para simplemente observar e incluso disfrutar desapegadamente del flujo. Este conocimiento no es fácil de adquirir (aunque a la vez es lo más sencillo, es nuestra propia naturaleza) y solemos esforzarnos demasiado en intentar lograrlo... mientras tanto, podemos confiar en sabios como Eckhart o Jung y en nuestra misma intuición e intentar no aferrarnos a los sucesos y dejar que todo ocurra por sí solo, como si las cosas fueran en sí mismas perfectas y milagrosas.

miércoles, 17 de enero de 2018

"Cinco Dìas de Silencio"


Como requisito para la certificación como instructora del Método Eline Snel©: retiro de cinco días de silencio.
¿Cómo? ¿Cinco días? ¿Seré capaz? Tantas horas de meditación. Yo solo medito unos 45 minutos al día. ¿Podré? Siento, entre otras emociones, miedo. Pero un miedo positivo, curioso, ilusionado, emocionado con la novedad… un miedo cargado de juicios, de prejuicios, de anticipar algo que no sé si será así… sin juzgar, Amelia, me digo cariñosamente. Lo intento. Mi cabeza pensará demasiado, demasiado tiempo libre, incomunicación con mi chico, mi casa, mi trabajo… ¿Seré capaz?


La Experiencia
Semana previa
Inquietud, emoción, preparativos.
Me acompañará un cuaderno. Lo elijo con presencia, la textura, las hojas, el color. Preparo boli, lápiz, rotuladores. Aprenderé sobre las emociones, tema que me atrae muchísimo. Eso me anima más. Aprenderé de un maestro, compartirá con todos una pizca de sus conocimientos. Eso me anima más.
Ropa cómoda. Ropa con la que estoy a gusto. Una manta. Mi manta. Morada, acogedora, cariñosa, me ha acompañado siempre en mi camino de aprendizaje del mindfulness.
Paca, mi rana. Esta vez mini-Paca. Un poco mi álter ego. Ese regalo que llega al corazón y se convertirá en compañera de experiencias y novedades.
Y la curiosidad y el miedo, “diferente” y extraño, envueltos en papel de seda. Todo dentro de la maleta.
Habrá dos personas conocidas, con una compartiré viaje, camino, carretera. Feliz. Reconforta. Tranquiliza.
Los dos primeros días
Llegar. Tras un camino de agradable charla. Comprobando que sentimos lo mismo. Llegar y ver más caras conocidas. Más corazones conocidos. Más reconfortante.
Llegar a un lugar impecable. Cada hoja de árbol, cada brizna de hierba, cada piedra, parecen delicadamente colocados en su orden preciso y delicado. Paz.
La habitación. Una cama, un escritorio un baño. No necesitamos más.
La sala. Al entrar transmite calor de ese del corazón.
Los horarios. Vuelve el susto. ¡Venga Amelia! Podrás.
Tras una ronda en la que escuchamos las voces de todos, presentándonos, creando un álbum de personas de diferentes edades, profesiones, vidas, pretensiones… llega el silencio. Así. Sin más. Llega para quedarse cinco días.
Los dos primeros días me siento cansada, agotada, mi cuerpo y mi mente necesitan adaptarse a la rutina. Los pensamientos que se entrometen e intentan colarse en el fluir de los días me dicen “¿Qué haces aquí? ¡Con la de cosas que has de hacer allí!”. A pesar de haber más personas conocidas de las que sabía, al principio me siento una extraña en un lugar extraño haciendo cosas extrañas. No le veo finalidad… pero dejo que ese mismo fluir, ese mismo dejarse llevar por la situación que es así, me enseñe ese “porqué estoy aquí”. 

Me dejo llevar… de hecho, no hay nada más que hacer que eso, dejar que vaya pasando, apreciar cada segundo… y es eso lo que me va enseñando a valorar cada instante… y el amanecer del tercer día descubro que es eso mismo la finalidad ¡eureka!
Los otros tres días
Yo conmigo. Nada que hacer más que seguir la rutina. Yo con yo. En mí. Para mí. Compartiendo con otras personas la presencia. Compartiendo con otros un lugar en el mundo. Aprendiendo juntos. Compartiendo un amanecer, regalándole al cuerpo una sesión de Qi Qong. Unos rayos de sol. Un desayuno. Un meditar juntos.
Pasear. Echarse en la cama. Observar. Sentir.
No necesito hablar. Necesito sentir. Y descubro que siento la brisa, los olores de la mañana, los sabores de la comida. El tacto del suelo al meditar andando. De la hierba. De la madera, del terrazo.
Me descubro sentada, todos los ratos libres, en el mismo escalón de madera vieja. Ese lugar me regala el ver cómo se mueven las nubes. Cómo son de bellas las bandadas de pájaros. Cómo se mueven rítmicamente, todos al son, los cipreses. Cómo es la vida de las monjitas. Cómo una abeja se posa en una flor. Cómo es de bonita y diferente la flor de romero.
Mi cuerpo agradece la dedicación. La calma. Lo noto en la respiración, en el ritmo del corazón, en la mente despejada y centrada, atenta.
Descubro que no hablar y que no te hablen no es estar solo. A veces hablando con gente te sientes solo. Pero aquí es diferente, todos estamos conectados, en silencio, sientes al grupo. Y no te sientes para nada solo.
Me descubro de manera distinta. Comprendiendo que hay beneficios para mi ser. Me siento bien, genial.
Me siento, al igual que cuando descubrí la meditación, como una mariposa que ha salido del capullo. Libre. Extiendo mis alas y sobrevuelo el presente.
Y me doy cuenta que me gusta esta sensación. Me doy cuenta que es esto lo que quiero transmitir a los niños. Que ver las cosas de otra manera es posible. Que vivir sin remover el ayer y sin acelerar el mañana tiene beneficios. Que cuidar el cuerpo, la mente y el corazón te hace sentir bien. Que si tú te sientes bien haces que tu entorno esté bien. Y eres más capaz de responder, sin reaccionar, haciendo que tus relaciones sean mejores y las otras personas se contagien de ti.
Entonces entiendo el por qué del requisito. Y veo la importancia del retiro. Y me digo a mi misma que lo haré más veces.
Y cuando se rompe el silencio, lloro. Es un llorar que no es triste. Esos corazones que ya nos habíamos reencontrado, que conectamos en el camino del aprendizaje, se acercan y nos abrazamos.
Y agradezco todo: La compañía silenciosa y cariñosa. Las enseñanzas. La experiencia. La ramita de romero que apareció en mi silla.
Has podido, Amelia. Has superado otro escalón. Y encima has aprendido tanto, tanto de la vida, para la vida, con la vida…


“El milagro no es caminar sobre el agua. 
El milagro es caminar sobre la tierra verde en el presente, 
apreciar la belleza y la paz de la que se dispone ahora.” 
Thich Nhat Hahn

Amelia Piñana, instructora certificada por AMT España en el método Eline Snel, comparte con nosotros su experiencia de un retiro de silencio de 5 días, que fue bien diferente a todo lo que había previsto. Amelia vive en Benicarló y es psicóloga infanto-juvenil especializada en TDAH, tema sobre el que imparte formaciones y conferencia a profesionales y familias.

jueves, 11 de enero de 2018

"Abrirse al Amor"

Hemos puesto sobre la mesa un tema que no se marca de manera habitual en relación a Rock Water, pero que la clínica lo torna esencial: aprender a amarse a uno mismo, portarse bien con uno mismo.
Amarse a uno mismo es, también, aceptar todo aquello pobre, solitario, doloroso, oscuro, desdichado y malogrado que vive dentro de mí y que lo hace ser un trozo mío que rechazo y me avergüenza y que quisiera poder borrar de mi historia y mi existencia. 
Amarse a uno mismo es admitir el vaivén de la oscilación, el desgarrón de la tristeza, el estrépito de la agitación y la presión del descontrol, el vacío  y abandono que, muchas veces, cierran el corazón a la desventura, lo sombrío y necesitado. 
Amarse a uno mismo consiste, además, en no renegar de lo desagradable que forma parte de lo que uno es. Dejar de ser severos con nuestras imperfecciones y fallidos, tolerar los enredos que generamos, historias que embrollamos, relaciones que enmarañamos.
Ser compasivos con nosotros mismos es una actitud necesaria para sanar, evolucionar y seguir adelante. 
Si se carece de esta disposición, la curación se estanca y la infelicidad ocupa los rincones y parajes de nuestra vida. 
Abrirse al amor no sólo consiste en dejar que los otros o algún otro/a entre en nuestro corazón. En esencia, abrirse al amor, consiste en amarse a uno mismo y desde ese lugar, el exceso de amor que llena nuestra alma, se derrame y se comparta. 
Amar la perfección no es amar, sino una traición al amor, una apostasía donde Rock Water se encuentra atrapado. 
Mi querido Fernando Pessoa, escribió las siguientes líneas: 
El alma más perfecta es aquella que no aparece nunca. 
El alma que está hecha con el cuerpo, 
el absoluto cuerpo de las cosas, 
la existencia real en absoluto, sin sombras ni errores, 
la completa y exacta coincidencia de una cosa consigo.

Autor: Eduardo Horacio Grecco

miércoles, 10 de enero de 2018

"El Amor en los Tiempos del WhatsApp"

El amor no existe sin comunicación y los cambios en las tecnologías de la comunicación modifican las experiencias del amor de pareja. Para un joven de hoy puede significar un verdadero desafío a su imaginación escuchar el testimonio de cómo sus padres se citaban en épocas del teléfono fijo o ya resulta casi “imposible” pensar las relaciones de pareja en épocas de la carta postal. 
Como en toda experiencia de comunicación el espacio y tiempo juegan un papel esencial. El teléfono fijo acompañó a parejas de la misma ciudad, muchas veces del mismo barrio, que compartían la temporalidad de la escuela, la universidad o el trabajo. En Argentina la espacialidad de la carta -la de los abuelos o bisabuelos- correspondió a la inmigración desde otros países o interna y sus constates relecturas conquistaban la memoria y la imaginación. Teléfono y carta eran -como todo medio de comunicación- una manera de acercar espacialmente y vencer el tiempo. En ambos casos el lenguaje era cuidado y parco. En la llamada telefónica primaba la dimensión informacional mientras se contenía con cuidado la expresión de sentimientos. El abaratamiento de los costes y disponibilidad de líneas telefónicas produjo un aumento de la expresividad de los sujetos que podían “tontear” durante largos ratos.

En medio de la explosión de medios de comunicación llama la atención el chat o mensajería instantánea. Su historia es vieja, incluso se utilizaba -a su manera- antes de internet. Pero la masividad en su uso fue conquistada por MSN Messenger lanzado por Microsoften 1999. Existe decenas de tipos de chats con fines y usos muy diferentes: chat privados, públicos; para la búsqueda de pareja; para la búsqueda de sexo ocasional; para asesorar compras, trámites, etc.; etc. Entre los más conocidos programas y protocolos de mensajería instantánea tenemos Telegram, Hangouts, Skype, Facebook Messenger, Yahoo Messenger, etc. En particular por la intensidad y particularidades de su uso quisiera detenerme brevemente en WhatsApp.
El título de este breve texto podría pronunciarse al ritmo de bachata para simbolizar una acción que es parte no sólo de la comunicación sino también, y sobre todo, de las subjetividades trenzadas por los afectos y deseos. WhatsApp es, según los artículos periodísticos que la mencionan “un servicio de mensajería imprescindible para millones de personas a lo largo y ancho del mundo” y debe ser cierto a juzgar por la experiencia que caracteriza como tal -como “imprescindible”- el uso de tal aplicación. En abril de 2016 había 900 millones de usuarios, es probable que haya pasado ya de los 1000 millones. Aunque como toda tecnología debe mantener la novedad permanentemente y mucho son lo que se están pasando a Telegram.
Las tecnologías -aparatos y lógicas; hard y software- no son solo cosas sino dimensiones de la subjetividad. Sueños, deseos, emociones, esperanzas, expectativas… identidades, intimidad… modos de vivir y convivir, de ser pareja, amigos o familia… toda nuestra subjetividad está atravesada y constituida tecnológicamente. Este punto es lo que no entienden los que aplican una visión instrumental para explicar la relación de los humanos con la técnica en general y con las técnicas de comunicación en particular. 
No usamos aparatos, somos con ellos, más aún, existimos en ellos. Humanidad y tecnologías no tienen una relación de exterioridad sino de intimidad. Nuestra alma no “está en el cuerpo” sino que “anima la tecnología” como sistema social. La tecnología no está “afuera” sino que “alienta el ánima social”. Tal vez por ello no interesa saber el funcionamiento técnico de las cosas sino su artimaña o estratagema antropológica y social que consiste en la invitación y la experiencia a usarlas de manera intuitiva, irreflexiva, reactiva y emocional.
Aunque WhatsApp es una aplicación que permite los mensajes multimedia (sonidos, fotografías, videos) resulta clave pensar en la centralidad de la escritura. El lenguaje de WhatsApp hereda de los SMS texto escrito, abreviado y poblado de emoticones. La prioridad del texto escrito sigue vigente sobre el uso de sonidos e imágenes. Su uso está tan naturalizado que los usuarios dicen que “hablaron” con alguien cuando en realidad han intercambiado textos escritos.
En ese intercambio producen diversas situaciones interesantes. 
Primera situación: alteraciones en el intercalado de inquietudes y frases escritas. El usuario que inicia la conversación escribe fragmentando sus mensajes en múltiples envíos concentrado en lo que quiere expresar. El usuario que responde lo hace en función de la lectura de un mensaje que mientras escribe queda ubicado después de otros que no tienen nada que ver; incluso debe corregir mientras escribe porque ya recibió otro mensaje que le ayuda a entender de otra manera el primero que leyó. La serie de (mal)interpretaciones se sucede indefinidamente hasta que alguno se da por vencido y dice que hay que hablar cara a cara. 
Otra situación: aunque la tecnología ha perfeccionado los softwares predictivos o autocorrectores la cantidad de palabras que “aparecen” en medio de una conversación que no tienen nada que ver son muchas. Siempre desconcierta al interlocutor y dependiendo del tono de la conversación puede generar risa o discusión. 
Una tercera situación: los niveles de educación reflejados en la expresión escrita. La inmediatez, la rapidez, lo reactivo de la escritura lleva a situaciones donde las matizaciones parecen un lujo de intelectuales.
Destaco estas situaciones, pocas y breves, sólo buscando desnaturalizar la mediación de la escritura y del teclado en un nuevo tipo de vivencia de la “oralidad” que comunica sin el lenguaje corporal de la cara, los gestos, las posiciones, la distancia. Esta “oralidad” sin cuerpo encuentra apoyo en los emoticones o emojis que en su polisemia muchas veces refuerzan las malas interpretaciones.
La experiencia del amor en tiempos del WhatsApp tiene otras aristas como la que se podría llamar, la “expansión” de las citas. En una pareja en la etapa de enamoramiento, antes de reunirse los intercambios se aceleran preparando el encuentro con declaraciones de amor, de necesidad, de mimos… al terminar los intercambios se prolongan declarando la imposibilidad de estar separados… y la necesidad de volver a verse. 
Pero más allá de estas y otras decenas de detalles, que podemos listar para una interpretación, importa pensar radicalmente la constitución tecnológica de las relaciones humanas: hoy, por ejemplo, dos jóvenes no podrían imaginar su relación de pareja sin celular y WhatsApp. En este inimaginable tratamos de pensar.
Autor: Daniel H. Cabrera

martes, 9 de enero de 2018

"Unir el Agua del Amor con el Fuego del Deseo"

Crees que no te aman a causa de que no sientes tener un lugar en la vida de la persona que amas. Te pido que me permitas recordarte que el amor no está habitado de lugares sino de sentires. Si no hay sentires hay que preguntarse si el amor está presente. 
Creo que no estás de acuerdo conmigo, para ti es importante tener un lugar y sé que cuando aludes a lugares, no hablas de un lado de la cama, ni de cajones para guardar tu ropa. Que el lugar al cual te refieres se trata de un espacio en la vida de otra persona. De un sitio donde encontrar amor y deseo. 
Escucha: el deseo se enciende y se apaga al vaivén de hormonas, jadeos, parpadeos y humedades. El amor, en cambio, crece, avanza y, aunque no lo veas, siempre está. No depende de lo que el otro despierta en ti, sino de lo que de tu ser comprometes con el ser del otro. El deseo lleva a la explosión, el amor a la implosión. 
Es placentero desear y ser deseado, pero hay gozo en amar y ser amado. Cuando la conciencia es capaz de saber esperar "el momento del amor", sin dejarse aturdir por el exceso o la falta de deseo, el mundo permanece como un espacio que acaricia, envuelve y cobija. 
Cuando el amor y el deseo tejen una red, las personas viven una experiencia maravillosa que derrama su agua viva hasta ese intangible punto donde el universo comienza y termina. El agua mansa del amor se conjuga con el corazón sereno, y el río presuroso del deseo con el ardor visceral. Ambas son aguas de las cuales, hombres y mujeres, estamos sedientos. Una, la pacífica, invita a meditar mientras que la otra, agitada, a realizar. El Sabio, sabe distinguir entre una y otra, pero bebe de las dos. Mientras el amor arraiga, el deseo hiende, mientras el amor, como el agua, busca las profundidades el deseo el horizonte. 
Curiosa contradicción que enseña que el arraigo no es apego, ni la búsqueda del cielo libertad. Que raíz y rama son partes de un todo, unida una a la otra, por el madero de un tronco que, como la columna vertebral liga y sostiene, lo divino con lo humano, el cielo con la tierra. Un madero vertical donde se apoya otro horizontal, que representa la unión del hombre y la mujer en ese punto milagroso del sexo sanador y redentor. Por eso, la cruz, y por eso la horizontalidad –literal o simbólica-.de la sexualidad. 
El deseo nos lleva a penetrar el laberinto en busca del amor y es, el amor el que nos permite salir de él. Quién solo se deja llevar por el deseo, sin hallar el amor, corre el riesgo de quedar encerrado en pasillos oscuros. Quién solo pacta con el amor podrá salir del laberinto pero, tal vez, habrá olvidado la pasión de su búsqueda. En ese punto necesitamos, para no perder uno u otro, unir el agua del amor con el fuego del deseo.
Rock Water vive de manera disociada el amor del sexo y el sexo del amor, la piedra del agua y el agua de la piedra. Su labor es engarzar estas polaridades y enseñar que, la moral sin compasión no es moral sino prisión, que la disciplina sin placer es una evasión y que el deseo sin amor o el amor sin deseo son, ambas dos, pasiones infecundas. 

Autor: Eduardo Horacio Grecco

sábado, 6 de enero de 2018

"Flores de Bach y Constelaciones Familiares"

Extracto de la Ponencia de Carmen Hernández en el Congreso SEDIBAC , Mayo 2009:

Desde que el Dr. Bach sentó las bases del sistema floral, éste ha ido ampliándose y enriqueciéndose gracias a las aportaciones de muchas personas.
Por otro lado, maestros de otros ámbitos como la psicología o la física cuántica, que trabajando con otras herramientas, han llegado a conclusiones similares y/o completentarias a las de Bach sobre cuestiones como el origen de las enfermedades, el conflicto o el amor.
Hoy quisiera aproximarles de manera sencilla a las comprensiones que aportan las constelaciones familiares, y compartir con ustedes las conclusiones que he adquirido al combinar, tanto en mi experiencia personal como profesional, el tratamiento floral de Bach con las constelaciones familiares. Un principio de sinergia del trabajo de dos grandes maestros que, a mi entender, facilita al paciente la vuelta al aquí y ahora, y fomenta el estar en sintonía con el Alma.
Las Constelaciones vienen de la mano de Bert Hellinger, un psicoterapeuta alemán con casi 90 años y una vida llena de experiencias. Consiguió huir de los fascistas durante la 2ª Guerra Mundial y fue misionero en Sudáfrica hasta que le preguntaron: “¿qué es más importante para usted, los ideales o la gente?...” Tras pasar la noche en vela, colgó los hábitos y se orientó fundamentalmente hacia la gente.
Como el Dr. Bach, Hellinger dejó lo seguro y conocido para acabar descubriendo una nueva dimensión de cómo cuidar el alma.
Se formó en Psicoanálisis, Gestalt, Análisis Transaccional y otras disciplinas. Tras la experimentación e integración de estas terapias desarrolló su propia terapia familiar sistémica, las Constelaciones Familiares. Desde hace 25 años recorre los cinco continentes aportando soluciones sistémicas a las familias, al ámbito educativo y al organizacional.
Hellinger se dio cuenta al trabajar con sus pacientes que la familia y las relaciones que se dan en ella son el punto de partida de muchas de nuestras dificultades físicas, psíquicas y emocionales. No podemos desarrollarnos con plenitud y normalidad hasta que no nos sentimos en paz con el sistema familiar del que provenimos. Muchas personas creen poseer una personalidad al margen de su origen familiar y esto se muestra como una ilusión en el trabajo de las Constelaciones. Cada uno de nosotros estamos unidos a nuestra familia a través de lazos que nos conectan con varias generaciones anteriores, de forma inconsciente, y mucho más intensa de lo que suponemos.
Hellinger observó, haciendo terapia, que cuando se encontraba con personas que tenían dificultades importantes para vivir su vida, coincidía con que se habían dado en sus familias de origen alguna “irregularidad” relacionada con tres leyes. Estas tres leyes son conocidas actualmente como Órdenes del Amor y las extrajo trabajando con las constelaciones:

Todas las personas forman parte de su sistema familiar

Cada persona forma parte de una familia a la que está vinculada por profundos lazos de amor y lealtad. Más allá de que tengamos o no relación con nuestra familia de origen, seguimos de manera inconsciente sus maneras de hacer y patrones.
En ocasiones, alguien se enfada con su padre o con su madre y corta la comunicación pensando que de esa forma resuelve la situación. Entonces, sucede que misteriosamente siguen operando unas dinámicas que le llevan a él o a sus descendientes hacia el malestar o la enfermedad. Opera lo que se conoce como Amor que enferma.
La experiencia muestra que considerar indignas nuestras raíces nos debilita y que el Amor que sana solo puede fluir entre los miembros de un sistema tras el asentimiento a lo que son. A que forman parte del sistema tal como son. Aunque ello conlleve sentir dolor por un tiempo, el dolor previo al asentimiento o aceptación.

Cada miembro de la familia tiene un lugar

Cada miembro de la familia tiene un lugar, un derecho a pertenecer vital. En el momento en que se excluye a algún miembro, otro miembro de esa generación o posterior se excluirá también, de manera inconsciente, para equilibrar el sistema.
Se excluye a un miembro de la familia cuando deja de contarse con esa persona porque ha hecho algo que no nos parece bien o porque deja de hablarse de ella porque nos duele. Exclusiones habituales que suelen darse son los abortos o los que murieron a edad temprana, las familias biológicas de los niños adoptados, antiguas parejas importantes con las que hubo sexualidad, los individuos con adicciones o trastornos mentales, uno de los dos padres en el caso de las separaciones con mucho conflicto…
La exclusión será encarnada por un individuo del sistema a través de algún síntoma, como puede ser adicción, depresión, enfermedades, dificultad para caminar en pareja, incapacidad para realizar la profesión…

Hay un orden que se ha de respetar

Cada individuo del grupo tiene también una función concreta de acuerdo a su edad, y debe asumir la función que le corresponde.
A veces uno de los padres no tiene mucha fuerza para realizar la tarea que le toca, y entonces el hijo transgrede el orden, a pesar de las consecuencias que esto comporta. Si por ejemplo, el padre está enfermo, el hijo puede enfermarse como diciendo internamente “mejor me voy yo en lugar de que te vayas tú”. También el hijo puede colocarse por encima del padre creyendo que el lo hará mejor y, por tanto, invalidándolo. Esto, después le dificultará las relaciones afectivas adultas, porque buscará en la pareja algo que no recibió del padre y que es imposible tomar de cualquier otro lugar.
Siempre que no se respetan los Órdenes del Amor en los sistemas familiares, algún familiar de esa misma generación o posterior, encarnará, a través de algún síntoma, este desorden. Es lo que se conoce como estar implicado sistémicamente. Ese familiar estará llevando algo que no le corresponde, y esta implicación le perjudicará en su presente.

En el trabajo de Constelaciones, las implicaciones sistémicas o dinámicas ocultas que están operando, salen a la luz. Al hacerlo, se pueden restablecer los Órdenes del Amor, dando a cada miembro de la familia un lugar de dignidad y respeto y apareciendo soluciones, a menudo sorprendentes, para el bienestar y alivio de todos los componentes de la familia.
En la medida en que integramos o nos desapegamos de los asuntos inconclusos del pasado, el Alma mueve a las personas sin las interferencias o defectos de los que hablaba Bach. Dichas personas ganan presencia en el aquí y ahora. La Terapia floral de Bach facilita este proceso de des‐implicación y exploración de otras maneras de sentir, actuar o pensar más acordes al Cosmos.
Las dinámicas mediante las que nos implicamos con nuestra familia y entramos en desarmonía con el Alma, son básicamente dos:

1.- La identificación con un familiar 
2.- El movimiento de amor interrumpido.

La identificación con un familiar

La identificación puede darse con algún antepasado del que no se habla jamás, con alguien de la generación actual que murió pronto, o con alguien también actual que parece no existir para el resto de los miembros familiares. En algunos casos la identificación solo sale a la luz en el momento de constelar y en otros casos es bastante obvia sin necesidad de llegar a constelar. Por supuesto, en cualquier caso puede acompañarse este proceso de des‐ identificación floralmente.
Veamos un ejemplo de identificación obvia. Dentro del sistema familiar hay distintos vínculos: el que va de padres a hijos, el que va de hijos a padres, el de la pareja o el que se da entre los hermanos. A través del trabajo de las Constelaciones se ha comprobado que el vínculo más potente es el que hay entre los hermanos. Parece ser que lo que genera más dolor es la aceptación de que a uno de nuestros hermanos le haya ido o le vaya mal en la vida.
Si el terapeuta floral, al recoger los datos con respecto a la familia del paciente, descubre que hubo hermanos muertos a edad temprana o abortados, o tiene hermanos discapacitados o con un destino difícil de enfermedad o adicción, casi seguro que el paciente está implicado en alguna dinámica inconsciente con su hermano.
Solo cuando el destino de ese hermano no se ha convertido en un secreto familiar y la familia lo cuenta como hijo, más allá de que no llegara a nacer, muriera pronto o esté ingresado en un centro, ese familiar estará integrado en el sistema y ningún hermano estará implicado. Si no es así, el paciente suele tener la fantasía inconsciente de que a él le va bien gracias a que al otro le ha ido mal, y trata de compensarlo renunciando a vivir su propia vida o partes de su vida.
Cuando me encuentro con un caso así, acompaño al paciente en un proceso de des‐implicación. En mi consulta tengo clicks de Famóbil de diferentes tamaños y género, y le pido al paciente que escoja a un representante para cada miembro de su familia, incluyendo también a ese hermano. Después le pido que los disponga de alguna manera siguiendo su intuición, y que observe la imagen tranquilamente. Generalmente, al ver al completo todo su sistema familiar, la persona tiene un impacto emocional que ayuda a la des‐ implicación. Para hacerlo más obvio, le digo que repita alguna frase sanadora de inclusión, como:
‐Hermano, ahora te veo y te doy un lugar en mi corazón
‐Yo soy inocente y te pido que mires con buenos ojos, si a mi me va bien
‐Ahora me doy cuenta de que somos ‘x’ número de hermanos.

Flores apropiadas para la identificación

En la dinámica de la identificación, lo que sucede, por supuesto a nivel inconsciente, es que la persona está siguiendo el patrón o parte del patrón de otro familiar, se somete, y no cree tener derecho a la propia vida.
Desde mi punto de vista como consteladora y terapeuta floral, aplico para esta dinámica alguna o algunas de las siguientes flores, atendiendo al rasgo más marcado que veo en el paciente: Centaury, Red Chestnut o Pine.
Centaury: flor tipo que según Bach, permite aprender la lección de la Firmeza. Integrar la firmeza y aceptar el destino de alguien cercano, más allá de lo que le haya pasado, es madurar. Tras eso, uno puede ya encargarse de su misión particular de vida.
Es una buena flor para trabajar el “desenganche” y protege el aura de estas fugas energéticas que se están dando en el campo del sistema familiar.
Pine: extensión de Centaury, es una flor muy apropiada cuando la identificación es con un hermano que falleció pronto o no llegó a nacer. Porque en ese caso siempre hay en lo profundo, un gran sentimiento de culpabilidad por tener la vida o, como definen algunos autores, “Pine no cree tener derecho a la vida, motivo por el cual se menosprecia y deambula por ella con su “cruz a cuestas”. “Parece que está rindiendo cuentas por un karma mal traducido”. Efectivamente, debido a un Amor enfermo inconsciente, el individuo Pine se está haciendo cargo de algo que no le corresponde.
Red Chestnut: también entendida aquí como extensión de Centaury, trabaja el vínculo entre el paciente y el excluído, sanea esa unión en un plano equivocado. Esta esencia me parece más apropiada en los casos en que hay una identificación con un hermano que está vivo y tiene un destino difícil, ya que pueden tomarla los dos. Un destino difícil puede ser un trastorno mental, una adicción, una enfermedad física, etc.
Trabaja la independencia, la individuación y la autonomía. Da libertad para seguir el propio camino. Permite pasar de una preocupación enfermiza por el otro a un cuidarlo desde la conciencia.
El movimiento de amor interrumpido

El amor se convierte en dolor en algunas situaciones y el niño, para protegerse de ese dolor, corta el flujo de comunicación amorosa con los padres. Esto dificulta que en el futuro establezca vínculos afectivos y se ponga en contacto con lo amoroso.
Situaciones donde el amor se convierte en dolor son, por ejemplo, un niño que quiere estar con la madre pero no puede porque está ingresada en un hospital, o un recién nacido que está en la incubadora más tiempo del habitual, o un niño que pierde a su padre pronto, o que la madre se marcha un tiempo a trabajar fuera. En todos estos casos el amor se convierte en dolor. Este dolor es la otra cara del amor, pero en el fondo es exactamente lo mismo. El dolor es tan grande que más tarde el niño no quiere volver a tocarlo nunca más y, en vez de acercarse a la madre o a otras personas, prefiere mantenerse alejado de ellos, sintiendo rabia o indiferencia.
Una de las maneras de que el paciente vuelva a sentir amor y pueda vincularse de verdad con otras personas, es acompañarle a contactar con lo que sintió entonces. Reconocer y ponerse en contacto con el dolor que hubo le permite liberarse y reconectarse, poco a poco, al amor que cortó y que es fuente de las expresiones amorosas del resto de nuestra vida.
En consulta individual también realizo con el paciente un trabajo con clicks. Le digo que elija uno que le represente a él y otros para el padre y la madre. Y después de conformar la imagen, igual que en el caso anterior, le pido que lo observe y se deje sentir. También le doy algunas frases para que ponga palabras a lo sucedido:
‐Mamá, te necesitaba en esos momentos y me dolió mucho que te fueras.
‐Mamá, creí que no me querías y me sentí muy solo.
‐Mamá, tengo miedo a que me rechaces y quiero acercarme a ti.

Restablecer el flujo de amor con los padres no significa cambiar la relación con ellos. De hecho, no se toma ninguna decisión a nivel mental por restablecer dicho flujo. Lo que sucede es algo sutil que tiene que ver con ponerse en consonancia con el lugar del que provenimos, dejar de estar en lucha con lo que nos dieron y con cómo nos lo dieron. Éste estar en paz y reconocernos como parte de una “tribu” da mucha fuerza y, paradójicamente, cambia la relación. Aceptar a los que forman parte del sistema tal como son, es el paso previo para poder aceptarnos a nosotros mismos tal como somos. Es difícil de explicar exactamente con palabras ya que es una experiencia.

Flores apropiadas para el movimiento de amor interrumpido

En el trabajo de constelaciones, se observan básicamente en esta dinámica dos posturas en los pacientes: enfado o Willow, e indiferencia o Agrimony. Ambos son estados emocionales secundarios que protegen de sentir el estado emocional primario, dolor.

Willow: aquí como extensión de Chicory, ayuda cuando hay enfado por la “injusticia sufrida”. Este enfado en realidad sirve como pretexto para no entrar en la vivencia del dolor de la pérdida o “abandono” de los padres. La toma de la esencia ayuda a la aceptación de lo que hubo, para pasar de ser víctima a ser dueño del propio destino. Ayuda a nadar a favor y no en contra del flujo de la vida.
Agrimony: la máscara de indiferencia para no contactar con el dolor suele hacerse consciente mediante esta esencia. En la medida en que encaramos lo que hay en las profundidades, baja el grado de ansiedad. Encargarse de los asuntos pendientes, relaja. Permite aprender a vivir en paz con emociones no tan “positivas” como la tristeza, el dolor o la rabia.

Otras esencias también muy útiles desde la mirada sistémica son Estrella de Belén (traumas), Cherry Plum (trastornos mentales en familias donde ha habido dos ideologías muy diferenciadas y en oposición), Walnut (protección y soltar patrones), Chicory y Heather (carencias afectivas)

Por otro lado, desde la mirada de la terapia sistémica, el terapeuta podrá acompañar al paciente a ponerse en paz con sus raíces, en la medida en que él mismo vaya poniéndose en paz con las suyas. El verdadero respeto hacia el otro y su familia nace del respeto hacia uno mismo y su propia familia. Es recomendable que la actitud terapéutica sea de respeto hacia el sistema familiar del paciente. Haya sucedido lo que haya sucedido, el terapeuta puede acompañar al paciente en su dolor sin entrar en el juicio hacia sus padres, ya que este juicio, en lo profundo, seguiría fomentando la lucha del paciente, en lugar de la aceptación. Una manera de facilitarlo es visualizar puntualmente al paciente con sus padres detrás, como apoyándole.


Info del Artículo Completo
Título: Flores de Bach y Contelaciones Familiares, una sinergia que trae al presente
Resumen: Cada persona forma parte de una familia a la que está vinculada por profundos lazos de amor y lealtad. Más allá de que tengamos o no relación con nuestra familia de origen, seguimos de manera inconsciente sus maneras de hacer y patrones.(Flores de Bach)
Autor: Carmen Hernández Rosety ©2009
Link: www.anthemon.es/...







jueves, 4 de enero de 2018

Baños de Bosque


Baños de bosque es el término que designa una nueva actividad: 
caminar por la naturaleza con los cinco sentidos. 

No sería muy raro que en futuro no muy lejano fuéramos al médico y este nos prescribiera paseos por el campo de dos a tres veces por semana, de una duración aproximada de una hora, durante tres meses y que nos citara después, para comprobar los resultados. Es probable que este tratamiento fuera para bajar la presión sanguínea, para combatir el estrés o como ayuda, si estamos luchando contra el cáncer. Sin fármacos ni costo alguno para nuestro plan de salud.
Japón, el país que acuñó el término karoshi -muerte por exceso de trabajo-, el país de la competitividad y con las tasas más altas de suicidios, mira ahora a la naturaleza y a sus bosques  para recuperar su paz y equilibrio. 
El vocablo Shinrin-Yoku, inspirado en el anciano y practicante budista Shinto, consiste en dejar que la naturaleza entre por los cinco sentidos, un “baño de bosque”, como lo llaman los anglosajones. Se trata de dar paseos por un entorno natural poniendo atención al olor que desprenden las plantas, el ruido del viento en las hojas de los árboles y toda la gama de colores y texturas que el entorno nos ofrece. Los expertos aconsejan tomarse un té o una infusión para que el sentido del gusto participe también de esta experiencia. Y por supuesto, apagar los móviles, no llevar cascos y evitar ir hablando con alguien sobre el nuevo plan que la empresa planea implementar para después de las vacaciones. No se trata de una meditación, pero si es básico que nuestra atención esté centrada en el entorno y no se dedique a su pasatiempo favorito: la anticipación de problemas.


Uno de los pioneros en los estudios sobre el impacto de la naturaleza en nuestra salud y bienestar es Miyazaki, antropólogo fisiológico. Miyazaki sostiene que el ser humano ha estado la mayor parte de su vida evolutiva en contacto con la naturaleza y es allí donde se siente más cómodo y a gusto, porque durante nuestra evolución hemos estado el 99,9 % de nuestro tiempo en entornos naturales y uestras funciones fisiológicas están todavía adaptadas a este medio.
Sus estudios empiezan a demostrar, gracias a técnicas avanzadas de neurobiología, que interactuar con la naturaleza disminuye la actividad del córtex prefrontal, la parte del cerebro, donde residen las funciones cognitivas y ejecutivas como planificar, resolver problemas y tomar decisiones. En cambio, la actividad se desplaza a otras partes del cerebro relacionadas con la emoción, el placer y la empatía, características más próximas a la creatividad que a la productividad.
El inmunólogo Qing Li, de la Escuela de Medicina de Tokio, ha demostrado también que un paseo por un bosque o por un parque aumenta significativamente la concentración de células NK –siglas procedentes del inglés natural killer– en la sangre, un tipo de glóbulo blanco que contribuye a la lucha contra las infecciones y el cáncer. Según Li, los compuestos volátiles emitidos por los árboles son los principales responsables de este efecto beneficioso sobre el sistema inmunitario. Muchos de estos compuestos aromáticos naturales, como pinenos, limonenos, cedrol o isoprenos, son usados en aromaterapia y medicina holística.


¿Qué hacemos generalmente los seres urbanos cuando hemos acabado nuestras faenas diarias y queremos desconectar? Ver la tele, las redes sociales o wasapear, en una palabra, fijar la mirada en una pantalla. Esta costumbre es la que ha hecho a las personas más agresivas, narcisistas, superficiales, distraídas, ansiosas y depresivas.
La solución parece residir en las cosas más simples y, curiosamente, más poéticas; es decir, sin afán mercantilista, ni valor cuantificable. Como un artículo del Outside Magazine cuenta, “Rachel y Stephen Kaplan, de la University of Michigan repararon en que la mayor parte de las actividades de la vida diaria, requieren una atención directa y focalizada, como chequear el email, trabajar frente a un computador o encontrar estacionamiento”. A la pregunta que los Kaplan se hacen, “¿Cómo descansar nuestras mentes de esta función?” Ellos mismos responden con el término “soft fascinación” y lo describen como “lo que pasa en tu mente cuando ves una mariposa, la puesta de sol o la lluvia”. En una palabra, poesía.
¿Qué ocurre cuando se vive en plena ciudad y no hay bosques cerca por los que los que pasear? Los parques también son pequeños oasis de naturaleza y, en el peor de los casos, siempre es mejor ver fotos de naturaleza o el árbol que se alcanza desde la ventana, que la pantalla del móvil. Estudios han demostrado que tras pequeños paseos por zonas verdes, o incluso la simple visión de imágenes de naturaleza, hace que los sujetos de dichos experimentos respondan mucho mejor en los test cognitivos, se sientan más felices y sean menos egoístas cuando interactúan con otros.
Ya sabe, cambie más a menudo la pantalla por la vida real y experimente la belleza que hay en un árbol, una hoja o una hormiga que traslada, sin apenas esfuerzo una ramita mucho más grande que ella.

¿Cómo practicar un baño de bosque?

Qing Li, el profesor de medicina de Tokio, ha elaborado una lista de pautas básicas pensadas para favorecer en lo posible la interacción entre los árboles del bosque y el sistema inmunitario humano. El profesor Li se cuenta entre los científicos líderes en el campo de la medicina del bosque. Estos son sus consejos:
Quédese al menos dos horas en un entorno boscoso y no camine más de 2,5 kilómetros aproximadamente. 
Si dispone de 4 horas, haga un recorrido de unos 4 kilómetros. Para fortalecer sus células nulas y las proteínas anticancerosas, también a largo plazo, se recomienda una estancia de 3 días seguidos en una región boscosa.
Planee el paseo o la excursión teniendo en cuenta su condición física. Procure no cansarse.
Si experimenta una sensación de fatiga, haga una pausa siempre que lo desee y durante el tiempo necesario. Para ello busque un lugar donde usted se sienta bien.
Si tiene sed, es mejor que beba agua o té.
Busque un lugar que llame su atención espontáneamente y le invite a quedarse. Siéntese y tómese allí su tiempo, por ejemplo, para leer o meditar. Pero, en cualquier caso, para disfrutar del maravilloso ambiente que le rodea y distenderse.

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https://www.mundonuevo.cl/banos-de-bosque/