domingo, 23 de julio de 2017

"La Historia del Caballo Blanco"


Esta historia sucedió en los días de Lao Tsé, en China, y a Lao Tsé le gustaba mucho:

Había un anciano en una aldea. Era muy pobre, pero aún los reyes estaban celosos de él, porque poseía un hermoso caballo blanco. 
Los reyes le ofrecieron fabulosos precios por el caballo, pero el anciano les respondía: "Este caballo no es un caballo para mí, es una persona. ¿Y cómo podría vender a una persona, a un amigo?" El hombre era pobre, pero nunca vendió el caballo.
Una mañana encontró que el caballo no estaba en el establo. El pueblo entero se congregó y le dijeron: 
"¡Anciano estúpido! sabíamos que algún día te robarían el caballo. Habría sido mejor venderlo. ¡Qué mala suerte!"
El anciano habló: "No se atrevan a decir eso. Sólo digan que el caballo no está en el establo. Este es el hecho; todo el resto es un juicio. Si se trata de mala suerte o de una bendición, lo ignoro, porque esto es sólo un fragmento. ¿Quién sabe qué sucederá luego?"
La gente se rió del anciano. Siempre habían creído que estaba un poco loco. Pero después de quince días, una noche, repentinamente, retornó el caballo. No lo habían robado, se había escapado al bosque. Y no sólo eso, trajo también una docena de caballos salvajes con él.
Nuevamente los aldeanos se congregaron y le dijeron: "Anciano, estabas en lo cierto. Esto no fue mala suerte; de hecho, ha resultado una bendición". El anciano les respondió: "Nuevamente están yendo demasiado lejos. Sólo digan que el caballo ha regresado. ¿Quién sabe si es o no una bendición?, es sólo un fragmento. Ustedes leen sólo una palabra en una oración, ¿cómo pueden juzgar el libro entero?"
Esta vez los aldeanos no pudieron decir demasiado pero, en el fondo, sabían que estaba equivocado. Habían venido doce hermosos caballos.
El anciano tenía un solo hijo, que comenzó a adiestrar a los caballos salvajes. Apenas una semana después, cayó de un caballo y se quebró las dos piernas. La gente de la aldea se reunió y nuevamente emitieron su juicio. Dijeron: "Otra vez estabas en lo cierto, fue mala suerte. Tu único hijo ha perdido el uso de sus piernas, y él era tu único sustento en tu vejez. Ahora estás más pobre que nunca".
Les dijo el anciano: "Están obsesionados con los juicios; no vayan tan lejos. Sólo digan que mi hijo se ha roto sus piernas. Nadie sabe si esto es mala suerte o una bendición. La vida viene en fragmentos y nunca a ti se te da más".
Sucedió que después de unas pocas semanas el país entró en guerra y todos los jóvenes varones de la aldea fueron obligados a entrar en el ejército. Únicamente se quedó el hijo del anciano, porque estaba lisiado. El pueblo entero se lamentaba y lloraba porque era una batalla perdida y sabían que la mayoría de esos jóvenes nunca regresarían. Fueron al anciano y le dijeron: "Anciano, nuevamente tenías razón, ésto ha sido una bendición. Quizás tu hijo esté lisiado, pero todavía está contigo. Nuestros hijos se han ido para siempre".
Nuevamente les respondió el anciano: "Ustedes siguen y siguen haciendo juicios. ¡Nadie sabe! Sólo digan que sus hijos han sido obligados a ingresar en el ejército y que mi hijo no ha sido obligado. Pero sólo Dios, el total, sabe si se trata de mala suerte o de una bendición".


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