sábado, 10 de junio de 2017

"Las trampas del Lenguaje y el Baúl de los Recursos "

 
Escribirte es una de las cosas que disfruto de mi vida. Me alegra, claro, que mis cartas te gusten y más me alegra mi propio placer. Y podría haber escrito "pero más me alegra…", etc. Y esto tendría otra significación. 
La palabra, "pero" es una de las trampas del lenguaje. Cuando digo "pero", intento invalidar total o parcialmente lo que dije primero: «Yo no tengo nada contra los negros, pero…» Y antes de seguir escuchando, yo ya sé que quien dice esto, tiene algo contra los negros. 
Me importa utilizar las palabras en su verdadero sentido; 
esto suele ayudarme a hacerme responsable de lo que digo y hago, 
responsable de lo que soy, 
responsable de mí mismo. 
Cada vez que me encuentro diciendo un "pero" trato de reemplazarlo por: "y además".
Si el reemplazo encaja, entonces elijo esta otra forma de decirlo. Si no encaja, entonces hay dos posibilidades: o la primera parte de la frase no es lo que deseo decir o voluntariamente estoy tratando de invalidarla, quizás para enfatizar la segunda, quizás para hacer una aseveración paradójica. 
Sea como fuere siempre me sirve para darme cuenta de alguna zona poco clara de mí mismo. ¡Darme Cuenta! ¡Qué importante! 
¡Qué diferente suena darse cuenta, comparando con tomar conciencia! 
«Tomar conciencia» me suena intelectual, racional, frío y parcial. «Darse cuenta» es total; me doy cuenta es todo mi ser...
Bueno, lo que quiero es contarte sobre las trampas del lenguaje. Todo sucede como si el lenguaje exterior, el que solemos usar para comunicarnos con los demás, no siempre fuera el reflejo fiel de lo que aparentemente quiero decir. 
A veces, Yo Soy Yo y mi lenguaje es mi disfraz.
Por ejemplo, quiero decirte: «Ayer cuando me puteaste, me dio mucha bronca y sentí ganas de romperte una silla en la cabeza». Si me disfrazo te digo: «A veces, la agresividad perturba a cualquiera». Fíjate la indefinición, la ambigüedad y la falta de compromiso de la segunda frase: «a veces (¿cuándo?), la agresividad (¿cuál?, ¿de quién con quién?), perturba (¿qué hace?), a cualquiera (¿a quién?)». 
Otro ejemplo. Te digo: «¿Tienes ganas de tomar un café?», en lugar de: «Quiero tomar un café contigo. Te pido que me acompañes». 
Muchas veces, hacemos preguntas en lugar de afirmar un pensamiento que nos pertenece. Estas son nuestras frases «encubridoras». Si cada vez que hago una pregunta trato de encontrar la afirmación escondida, me daré cuenta de muchas afirmaciones que me callo. 
Preguntar es una eliminación, un robo que hago de una parte de lo que digo o de toda mi expresión. 
En la pregunta no hay compromiso, hablo sin decir, me disfrazo. ¿Para qué hago estas cosas? Quiero que los demás me quieran, que me aprueben, que me acepten, que estén contentos de conocer a una persona tan agradable y gentil como yo. 
Tengo miedo de que me rechacen, que me abandonen, que me critiquen, que no me quieran. 
Y entonces… 
...Abro el baúl de los Recursos y me disfrazo: 
una nariz redonda, un poco de colorete, 
un sombrero atractivo, unos zapatos graciosos 
y, sobre todo, saco, corbata 
(porque no hay que perder la formalidad)
y te engaño, te estafo, te miento
Y tú aceptas mi disfraz, quieres mi disfraz, 
admiras mi disfraz… 
y si lo hago bien, quizás ni siquiera te des cuenta 
y creas que te estás relacionando conmigo. 
Un día, yo me doy cuenta y empiezo a extrañarte y quiero que te contactes conmigo, conmigo de verdad. Y me saco la nariz, el colorete, el sombrero, los zapatos, el saco y la corbata. Y guardo todo en el baúl de los recursos y guardo el baúl bien lejos, como para que no estorbe el paso. 
Ahora sí. Ahora soy yo. Ven conmigo. Mírame. Tócame. Huéleme. Escúchame: Soy yo. 
Es cierto, muchas personas más me rechazan ahora y es también cierto que muchas menos personas me quieren, pero (y aquí sí espero…) cuando te encuentro a ti, a ti que me aceptas así, tal como soy, qué placer… Imagínate ¡Qué placer! 
¡No te disfraces para mí, lo que yo quiero, es estar contigo!

Fuente: Extraído del Capítulo 6 del libro "Cartas para Claudia", de Jorge Bucay

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