sábado, 25 de noviembre de 2017

"Nick Drake, Seducido por la Tristeza"

Nick quiere tocar la guitarra. Y leer a William Blake. 
Nick quiere pasear, componer, hacer poesía. Nick quiere ser feliz y ya no puede.
Nick no quiere hablar, no quiere dar entrevistas, no quiere dar conciertos, no quiere mostrarse de cara al público. Sólo es capaz de soltar sus demonios a través de su música.
 Su mundo se va oscureciendo. Nick es internado. 
Nick vuelve a casa de sus padres, que lo aman profundamente y van a cuidarlo.
La madrugada del 25 de noviembre de 1974 Nick consume, no se sabe si voluntariamente o por accidente, una sobredosis de antidepresivos. 
Nick muere.

¿Cómo se explica este desenlace para un muchacho talentoso, que, aparentemente, lo tenía todo? La manera más simple de decirlo es usando la palabra "depresión". Y ¿qué es la depresión? En geografía se dice que es "una zona del relieve terrestre situada a una altura inferior que las regiones circundantes", es decir, un hoyo. Y fue ahí donde Nick cayó. Como por un túnel oscuro y asfixiante su viaje lo llevó al inframundo.
La primera vez que escuché un tema de Nick Drake me sentí como si estuviera de paseo por el paisaje más hermoso del mundo. Mi alma se enalteció ante lo sublime. Sentí que lo más esencial de mi ser se sintonizaba con lo más esencial del suyo, y esto nos hermanaba con tantos más, aquellos, los llamados, por una inexplicable razón, a sentir más que el resto. 
A las personas"extremadamente sensibles" todo les llega amplificado. Lo hermoso los devasta, porque lo sienten con tanta intensidad que lo resienten con el alma y con el cuerpo. 
Esta sensación de sentirse diferentes, vulnerables, en riesgo, les confunde. No saben si algo anda mal en ellos. Y las opiniones de los otros los abruman, sólo pueden escucharlas como críticas, lo que aumenta la sensación de "no ser capaces de hacerlo bien". Esto los lleva a aislarse y es en esta trampa donde se suelen sumergir en sus aguas más profundas sin volver a tener un contacto real con el resto. Es así como -yo imagino-  Nick se fue de este mundo, mucho antes de morir, diluido en las notas de alguna canción, horas y horas tocando su guitarra, la única que lo comprendía, lo acogía y le daba algo de paz. 
¿Pudo Nick (y tantos otros) haber salido de este hoyo? Categóricamente, SI.
La gran compañera de los extremadamente sensibles generalmente es la tristeza, una emoción irrenunciable ante algunas situaciones de la vida. Necesaria, hasta cierto punto, que después de él suele seducir para mantenernos atrapados y llevarnos a recorrer un peligroso camino: llanto, melancolía, desolación, victimización, autocompasión, encierro, oscuridad y muerte.
¡No! no es este el único camino. Se puede ser feliz sin renunciar a la sensibilidad. Se puede volver de la tristeza. Ir y venir sin salir perjudicado. Se puede llegar al éxtasis de la contemplación y volver. Abrazar la locura y volver. Caer en el profundo hoyo y volver. 
Nick vuelve, una y otra vez. Cada vez que alguien se maravilla con sus canciones, lo salva del olvido.
La tristeza es sólo una emoción, no un estilo de vida. Si lo comprendes habrás comenzado el camino de regreso...


viernes, 24 de noviembre de 2017

“La Tecnología nos está Desconectando y Esclavizando”

Hace siete años, alguien dijo que la socióloga estadounidense Amber Case (Portland, 1987) venía del futuro para contarnos en qué podríamos convertirnos si nos dejábamos seducir, sin reservas, por la tecnología. Fue después de una charla TEDx que la también definida como ciberantropóloga llamaba la atención sobre cómo los humanos estábamos dejando en manos de la tecnología demasiadas cosas importantes. La capacidad de memorizar, de recordar, de comunicarnos, de empatizar. Entonces, el uso de Whatsapp no estaba extendido, no existía Instagram y tampoco el concepto de imagen de marca aplicado a los individuos. Hoy, con todo esto sobre la mesa, Case reivindica volver a los básicos, a los objetos que duran; buscar espacios de reflexión y la tecnología calmada. Solo así, al recordar quiénes somos, podremos volver a conectar con nosotros mismos. “La naturaleza es la mejor diseñadora, tenemos que volver a inspirarnos en ella para vivir”, explicaba en su última visita a Madrid para la presentación de la nueva edición de la revista TELOS, de la que es portada.

¿Qué estamos haciendo mal?

Cuando me levanto por la mañana debo preguntarme si me dedico tiempo, si puedo meditar, dibujar, si escribo. Pero el caso es que mi día a día está tomado por las notificaciones del teléfono, del ordenador. ¿Entonces, qué tiempo de reflexión me reservo?

¿Y cómo resolvemos esto?

Dándonos espacios para pensar y viviendo experiencias reales. ¿Somos conscientes de la cantidad de alertas que nos rodean? Silencia el teléfono, desactiva las notificaciones. Ponlo en modo avión y decide tú cuándo quieres interactuar con él. ¡Recupera el despertador! Lleva un diario contigo, anota lo que haces, la gente con la que te cruzas, lo que te llama la atención. El cerebro sufre con la conexión constante. Haz un experimento si no lo crees: después de varias horas navegando, ¿serías capaz de recordar lo que has visto y cómo te has sentido?

Entiendo que la respuesta es que no…

No, así es, no se te queda nada en la cabeza. Y te preguntarás: ¿pero cómo puede ser, qué he estado haciendo tres horas?

¿La tecnología nos está fundiendo el cerebro?

La tecnología no es mala, pero su uso nos está desconectando y esclavizando. Llegamos a mirar el móvil de 1.000 a 2.000 veces al día. Tenemos que empezar redefiniendo nuestra relación con la tecnología: es una herramienta, muy útil, pero tiene que hacernos libres. El móvil es el nuevo cigarrillo: me aburro, lo miro. No mandes mensajes vacíos de emoción, invita a tus amigos a tu casa a cenar.

¿Observa alguna reacción en la sociedad ante esta hipnosis o vamos a peor?

Sí. Cada vez hay más casos de gente que necesita escaparse de esto, que ha estallado por la depresión, la ansiedad. ¡Muchos colegas tech se han ido a vivir a granjas, muchos incluso las han comprado! La gente necesita tener la experiencia de que está viviendo algo real. Y no es cuestión de romper con la tecnología sino de usarla de esta forma. Quizá podemos empezar ahora y evitarnos acabar en una granja.

O en un retiro de yoga o vipassana, que ahora se llevan mucho...

Sí, cuando hacemos algún retiro entonces nos damos cuenta de que tenemos tiempo para pensar (y muchas veces no nos gusta lo que vemos, nos angustia). Pero deberíamos poder hacerlo cada día, no condicionar estos espacios a tener dinero y poder pagar un retiro de yoga. Vivimos constantemente en atención parcial, nunca estamos presentes, por tanto no tenemos tiempo de reflexión.

Tampoco el horario laboral ayuda… al menos no en este país

La revolución industrial nació con ese concepto de que tienes que trabajar sí o sí más de 10 horas al día, pero con los móviles, además, sales y sigues trabajando. De ahí la importancia de desactivar las notificaciones, ¿acaso no nos merecemos tener libertad? ¿qué somos, robots sin derechos humanos? Esto es de locos y no debería permitirse. Francia lo ha limitado ya.

Pero entonces las empresas podrían decir que no somos productivos, o directamente que no nos gusta trabajar… 

Ni el trabajo ni la eficiencia mejoran la calidad de vida. Ser eficiente debería ser tener que trabajar menos. Y no solo trabajamos más sino que, como no estamos presentes, perdemos la noción del tiempo… Malo el jefe que considera que las horas trabajadas te hacen más o menos productivo. Nos vendieron que la tecnología nos haría la vida más fácil pero ahora trabajamos mucho más y tenemos menos tiempo de libertad.

Y esperamos a las vacaciones para tener esa libertad...

El problema de las vacaciones, cuando se trabaja de esta forma, es que en la desconexión uno se planta frente a una vida que no quiere. Repiensa su existencia entera, se promete que la va a estructurar, pero vuelve al trabajo y vuelve a no tener tiempo. Y el sistema nos exige ser creativos, innovadores, crear el futuro, pero la gente, sin espacios ni tiempo, sufre de ansiedad y depresión. Hay que parar y no solo en vacaciones. Antes lo conseguíamos, por ejemplo, leyendo un libro, pero cada vez se lee y se retiene menos, el cerebro se distrae.

Internet ayuda a conectar con más gente, a estar menos solos...

La sensación de estar conectado es como un espejismo peligroso. Te sientes solo, pero sientes que formas parte de un colectivo, por lo que no te dedicas tiempo. Y cuando por fin tienes tiempo para ti... te sientes fatal, porque te faltan experiencias auténticas. Al estar todo el rato conectados con otros nos olvidamos de que nosotros también contamos y nos merecemos tiempo en silencio, conectando con nosotros mismos.

Pero las redes ayudan a romper con la rutina, ver otros paisajes, países, restaurantes...

En redes tenemos que encajar, contarle a todo el mundo lo feliz que aparentamos ser. Pero no es auténtico, nadie se acuerda de ti cuando no publicas en redes. Internet es como Hollywood: en su caso, sin película de éxito no existes y en el mío, si no publico, no le intereso a nadie. Echo de menos las redes del principio de Internet, con pequeñas comunidades con gustos afines donde podías aún mucho más auténtico siendo anónimo.

¿Por qué cree que el anonimato en Internet nos hace más auténticos? 
¿No sería al contrario?

Todos cargamos el peso de tener que ser la personalidad que hemos decidido construir y no puedes salir de ahí, tienes que alimentar tus redes. No me gusta la concentración de Internet que existe. Abogo por una red más distribuida, no monopolizada, con relaciones más auténticas entre las comunidades. Donde se pueda controlar mejor el abuso, porque a una empresa grande no le importas y no te va a proteger. Y sobre todo, donde no quepan las noticias falsas.

El tema de las noticias falsas parece imparable en este punto...

Claro, porque a los anunciantes les importan las visitas, pero cambiaría mucho la cosa si éstos tuvieran en cuenta la veracidad de una información antes de poner ahí su anuncio. Si les importara la verdad, no pagarían al medio que publica noticias falsas.

¿Qué necesitamos para vivir de forma más auténtica?

Necesitamos más humanidad en los servicios cara al público. Y tenemos que recuperar el valor de las cosas, cosas que duren mucho tiempo y que sirvan para todos no solo para gente joven con poder adquisitivo alto, pues parece que ahora solo se fabrica para este sector. La mejor tecnología tiene que ser la que más dure y la de mejor calidad, no la que cambia rápido

Escuchándola hablar pareciera que no tiene en cuenta que el sistema está hecho para fabricar, usar y tirar...

Sí, pero el mercado tiene que repensarse porque los recursos naturales se agotan. Si buscamos la calidad, subirán los precios, pero lo que compres durará más. Las calm technologies están dentro de este movimiento de parar para vivir mejor, más despacio, de forma más orgánica, más natural…

¿La clave está en volver a vivir en la naturaleza?

Si tuviéramos en cuenta la naturaleza, si la imitásemos, si nos inspirásemos en ella, haríamos mejores creaciones y seríamos mucho más felices. Ella es la mejor diseñadora, siempre lo ha sido. En este mundo industrial estamos muy aislados pero todavía podemos aprender mucho de la tecnología para mejorar nuestra calidad de vida.

Fuente: https://retina.elpais.com/retina/2017/12/04/tendencias/1512390490_828991.html

miércoles, 22 de noviembre de 2017

"Give Me Love" George Harrison

Give me Love
Give me Love
Give me Peace on Earth
Give me Light
Give me Life
Keep me Free from Birth
Give me Hope
Help me cope, with this heavy load
trying to, touch and reach you with,
Heart and Soul

jueves, 16 de noviembre de 2017

"Lenguaje y Neurociencia: Al Cerebro le encanta el Lenguaje Positivo"

Despojarse de las palabras hirientes, autoritarias y poco respetuosas y adoptar otros términos, expresiones y gestos que transmitan cordialidad y entendimiento podría tener un poder transformador en nuestras vidas. Esta es la convicción que ha llevado al filósofo Luis Castellanos (Madrid, 1955) a estudiar desde la Neurociencia las bondades del lenguaje positivo, una de las claves de la nueva educación.
Hace 17 años Castellanos empezó a investigar, junto al neurocientífico Manuel Martín Loeches, los efectos que tienen en el cerebro las palabras que utilizamos, con el objetivo de crear estrategias innovadoras y soluciones prácticas que mejoren la vida, la salud y el bienestar. Actualmente, ambos forman parte del equipo de El Jardín de Junio, un centro con un Servicio de Inteligencia Lingüística en el que asesoran a equipos y profesionales que apuestan por la ética del lenguaje.
Castellanos es autor de los títulos, editados por Paidós, La ciencia del lenguaje positivo y Educar en lenguaje positivo. En este último trabajo explica los resultados del proyecto “Palabras Habitadas", que involucró alumnos, profesores y padres del IES "Profesor Julio Pérez", de Madrid, con resultados esperanzadores.

 ¿En qué consiste el empoderamiento lingüístico?

En ser capaces de habitar nuestras palabras y nuestra manera de actuar; que cuando pronunciemos una palabra, ésta salga del corazón, porque las palabras en sí mismas están vacías; no son un medio de comunicación, sino la conformación de nuestra historia.

¿Dónde nos encontramos?

Llevamos muchos siglos hablando de felicidad, amor, bondad, generosidad y esperanza, pero es como si el lenguaje se hubiera deshidratado. Tenemos que volverlo a regar evitando el sufrimiento a la gente, buscando la felicidad, viendo en diferentes perspectivas y siendo un poco más formidables desde la sencillez.

Quizás, ¿siendo más empáticos?

Está muy bien la capacidad de ponerse en el lugar de otro, pero creo que a la empatía hay que añadirle algo más: actuar en el tiempo de la persona por la que sentimos empatía; no vale decir “siento lo que tú sientes” y, después, abandonarte a tu suerte. Eso no es ayudar.

¿Cómo influye el lenguaje positivo en el cerebro?

En una investigación que publicamos en el año 2009 utilizamos palabras positivas, negativas y neutras para medir el tiempo de reacción de un grupo de deportistas de élite y estudiantes. Y lo que descubrimos es que al cerebro le encanta el lenguaje positivo porque reacciona más rápido que cuando escucha una palabra negativa, y esto significa que mejora la atención, la concentración y la creatividad del ser humano.

Por el contrario, ¿qué efecto tiene el lenguaje negativo en las personas?

Cuando un lenguaje entra en barrena, a los acontecimientos que estamos viviendo me remito, entramos en una mentalidad de la escasez. Sin darnos cuenta, empieza a escasear nuestro tiempo y se abarca un universo donde de repente desaparece otro universo, que es mucho más interesante. Hay ciertos estudios que deducen que, cuando esto ocurre, el coeficiente intelectual se puede reducir 14 puntos.

¿En el mundo abunda más el lenguaje positivo o el negativo?

El lenguaje negativo, porque nos ha hecho sobrevivir, como las emociones básicas. Por eso hablo de emociones evolucionadas en base a buscar un lenguaje positivo.

Para conseguirlo, usted ha inventado las listas de comprobación del lenguaje, 
¿en qué consisten?

En darte cuenta de cada palabra que utilizas para expresarte y, si no te gustan, ya puedes cambiarlas y elegir otras. No pronuncies cosas grandilocuentes porque eso no le llega a la gente: por ejemplo, no digas “todos tenemos que ser felices” porque te preguntarán “¿y cómo?”.

El cambio empieza por las pequeñas acciones…

Y en medirlas también. Cuenta las palabras positivas que dices a lo largo del día y los momentos alegres que vives; conoce tu lenguaje y, para ello, piensa en tres palabras positivas y tres palabras negativas que a menudo utilizas.

Un ejemplo.

Todo lo que empieza por “no”, expresiones como “no es bueno”, “tenemos que”, “esto no es así”, “es que esto que me estás diciendo…”, “tú tienes que”…. ¡Tenemos muchas palabras negativas!

¿Por qué tipo de expresiones sustituirlas?

Por expresiones como “sería bueno que encontráramos un camino para poder dialogar”.

¿Qué otros vicios cometemos al hablar?

Por ejemplo, muchas veces cuando me enfado utilizo palabras de autoridad, universales como “todo”, “siempre”, “nunca”, que son negativos porque no todo el mundo es de la misma manera, no siempre se actúa igual ni siempre ocurre lo mismo. Sobre todo en la relación con los hijos o la pareja salen este tipo de palabras.

¿Las listas de comprobación son el primer paso para cambiar nuestro modo de hablar?

Sí. Las listas de comprobación crean algo fundamental a nivel humano: la red de seguridad en el lenguaje. Muchas veces pongo casos extremos: padres que le dicen a sus hijos “si no apruebas, te doy un tortazo”. Un tipo de lenguaje con el que no damos seguridad a la gente, le metemos miedo, provocamos ira, tristeza. Crear una red de seguridad en el lenguaje es importante: no todas las palabras valen igual y no todas las palabras, aunque estén permitidas en el diccionario, se tienen que utilizar de una determinada manera.

¿Qué es la red de seguridad en el lenguaje?

A través de las listas de comprobación, es la capacidad de crear un sistema de lenguaje de atención, de vigilancia, que nos permita algo tan sencillo como no hacer daño con nuestras palabras.

En este objetivo de crear un lenguaje más constructivo, 
¿deberíamos censurar algunas palabras?

Yo no lo llamaría autocensura; es la capacidad de elegir, que es diferente. Tengo que aprender a elegir las palabras que utilizo porque una de las cuestiones fundamentales es decir la verdad. Pero a veces pensamos que la verdad es lo que yo digo en la forma en la que yo lo digo, y a menudo culpamos a los demás sin mirarnos a nosotros mismos.

¿Nuestro lenguaje nos delata?

A través del lenguaje se puede ver el tipo de vida de la persona que hay detrás. Hay muchas palabras oscuras, que ocultan destinos que quieren alcanzar; mucha intencionalidad que en un momento dado no sabes dónde te va a llevar.

¿Qué tipo de palabras oscuras existen?

Una palabra oscura puede ser hablar de libertad cuando no lo es, definirla de una determinada manera, o decir que la bondad es lo que él cree y ve (…) Bondad no es sólo decir que uno es bueno, sino no hacerte daño a ti mismo ni a los demás.

¿Qué es el factor de falseo lingüístico?

Cómo podemos hablar mal sin sentirnos por ello malas personas o cómo podemos actuar mal sin sentirnos por ello malas personas. Y cada vez va bajando el nivel de exigencia. Es como cuando alguien va a 80 km/ hora por la carretera donde debe ir a 50 km/hora, y al otro día alcanza los 120 km/h, atropella a alguien y dice: “¡Lo atropellé porque se me cruzó!”

¿Hasta qué ámbitos llega la falsedad en el lenguaje?

El factor de falseo lo podemos ver a nivel político y económico; las grandes políticas y las grandes economías tienen un factor de falseo elevadísimo, lo justifican absolutamente todo y no se sienten por ello malas personas. Los que lo utilizan recurren a menudo a argumentos como “porque la vida es así” o “porque el mundo es así” y “porque tenemos que actuar así” para defender, por ejemplo, que el banco tenga que expropiarte, que el político tome una decisión que apoye ciertas posturas económicas no adecuadas o políticas arriesgadas a nivel internacional, y así sucesivamente.

¿Y cómo intenta cambiar el lenguaje de estas personas?

Siempre que hablo con alguien con poder, le pregunto: “¿Qué historia de vida es la que deseas para tus hijos? ¿En qué mundo te gustaría que vivieran y, sobre todo, qué quieres aportar a ese futuro?” A no ser que tengan alguna enfermedad, alguna psicopatología o que sean psicópatas o narcisistas, entonces, tratar a este tipo de personas es más complicado.

¿Abundan los narcisistas y los psicópatas?

Hay un porcentaje de la población que es narcisista o psicópata, que no siente ni la más mínima empatía y es capaz de justificarlo todo. Al final, nos damos cuenta de que las personas que han llegado a altos niveles –de cuello blanco-, donde la maldad aparece camuflada, terminan haciendo mucho daño a la sociedad. Necesitamos un mundo mejor para nuestros hijos, ¡pues enseñémosles otras cosas!

Hábleme del proyecto “Palabras Habitadas”.

Lo hicimos en común entre familias, profesores y niños del instituto Julio Pérez de Rivas (Madrid). Nos marcamos la meta de conseguir ser consciente de nuestro lenguaje y cambiarlo durante el curso académico. Para hacerlo, creamos herramientas útiles a lo largo del proceso.
Después de preguntarles qué mundo querían para los niños, todos empezaron a tomar conciencia del lenguaje propio y del entorno familiar. Les advertimos que esto no les iba a hacer felices ni a evitarles el sufrimiento, sino que les ayudaría a enfrentarse de manera diferente a la vida; ver el lado favorable para construir. Vimos cambiar a profesores, padres y alumnos.

¿Qué deseo compartían la mayoría de padres y profesores?

Que todo el mundo fuera feliz, y yo les decía: “Feliz, ¿qué es? Un concepto, ¿y cómo se mide algo tan abstracto? Buscando el índice de alegría. De niños, somos muy alegres y, luego, gradualmente pasamos a ser poco alegres.

Según usted, ¿a qué se debe este cambio?

Tengo algunas teorías. Elegimos permanentemente sobre elementos que van a priorizar nuestra atención y tiempo: el trabajo, el dinero, los recursos; nos van metiendo en un mundo muy competitivo en el que nos vamos haciendo daño a nosotros mismos con las decisiones que vamos tomando sin darnos cuenta.
Hay una dualidad que se da mucho en los adultos: nos convencemos de que en el trabajo podemos ser malas personas porque tenemos que ganar dinero –el factor de falseo-; podemos gritar al otro, exigirle al moroso con malas formas y, luego, por la tarde buscarnos algo que “nos salve” de esa situación. Poco a poco vamos perdiendo la alegría, la capacidad de estar con nosotros, de entender el mundo y entramos en la rueda de la autojustificación y de la culpabilización de los demás, lo que nos impide evolucionar positivamente.

Una receta para solucionarlo…

A mí me gustaría que ganase más la capacidad de la alegría, la bondad y la amabilidad que la que nos hace perder la alegría. En todos los conflictos plantearnos: ¿Qué diez palabras no han aparecido y queremos que aparezcan?

¿Algún otro consejo?

Mide tu alegría. Sería bueno saber cuántos minutos al cabo del día hemos sido alegres, con quién o con qué. Y a veces descubrimos que no llega ni al 1% de nuestro tiempo, a pesar de que la alegría es la base de la felicidad: la capacidad de sonreír, de ser amables, de compartir. Es un buen elemento para saber quiénes somos.


Fuente: http://www.lavanguardia.com/vida/20171114/432864017144/lenguaje-positivo-luis-castellanos.html

miércoles, 15 de noviembre de 2017

"Amigos del Alma"


En el mundo de los vínculos, ahí donde hacemos comunión, las relaciones de amistad han de ser las más poéticas, alegres, mágicas y entrañables.
Todos hemos tenido al menos un amigo (eso espero), por lo tanto, hacer una definición de amistad está un poco de más. Pero tengo una fijación con la etimología y me gusta buscar el origen de los conceptos guardado en sus letras. Revisar la etimología me ayuda a comprender más la "energía" sagrada de la palabra.
Buscando, encontré lo siguiente:
Una etimología poética dice que viene de animi (alma) y custos (custodia), o sea el "guarda-alma". Otra, dice que la palabra "amigo" proviene del griego "a"=sin y "ego"=yo. Entonces quiere decir "sin mi yo". 

En el trayecto de la vida, bastante largo las más de las veces,  los padres parten antes que nosotros; los hijos emigran; cambiamos de compañeros de estudio, de trabajo, de vecinos, de ciudad; de piel, incluso. Pero los AMIGOS DEL ALMA, permanecen. 
En la amistad hay una especie de manantial, donde, por una parte, no deja de brotar cristalina una energía amorosa que nos da una de las pocas certezas de esta vida: esa persona nos quiere, le importamos, nos lleva en un pequeño, pero fundamental bolsillo de su corazón. Es algo que está integrado, no hay que pensar en ello, está ahí, siempre. Y nosotros lo sabemos y lo sentimos. 
Por otro lado, en ese manantial vamos a lavar nuestra heridas. Cuántas veces has caído en la "oscura noche del alma" y el encuentro fortuito (o la intuición del amigo) te han puesto a esa persona especial en tu camino para decir "está todo bien, ya estoy aquí"?. 
En esa vulnerabilidad plena no hay pudor de mostrarse despojado de ego, no al menos, frente al amigo.
Pero el amigo también es fiesta, es alegría y risas, es la celebración del encuentro, es el misterio de la comunión. Es confianza, afinidad y tiempo de recreo. 
Cuando vas por la vida decepcionado de todo y aparece el amigo queriendo arreglar tu mundo, muta la amargura en dulzura. Si la soledad te llena la cabeza de pensamientos catastróficos, una broma del amigo hace explotar la oscura nube.
De todas las plantas del huerto de nuestras emociones, la que menos agua y fertilizantes necesita, es la amistad. Porque crece independiente de nuestros cuidados. 
El amigo del alma perdona nuestros pecados, intuye nuestras virtudes, valora lo que somos tal como lo somos, recorre grandes distancias sólo para...estar contigo. 
Por arte de magia, sin discursos ni concursos, purifica tus emociones y porque te ama, te sana. 


domingo, 12 de noviembre de 2017

"Lo Amoroso como Terapia"


He llegado a la conclusión de que no se puede amar a todo el mundo ni, menos, amar todo el tiempo. Tal vez alguien pudo, en el pasado, pero me suena más a mito que a realidad. 

Lo que sí creo es que uno puede relacionarse con el otro desde "lo amoroso". 
He leído la etimología de la palabra "amoroso", he buscado el significado, pero nada de ello representa lo que significa para mí.
Me referiré a "amoroso" por aquello que expresa afecto, amabilidad, consideración, respeto, confianza, dulzura, comunicación sutil, generosidad y transparencia. Muchas personas que dicen amar no saben aplicar ninguna de estas habilidades. Por tanto, "amor", no es lo mismo que "lo amoroso".
¿Por qué toco este tema? Porque ahí está la base de mi relación con mis consultantes. 
Yo veo lo amoroso como un papel de regalo con hermosas ilustraciones, colores limpios e intensos y bastante firmeza, para poder envolvernos a ambos en un rinconcito del mundo donde nadie pueda enterarse de los secretos, miedos, aprehensiones, pudores, culpas, carencias...de este "otro" que viene por ayuda.
Lo amoroso valida. Lo amoroso no juzga. Lo amoroso no tiene esquemas. Mi quehacer terapéutico es amoroso porque crea una especie de "hogar emocional".
Tengo estudios y práctica, pero lo que más resultados me da, no es la teoría ni lo aplicado en otros con buenos resultados.  Sino la comunicación coloquial y relajada, sin jerarquías ni normas. Simplemente hablamos...¡Cómo hace bien que nos escuchen!!!
Lo amoroso en la terapia no es decir "te amo",  usando y abusando de la palabra. No es hacer promesas ni "domesticarnos" para crear lazos. Es, durante el acotado tiempo donde ese otro abre el saco donde ha guardado sus emociones  -a veces por toda una vida- HUMANIZARLO y hacer un reconocimiento a su esfuerzo, porque la mayoría de las veces ha llegado a duras penas, a tientas, con mínimas herramientas, para PEDIR AYUDA porque no encuentra el camino hacia la felicidad, hacia la Paz, hacia el encuentro del más profundo Sentido de su vida.
A hacer esto no se aprende en los libros, sino habiendo estado del otro lado del telón.
Cuando he estado desintegrada, agotada, perdida y sin fuerzas, no es una pastilla o un profesional que se toma 20 minutos para hacer preguntas de memoria y dar respuestas estereotipadas quien me ha salvado. Ha sido un abrazo, ha sido una palabra dulce que me ha abierto la compuerta de mi inmensa represa de lágrimas. Ha sido un amigo o amiga, desde lo amoroso, quien me ha tirado la soga para salir del abismo. No hay mejor terapeuta que el que nos toma de los hombros, nos lleva frente al espejo y nos muestra desde su amorosa percepción de nosotros mismos, a nosotros mismos, para que veamos qué grandes que somos!.
Durante mi sesión terapéutica, fuera formalidades, si te molestan los zapatos, pues...sácatelos!! Si te viene un hambre incontrolable, pues...come!!! Si no quieres, o crees que no quieres, llorar, pero la garganta te duele y los ojos se te enrojecen, pues....llora!!! Y si te da ataque de risa...pues, riamos!!!

Tendremos un iglú terapeútico si estás congelado. Tendremos una lancha terapeútica si vas a la deriva. Será un avión terapéutico si no sabes cómo aterrizar. 
Si te sientes incómodo entre 4 paredes, haremos la sesión al aire libre. Si te molesta la luz,  bajamos la intensidad. Si te sientes incómodo con la puerta abierta, con el aire acondicionado o con la disposición del sillón, haremos todos los cambios que sea posible hacer, porque estoy recibiendo una "visita ilustre" y agradezco enormemente que haya puesto toda su confianza en mi trabajo. 
Mi estrategia terapeútica es, en una palabra, "amorosa". Después viene el conocimiento, la experiencia, la aplicación de la teoría e, incluso, la intuición.
Cuando abro la puerta de mi consulta, lo que veo es a una persona. Cuando la voy a despedir, quien se aleja, es un Alma. ¡Cuánta Belleza hay en ello!


sábado, 11 de noviembre de 2017

"La Fórmula Mágica y el 11/11"


Haciendo un antojadizo resumen de la etimología de las palabras "fórmula" y "magia",  podría decir que una fórmula mágica es una receta que otorga poder para conseguir un objetivo más allá de las leyes (de los hombres, de la ciencia, de la religión, de la naturaleza...).
Como Terapeuta puedo dar fe de que muchos de mis consultantes han llegado a sentir que la mezcla de esencias florales con las que he tratado sus desequilibrios emocionales ha sido una Fórmula Mágica que ha logrado mutar su cielo gris en un día soleado, brillante y colorido. Sin embargo, la magia no está en las esencias que he agregado al frasco, sino en el compromiso cotidiano de tomarlas

¿Existen las Fórmulas Mágicas?
Hace algunos años, por una razón que aún no comprendo, comencé a ver el 11/11 en todos lados. Como si mi vista sólo se fijara en esta numeración, aunque existieran alrededor otros números. Y no sólo esto, también cada vez que quería saber la hora, no podía creer que siempre eran las 11:11, como si un punzón me clavara e hiciera imperativo mi deseo de saber qué hora era. 
Luego me pasó con las patentes de los vehículos, con las direcciones, con los andenes en los terminales de buses, con la numeración de las boletas, con los códigos de transacciones, con los números de rifa, con los horarios de las citas médicas, con fechas relevantes.
Al tiempo vi que no era la única. Es más, aparecieron teorías esotéricas al respecto que proliferaron en Internet donde se daba testimonio de lo mismo, o similar, a lo que yo estaba pasando. 
Creo que finalmente se hizo tan común que nadie volvió a hablar de esto, a no ser en fechas cercanas al 11 de noviembre. 
En mi propia vida sucedió un hecho que cambió mi rumbo un día como hoy. Tal vez por lo mismo me quedé "pegada" en el 11/11. Y de algún modo este "código" se volvió mi fórmula mágica: "algo me pone" un conjunto de onces frente a la vista y yo asumo que ese día será un buen día. O la situación complicada que estoy viviendo se resolverá del modo más favorable. O que aquel dolor de espalda que me tiene invalidada por fin se calmará. O que el alejamiento inexplicable de esa persona especial se terminará y volveremos a querernos ("deja que pase un momento y volveremos a querernos"). 
No me pregunto si esto es una niñería o es realmente algo sobrenatural que está ocurriendo, sólo me fijo en el resultado de mi pequeño juego. A nadie le hace daño CREER que esto funciona así. Mi fórmula mágica, es, por tanto, mi Fe. Como balsámica es la Fe de los religiosos, como lo es la de los científicos (cuyas verdades absolutas duran hasta que aparece una nueva verdad absoluta).
La importancia de este día es que yo Creo. Como lo musicalizó alguna vez Fito Paéz "Yo Creo y con eso basta!...".
Las creencias negativas son otro cuento y hoy, que es 11/11, "no quiero nada que me haga mal".
Hoy es un día feliz. Hoy funciona mi Fórmula Mágica.
¿Y tú, tienes tu propio 11/11?



viernes, 10 de noviembre de 2017

"Bipolaridad. ¿Quién se ha subido a mi Hamaca?"


Brevísimo Prólogo a un NoLibro
 Permítame el lector hacer una confesión íntima y directa. No creo que éste sea un libro. Al menos, uno al cual los hábitos y las buenas costumbres nos han conformado. Éste no es un texto con sus capítulos y páginas ordenadas para evitar, por si acaso, algún traspié en el confortable discernimiento del lector. 
Es un material que se presenta, como dice el autor, organizado en siete estaciones —con todo lo mágico que el número siete y la palabra estación encarnan— que fluyen como siete pasos de un sendero de reflexión. 
En realidad, está planteado con tan extraordinario ritmo y belleza que uno puede abrir la página en cualquier tramo de sus contenidos, sin otra premisa que el azar o la atracción que sin duda despierta algún título en especial. Todo ello sin perder claridad y armonía en el sentido reflexivo de cada artículo. 
¿Por qué un prólogo brevísimo? Por dos razones: la primera es que en general algunos prólogos son aburridos ad nauseam, y en homenaje al lector y al autor me gustaría evitar ese pecado. La segunda es que, luego de haber leído con gran pasión esta obra de Eduardo Grecco, me parece una herejía demorar al lector su excitante tránsito por los siete senderos propuestos. ¿Quién es Eduardo Grecco? Difícil pregunta para alguien que experimenta una íntima gratitud y admiración a un maestro insólitamente circunstancial. Más complejo aún si la respuesta fluye de la palabra escrita. Lo que es transparente y preciso en el silencio del afecto, inevitablemente se fragmenta en la palabra. Borges decía que no hay encuentros casuales sino citas. Algo así me ocurrió con Eduardo. Cuando leí por primera vez Despertando el don bi- t o ¿Quién se Ha Subido a mi Hamaca? polar (digo por primera vez porque vuelvo recurrentemente a él) quedé impactado por su integridad profesional. Su estilo literario, la mesura de sus ideas me hacían intuir a un hombre en quien podía confiar y ser capaz de honrar mi confianza. Luego, como sucede con las personas abiertas y sencillas, fue muy fácil intercambiar con él algunos correos electrónicos. Después, la “cita” borgeana se tomó real. Para ese entonces le había comentado que se iba a publicar un libro mío. Él me aclaró que justamente en noviembre viajaría a Buenos Aires. Yo le dije que la presentación del libro se haría en un auditorio de la calle Florida. Entonces unos días antes nos encontramos. Nos saludamos como si hubiésemos retomado una amistad truncada veinte años atrás. Almorzamos en un recoleto restaurante del microcentro. De inmediato supe que me hallaba ante alguien intelectualmente íntegro, un poeta capaz de descamar la belleza y la crueldad humana con los ojos vulnerables e inocentes de un niño. Hablamos sin prisa, sin apremios. Creo que me sentí por un instante como un paciente confiado ante su médico querido. Es interesante de dónde proviene la palabra médico: Medeos —actitud compasiva de una persona que cuida a otra. 
Eduardo es en esencia una persona compasiva que no necesita imagen alguna para relacionarse con el otro. Es sólo tal como es. No es imagen ni personaje, es alguien que está con uno en total silencio aunque se le escuche hablar. Las imágenes de Eduardo aparecen después de conocerlo, sólo cuando él no está. Pero las imágenes son palabras, algunas proyecciones del afecto evocado. Si el lector las necesita, ahí va la pregunta: ¿Qué imágenes evocan en usted palabras como: serena escucha, tibieza gestual, empática ternura, lúcido miramiento, inclusión total del otro, plenamente el otro (hétero) intensamente escuchado? ¿Qué descripción podría ajustarse plenamente a un psicoanalista cuyos trabajos desnudan su alma en el sufrimiento (la visión del paciente, su totalidad, su subjetividad) más que en la enfermedad, en la sanación de una persona sojuzgada por el miedo, más que en el éxito terapéutico? Siento que la mejor manera de aproximar la ética de Eduardo Grecco al lector es ceder al impulso de transcribir un párrafo de uno de sus breves artículos: 
“Cuando se escoge a un terapeuta” (pág. 92). Cuando uno escoge a un terapeuta, debe ser uno el que escoge. Ni la familia, ni los amigos, ni la desesperación, ni “el que sea”. Elegir a un terapeuta es tomar la decisión de enfrentarse a un espejo que nos va a devolver la imagen que de nosotros no queremos ver. Entonces, cuando estén pensando en elegir a un terapeuta, un hermano mayor que los guíe a la libertad, que los ayude a romper con la esclavitud de sus desdichas, no piensen en títulos académicos u honores profesionales: sólo piensen en si esa persona es alguien a quien ustedes pueden amar y alguien capaz de amarlos. ¿Por qué? Porque las técnicas curan, pero lo que realmente sana es la relación. Y es por eso que el epígrafe de San Agustín que elegí para este tema tiene tanta relevancia a cuenta de dar explicación de un fracaso terapéutico: el terapeuta no ha estado con el paciente cuando el paciente estuvo allí dando lo mejor que podía dar: su presencia. 
Ésta es la primera causa de que las cosas no funcionen en un tratamiento terapéutico. Es todo. Espero que usted, amable lector, disfrute como yo el remanso terapéutico que propone esta obra. 
Los siete senderos del no-libro ¿Quién se ha subido a mi hamaca? es una maravillosa bendición para pacientes, familiares, especialistas en esa encerrona trágica llamada bipolaridad, y para quien desee asomarse al miedo bipolar y a su sanación desde una perspectiva que Kahlil Gibran propone bellamente: 
Eres bueno cuando eres uno contigo mismo. Sin embargo, cuando no eres uno contigo mismo, no eres malo. 
Juan Magliano Buenos Aires, primavera de 2006

Nota: Link al libro "La bipolaridad como oportunidad" de Eduardo Grecco
https://serbipolar.weebly.com/uploads/2/5/8/9/25898073/la_bipolaridad_como_oportunidad.pdf

viernes, 3 de noviembre de 2017

"Educar para la Felicidad..."

Una pregunta constante entre los que nos dedicamos a educar, ya seamos padres o educadores, está relacionada con el objetivo último de la educación. Los teóricos y expertos del ámbito de la pedagogía, estamos posicionados de forma unánime en la afirmación de que una educación que prepare al niño o al joven para vivir en sociedad, debe de potenciar las habilidades y capacidades, más allá del concepto tradicional de educar basado en la adquisición de conocimientos. Está demostrado que las habilidades y las actitudes son la base para consolidar una personalidad fuerte, flexible, con capacidad de resiliencia, así como de adaptación a los cambios. 
El aprendizaje es un proceso de adecuación al medio, a un entorno que cada vez es más competitivo y en el que una correcta educación de las emociones es esencial. La felicidad forma parte de la denominada educación emocional. Más allá de ser un sentimiento, un concepto abstracto y posiblemente difícil de definir, es un parámetro de nuestra salud emocional, del correcto equilibrio entre las emociones positivas y negativas, entre aquellos aspectos de nuestra vida que podemos controlar directamente y aquellos que no.
Según el Hermano David Steindl-Rast, monje y erudito interreligioso, la única cosa que todos los seres humanos tenemos en común es que cada uno de nosotros quiere ser feliz. Y la felicidad, sugiere, nace de la gratitud. Ser agradecido, valorar aquello que podemos aportar a los demás y que los demás nos pueden aportar a nosotros, nos debería proporcionar la gratitud necesaria para sentirnos felices.
Avanzando un poco más en el concepto de felicidad, sería oportuno plantearnos cómo deberíamos conceptualizar la felicidad en el caso de niños o adultos que padecen algún tipo de enfermedad. 

¿Se puede estar enfermo y ser feliz? Según nos explica el Dr. Alex Jadad, director del Centre for Global eHealth Innovation de la Universidad de Toronto, sí. 
Tradicionalmente el concepto de felicidad ha ido vinculado a la ausencia de enfermedad, sin tener en cuenta nuestra capacidad de adaptarnos al medio y a las circunstancias que nos rodean. Bajo esta premisa, el Dr. Jadad considera que la educación de la felicidad o la pedagogía de la felicidad es un reto alcanzable, que debería guiar cualquier iniciativa durante nuestra vida. Por tanto, es recomendable educar para la felicidad en la infancia y en la adolescencia, etapas clave en el desarrollo de la personalidad.
La preocupación por la pedagogía para la felicidad se está convirtiendo en la actualidad, no solo una preocupación de padres y educadores, sino incluso de los directivos empresariales que valoran la importancia de la felicidad de los empleados en su rendimiento profesional. Por tanto, estamos ante una preocupación global y un momento social disruptivo que nos debería hacer ver que es esencial educar para el equilibrio de las emociones, como aspecto imprescindible en el día a día de niños y de adultos.
Diversos han sido los teóricos preocupados por estudiar el concepto de felicidad. El doctor Israel Tal ben-Shahar, profesor de la Universidad de Harvard, habla de la “Ciencia de la felicidad”, como una disciplina que debe guiar la labor educativa.
¿Pero qué consejos podemos dar a los menores o qué estrategias podemos enseñar para que la felicidad pueda llegar a formar parte de su cotidianeidad?
Presentamos a continuación una breve lista de consejos, con el ánimo de que puedan ser útiles a todos los padres y educadores que preocupados por una educación de las emociones deseen trabajar con los niños la capacidad de resiliencia, en concepto de gratitud y en general las estrategias personales que ayudan a la construcción del autoconcepto en base a la felicidad.
1.  Aprender de los errores o de los fracasos, perdonarlos y si es adecuarlo incluso celebrarlos. No podemos eximirnos de sentir emociones negativas, forman parte de la vida y son tan naturales e incluso espontáneas como podría ser la felicidad. Saber aceptar y afrontar las emociones negativas vinculadas a los errores, supone una excepcional actividad de aprendizaje, ya que nos aportará el valor de conocer qué es aquello que deberemos mejorar o corregir para evitar repetir dichas situaciones en un futuro.
Aprender del error va vinculado a la practica del perdón. Todos y cada uno de nosotros y más los niños que aún carecen de la experiencia vital que nos otorgan las experiencias vividas, cometemos errores. Reconocerlos, pedir perdón y aprender de los mismos debería ser un proceso consecutivo en aras a conseguir una personalidad fuerte y a trabajar versus el reconocimiento social de dichas capacidades tan apreciadas y a veces tan difíciles de llevar a la práctica sin la correcta instrucción.
Los espacios de diálogo son un recursos imprescindible para trabajar esta habilidad. Se convierten en momentos de coaching colectivo, en los que se pueden valorar los aspectos que han inducido al error, la posible solución, la vía para gestionar el perdón y sobre todo para conseguir el aprendizaje basado en la experiencia de aquellas acciones que no deberíamos repetir en un futuro. Es recomendable experimentar estos espacios incluso de forma anticipatoria a que se puedan producir problemas, errores o fracasos. Argumentos de libros o películas, pueden ser una excelente oportunidad para aprender lecciones de socialización ante situaciones que los niños y adolescentes aún no han experimentado.


2.  Valorar las cosas buenas, el éxito o la suerte, aunque tengan pequeño formato. Trabajar dichas circunstancias nos hará ver en el día a día de la fortuna que tenemos, de los progresos alcanzados y compartirlos con todos los seres que queremos. Agradecer y reconocer los pequeños éxitos refuerza la autoestima de la persona, y además permite dar importancia a los elementos coditianos haciendo evidente que los grandes éxitos o retos alcanzados no son habituales que desearíamos. Retomamos aquí el concepto del hermano David Steindl-Rast, que a su vez también ha sido reflejado en nuestro refranero popular con frases tan habituales en nuestro lenguaje cargadas de sabiduría popular como “es de bien nacido, ser agradecido”, o “el que no agradece, no merece”.


3.  Hacer deporte. Está demostrado y estudiado que la práctica del deporte permite la liberación de endorfinas, que producen sensación placentera, por tanto de felicidad, de liberación, de conexión con el entorno. Si además esa práctica del deporte es en grupo o en familia, seguro que aún repercutirá mucho más en la percepción positiva por parte del niño o del adolescente.
El deporte a su vez es una válvula de escape, que nos permite liberarnos del estrés emocional que nos pueden suponer determinadas situaciones personales, y ayudarnos a valorarlas con posterioridad de forma más objetiva.


4.  Aprender a relativizar. Este principio vital lo deberíamos aprender a aplicar en diferentes ámbitos: en la vida personal, escolar, de ocio y también en el caso de los adultos en el ámbito laboral. Muchas veces nos ofuscamos ante situaciones que no son importantes, no disfrutando o valorando las cosas que lo son. Enseñar a “poner en la balanza” lo importante de lo que no lo es, en el caso de los niños es tarea de las familias y de los educadores. Si no trabajamos esta habilidad, estaremos enseñando a los niños a no tener espíritu crítico y a exponerse de forma continua ante situaciones que pueden generar importante frustración o estrés.


5.  Llevar a cabo alguna técnica de relajación. Todos sabemos que los problemas se ven y se valoran de forma diferente en el momento en que podemos tomar distancia hacia ellos. Las técnicas de relajación y meditación, al igual que también ejemplificábamos con la práctica de algún deporte, además de ser un excelente recurso para gestionar como rutina un tiempo personal para nuestro cuidado emocional, también nos ayudarán a poder ver con perspectiva los problemas, y por tanto, a valorarlos como nuevos retos, no como problemas que puedan mermar nuestro “termómetro de la felicidad personal”.


6.  Llevar a cabo alguna actividad de voluntariado. Poder ayudar a otras personas, en la medida en que nos sea posible, tanto en relación con el tiempo de dedicación como con nuestra responsabilidad, es beneficioso para la salud emocional. Es de cultura popular, la realidad de que el que ayuda a otros se ayuda a sí mismo. Que los niños u adolescentes conozcan realidades diferentes a la suya, les ayudará a valorar todo lo positivo que tienen, a aplicar el principio de la generosidad por ayudar a los demás, y en resumidas cuentas a poder ser un poquito más felices.


7.  Aprender, aprender y aprender. Adquirir conocimientos nos permite mejorar no solo nuestra base de cultura general, sino también habilidades y actitudes ante la vida. No dejes nunca de enseñar a tus hijos o alumnos, enriquecerás sus capacidades intelectuales y le ayudarás a poder ser más feliz mediante el conocimiento. 



"Quien Ayuda a otros a ser más Felices, también se ayuda a Sí Mismo"


Fuente: FAROS Sant Joan de Déu

miércoles, 1 de noviembre de 2017

"Tener un propósito en la Vida previene el Deterioro Cognitivo"

Un estudio publicado en 2012 en Archives of General Psychiatry define el tener un propósito en la vida como “la tendencia de encontrar significado de las experiencias de vida, poseer un sentido de intencionalidad y una meta fija que guía el comportamiento”.
Otro estudio, transmitido por British Neuroscience Association se refiere una vez más a la búsqueda de un propósito en la vida. Ésta cita a Friedrich Nietzsche:

“Quien tiene un por qué para vivir, puede soportar casi cualquier cómo”, y también hace referencia a la obra de Viktor Frankl:
“Una investigación reciente revela correlaciones fascinantes entre tener un propósito en la vida y los resultados positivos para la salud en un sinnúmero de sistemas fisiológicos.”

Frankl y la Búsqueda de Significado

Viktor Frankl, en 1940, introdujo el tener un propósito en la vida a la Psiquiatría. Frankl fue capaz de compartir su teoría y no fue ni más ni menos que un milagro. Fue un doctor judío capacitado tanto en psiquiatría como en neurología; trabajaba en Austria, donde la Alemania Nazi se estableció. Sobrevivió a tres años que fueron crueles en varios campos de concentración, entre ellos el de Auschwitz.
Escribió sobre su experiencia en su obra maestra "Un hombre en busca de sentido", donde resume la “logoterapia” como un conjunto de ideas que le ayudaron mientras estuvo en los campos de concentración y en su carrera profesional. Como Frankl escribe, “la principal preocupación del ser humano no es experimentar placer o evitar el sufrimiento, pero sí es encontrar sentido en su vida. Es por tal razón que el ser humano está dispuesto a sufrir con la condición de que su sufrimiento tenga sentido”.
Frankl enfatiza que ese sentido es individual y no colectivo; las personas deben encontrar por sí mismas su misión en la vida. En comparación con otras doctrinas psicológicas que se enfocan en observar el impacto de hechos pasados o por medio de introspección, la logoterapia mira hacia el futuro y la voluntad de la persona para realizar algo significativo con ella.

Los propósitos protegen el cerebro

Un nuevo estudio realizado por Patricia Boyle y sus colegas en el Rush Alzheimer’s Disease Center, sugiere que el tener un propósito en la vida podría ser un neuroprotector que ayuda a mantener el cerebro.
Luego de hacer un seguimiento por siete años a más de 900 ancianos con riesgo de tener demencia, ellos hallaron que aquellos que tienen un nivel alto de propósito en la vida solo tienen la mitad de probabilidades de desarrollar Alzheimer, en contraste con aquellos que tuvieron un nivel bajo de propósito en la vida; incluso luego de analizar la demografía, los síntomas de depresión, las debilidades de la personalidad, el tamaño de las redes sociales y el número de enfermedades crónicas. Aquellas personas que fueron analizadas tuvieron un 30% menos de probabilidades de desarrollar un deterioro cognitivo, que es una condición caracterizada por déficits cognitivos leves que podrían, aunque no siempre, acelerar el Alzheimer.
El grupo de Boyle exploró la relación entre el tener un propósito en la vida y el cambio cognitivo con el pasar del tiempo. En personas que no tienen Alzheimer, un nivel alto de tener un propósito en la vida estuvo asociado con índices más lentos de un deterioro cognitivo relacionado con la edad.
Science Daily también realizó una contribución en este tema, esta vez con respecto a los efectos cardioprotectores de tener un propósito en la vida.
“Según un nuevo estudio realizado por los investigadores en Mount Sinai St. Luke’s y Mount Sinai Roosevelt, y presentado en las reuniones científicas en Baltimore de 2015, tener un nivel alto de propósito en la vida podría reducir el riesgo de enfermedades al corazón y derrames cerebrales”.
Los valores del materialismo deshumanizado del sistema económico actual presentan solo un propósito o sentido: dinero. Sin embargo, otras investigaciones muestran que la búsqueda del sentido no solo es un problema filosófico o espiritual, sino que en gran medida es un problema físico y de salud mental que no se puede dejar de lado.
Fuente: http://psicopedia.net/1328/proposito-deterioro-cognitivo/

Problemas de sueño en los adolescentes

La mayoría de los adolescentes no duermen lo suficiente. Si crees que tu hijo podría tener un déficit de sueño, llévalo al médico. Cada afección relacionada con el sueño se trata de una forma diferente, pero hay ocasiones en que cambios en el estilo de vida pueden ayudar a resolverlas.
Las horas acumuladas que los adolescentes se pasan sin dormir lo suficiente pueden generar un déficit de sueño. Los adolescentes con déficit de sueño no logran concentrarse, estudiar ni trabajar de forma eficaz.
Las investigaciones indican que los adolescentes necesitan dormir aproximadamente 9 horas cada noche. Los estudios también indican que muchos adolescentes tienen problemas para conciliar el sueño temprano. Esto no se debe a que no se quieran dormir, sino a que sus cerebros funcionan con horarios más tardíos y todavía no están preparados para acostarse.
Durante la adolescencia, el ritmo circadiano del cuerpo (una especie de reloj biológico interno) se reajusta e indica al adolescente que se duerma más tarde por la noche y que se despierte más tarde por la mañana. Este cambio en el ritmo circadiano parece obedecer a que los adolescentes fabrican la hormona cerebral melatonina más tarde que los adultos y los niños.
A veces, este retraso en el ciclo de sueño y vigilia afecta al funcionamiento cotidiano de la persona, lo que se llama “síndrome de fase del sueño retrasada” o “síndrome del noctámbulo”. Si un adolescente con déficit de sueño se lleva el móvil a la cama para conectarse hasta las tantas de la noche, su exposición a la luz también puede alterar su ritmo circadiano, resultándole todavía más difícil conciliar el sueño.
La falta de sueño durante la adolescencia se puede deber a alguna de las siguientes afecciones: insomnio (puntual o crónico), trastorno del movimiento periódico de las extremidades, síndrome de las piernas inquietas, apnea obstructiva del sueño, reflujo gastroesofágico, narcolepsia y sonambulismo.

Cómo puedes ayudar a tu hijo:
Si tu hijo en edad adolescente parece estar durmiendo lo suficiente por la noche pero se sigue sintiendo cansado durante el día, es una buena idea que visite al médico. El cansancio excesivo se puede deber a muchos tipos distintos de problemas de salud, no solo a dificultades relacionadas con el sueño.
Si sospechas que tu hijo podría tener un problema relacionado con el sueño, tu médico o pediatra evaluará su estado de salud general y sus hábitos de sueño. Además de hacerle una exploración física, el médico evaluará sus antecedentes médicos preguntándole sobre sus síntomas, su salud en el pasado, la salud de su familia y cualquier medicamento que esté tomando. El médico también puede solicitar algunas pruebas para determinar si alguna afección (como la apnea obstructiva del sueño) podría estar interfiriendo en el sueño de tu hijo.
Distintos problemas del sueño se tratan de formas diferentes. Algunos trastornos se pueden tratar con medicamentos, mientras que otros se tratan con técnicas especiales, como la luminoterapia (donde el paciente se sienta frente a una caja de luz durante determinado período de tiempo todos los días), o con otras prácticas que pueden ayudar a corregir el reloj interno de la persona.
Los médicos también instan a los adolescentes que padecen problemas relacionados con el sueño a hacer cambios en su estilo de vida (como apagar el móvil, el smartphone o el ordenador antes de cierta hora, reducir el consumo de cafeína y evitar los videojuegos o las películas violentas por la noche), para favorecer unos buenos hábitos de sueño.

Fuente:  FAROS. SJD Hospital Sant Joan de Déu. Barcelona