lunes, 7 de noviembre de 2016

Reconocerse y tomar el camino que indica el alma.


Tengo una paciente que llegó a consultar por su hijo y, finalmente, los problemas que el niño tenía, venían de las heridas de la madre.
Los traté a los dos. Y fue muy bonito, y rápido, por lo demás. Ella recobró la autoestima y descubrió su valor. Estaba dedicada exclusivamente a su casa, lo que no es malo -hasta que comienzas a sentir que algo te falta-. Conociéndose, sabiendo de dónde venían sus miedos y sus creencias, se armó de valor y enfrentó al marido (quien no quería que ella trabajara, usando el clásico argumento de que los niños quedarían descuidados). Pasó por sobre la "autoridad", por sobre la culpa y los miedos y comenzó a trabajar. 
Ahora estoy haciendo terapia a su hija, porque la madre insistió en sanar también a la niña de todo lo que ella pudo haberle transmitido. 
La última vez que nos vimos, me regaló un envase (trabaja envasando) con Chía. Incluso, al poco tiempo, la ascendieron y ahora es supervisora.
Esta mañana, al disfrutar mi desayuno, no sólo estoy comiendo, estoy, además, disfrutando del fruto del trabajo, exterior e interior, de una mujer, como tantas, que no se atrevía a dar un giro a su vida. Saboreo, también, mis propios logros. 
De estos detalles está hecha la vida y es mejor estar despierto para que no pasen del largo. Vivir es estar presente...

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