lunes, 16 de enero de 2017

Yo necesito Afecto. ¿Y Tú?.


Hace algunos días me reencontré con un amigo que no veía hace 35 años. Y no sólo eso, 35 años en que estuvo completamente borrado de mi memoria, como si nunca hubiera existido.
Pero bastó tenerlo frente a mí para que un cúmulo de recuerdos, acompañados de sus respectivas emociones y sensaciones, se "descongelaran".
Había un perfecto desconocido para mi parte racional y, al mismo tiempo, alguien muy cercano y familiar para otra parte de mi ser.
Me quedé pensando por qué sucedía eso. ¿Qué es lo que no permitió que esos recuerdos, emociones y sensaciones murieran? ¿Qué hace la diferencia con otras personas que también he vuelto a ver después de décadas y no han causado ningún efecto en mí?.
A la única conclusión que llegué es que se debe al "afecto". Fue una respuesta que vino desde algo que habita en mí y es más sabio que yo misma.
Pero luego vino la pregunta: ¿Qué es el Afecto?
Encontré muchas respuestas en el artículo que a continuación comparto, sin embargo, ninguna teoría explica mejor lo afectivo, que el AFECTO mismo.
Lo que es yo, necesito Afecto. ¿Y Tú?



Aproximación al afecto

En general se suele identificar el afecto con la emoción, pero, en realidad, son fenómenos muy distintos aunque, sin duda, están relacionados entre sí. Mientras que la emoción es una respuesta individual interna que informa de las probabilidades de supervivencia que ofrece cada situación, el afecto es un proceso de interacción social entre dos o más organismos.
Del uso que hacemos de la palabra 'afecto' en la vida cotidiana, se puede inferir que el afecto es algo que puede darse a otro. Decimos que "damos afecto" o que "recibimos afecto". Así, parece que el afecto debe ser algo que se puede proporcionar y recibir. Por el contrario, las emociones ni se dan ni se quitan, sólo se experimentan en uno mismo. Las emociones describen y valoran el estado de bienestar (probabilidad de supervivencia) en el que nos encontramos.
Solemos describir nuestro estado emocional a través de expresiones como "me siento cansado" o "siento una gran alegría", mientras que describimos los procesos afectivos como "me da cariño" o "le doy mucha seguridad". En general, no decimos "me da emoción" o "me da sentimiento" y sí decimos "me da afecto". Además, cuando utilizamos la palabra 'emoción' en relación con otra persona, entonces decimos "fulanito me emociona" o "fulanito me produce tal o cual emoción". En ambos casos, se alude básicamente a un proceso interno más que a una transmisión. 
Parece que una diferencia fundamental entre emoción y afecto es que la emoción es algo que se produce dentro del organismo, mientras que el afecto es algo que fluye y se traslada de una persona a otra.
A diferencia de las emociones, el afecto es algo que puede almacenarse (acumularse). Utilizamos, por ejemplo, la expresión "cargar baterías" en vacaciones, para referirnos a la mejoría de nuestra disposición para atender a nuestros hijos, amigos, clientes, alumnos, compañeros, etc. Lo que significa que en determinadas circunstancias, almacenamos una mayor capacidad de afecto que podemos dar a los demás. Parece que el afecto es un fenómeno como la masa o la energía, que puede almacenarse y trasladarse.
Ahora bien, a pesar de las diferencias, el afecto está íntimamente ligado a las emociones, ya que pueden utilizarse términos semejantes para expresar una emoción o un afecto. Así decimos: "me siento muy seguro" (emoción) o bien "me da mucha seguridad" (afecto). Parece, pues, que designamos el afecto recibido por la emoción particular que nos produce.
Por último, todos estamos de acuerdo en que el afecto es algo esencial en los humanos. No oiremos ninguna opinión que niegue la necesidad de afecto que todos los seres humanos tenemos. En este sentido, todos tenemos la sensación que la especie humana necesita una gran cantidad de afecto contrariamente a lo que sucede con otras especies. Esta necesidad se acentúa al máximo en ciertas circunstancias de mayor vulnerabilidad, como la infancia o durante una enfermedad.

Señales de afecto


Las señales afectivas, en particular, se expresan en un amplio repertorio de conductas estereotipadas, genética y culturalmente, cuya función es garantizar la disponibilidad afectiva de quien las emite con respecto al receptor. La sonrisa, el saludo cordial, las señales de aceptación, las promesas de apoyo, etc., sirven para comprometer a quien las emite y constituyen una fuente de afecto potencial para el receptor. Tanto la etología como la antropología estudian profusamente este tipo de señales o comportamientos.
Un organismo social no sólo necesita el apoyo de sus congéneres en el presente, sino que, también, necesita tener alguna seguridad de que este apoyo se mantendrá en el futuro. La función de las señales afectivas reside en satisfacer esta necesidad. 
Cuando una persona sonríe a otra le está transmitiendo la confianza de que puede contar con ella en el futuro, que es y será reconocido como miembro de su grupo y que, por tanto, está dispuesta a proporcionarle afecto cuando lo pueda necesitar. 
El resultado es que la persona que recibe la sonrisa experimenta una emoción positiva.

Fuente: http://www.biopsychology.org/biopsicologia/articulos/que_es_el_afecto.html

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