martes, 9 de enero de 2018

"Unir el Agua del Amor con el Fuego del Deseo"

Crees que no te aman a causa de que no sientes tener un lugar en la vida de la persona que amas. Te pido que me permitas recordarte que el amor no está habitado de lugares sino de sentires. Si no hay sentires hay que preguntarse si el amor está presente. 
Creo que no estás de acuerdo conmigo, para ti es importante tener un lugar y sé que cuando aludes a lugares, no hablas de un lado de la cama, ni de cajones para guardar tu ropa. Que el lugar al cual te refieres se trata de un espacio en la vida de otra persona. De un sitio donde encontrar amor y deseo. 
Escucha: el deseo se enciende y se apaga al vaivén de hormonas, jadeos, parpadeos y humedades. El amor, en cambio, crece, avanza y, aunque no lo veas, siempre está. No depende de lo que el otro despierta en ti, sino de lo que de tu ser comprometes con el ser del otro. El deseo lleva a la explosión, el amor a la implosión. 
Es placentero desear y ser deseado, pero hay gozo en amar y ser amado. Cuando la conciencia es capaz de saber esperar "el momento del amor", sin dejarse aturdir por el exceso o la falta de deseo, el mundo permanece como un espacio que acaricia, envuelve y cobija. 
Cuando el amor y el deseo tejen una red, las personas viven una experiencia maravillosa que derrama su agua viva hasta ese intangible punto donde el universo comienza y termina. El agua mansa del amor se conjuga con el corazón sereno, y el río presuroso del deseo con el ardor visceral. Ambas son aguas de las cuales, hombres y mujeres, estamos sedientos. Una, la pacífica, invita a meditar mientras que la otra, agitada, a realizar. El Sabio, sabe distinguir entre una y otra, pero bebe de las dos. Mientras el amor arraiga, el deseo hiende, mientras el amor, como el agua, busca las profundidades el deseo el horizonte. 
Curiosa contradicción que enseña que el arraigo no es apego, ni la búsqueda del cielo libertad. Que raíz y rama son partes de un todo, unida una a la otra, por el madero de un tronco que, como la columna vertebral liga y sostiene, lo divino con lo humano, el cielo con la tierra. Un madero vertical donde se apoya otro horizontal, que representa la unión del hombre y la mujer en ese punto milagroso del sexo sanador y redentor. Por eso, la cruz, y por eso la horizontalidad –literal o simbólica-.de la sexualidad. 
El deseo nos lleva a penetrar el laberinto en busca del amor y es, el amor el que nos permite salir de él. Quién solo se deja llevar por el deseo, sin hallar el amor, corre el riesgo de quedar encerrado en pasillos oscuros. Quién solo pacta con el amor podrá salir del laberinto pero, tal vez, habrá olvidado la pasión de su búsqueda. En ese punto necesitamos, para no perder uno u otro, unir el agua del amor con el fuego del deseo.
Rock Water vive de manera disociada el amor del sexo y el sexo del amor, la piedra del agua y el agua de la piedra. Su labor es engarzar estas polaridades y enseñar que, la moral sin compasión no es moral sino prisión, que la disciplina sin placer es una evasión y que el deseo sin amor o el amor sin deseo son, ambas dos, pasiones infecundas. 

Autor: Eduardo Horacio Grecco

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