sábado, 27 de mayo de 2017

"Las Alergias y el Instinto de Agresión"



 ”Los afectos que no se manifiestan, no desaparecen,
 sino que vuelven bajo la forma de síntomas. 
El síntoma está en el lugar de un afecto que no se expresa, 
es el monumento conmemorativo de la supresión de una emoción, 
de tal manera que al permitir que ésta aflore, 
se quita la razón de la existencia del síntoma”.
 Dr. Eduardo Grecco

Simbología de las Alergias


Las alergias son una de las enfermedades que más han aumentado en las últimas décadas. Su simbología, según del Dr. R. Dahlke, está relacionada con la no aceptación (con represión) del instinto de agresión, inherente al ser humano. 

Instinto de agresión, entendido en el sentido amplio que utiliza, por ejemplo, la Bioenergética, como fuerza vital de avance, que puede canalizarse positiva o negativamente, tanto para la persona como para su entorno. La violencia es entonces una manifestación dañina de este principio de agresión, es una agresión destructiva y constituye un mal funcionamiento de este instinto.
La palabra agresión procede del latín aggredi, que significa abordar, atacar, la cual, inicialmente tenía un significado neutro. En nuestro uso moderno de la lengua este concepto tiene una acepción exclusivamente negativa. 
Dice el Dr. Dahlke que “la agresión se equipara automáticamente a la violencia, pero cuanto más intentamos evitarla más intenso es el dolor con el que irrumpe en nuestra vida. La fuerza vital y dinámica de la agresión se implanta entonces en un plano no resuelto de violencia interior y nos hace enfermar. 
Realmente no queremos saber nada de la agresión, no queremos tener nada que ver con ella y deseamos poder desprendernos de su influencia, sin embargo, de esta manera no tenemos ni la más mínima oportunidad de asumirla ni de resolverla. Sin embargo, desde el punto de vista de filosofía espiritual, la agresión es la energía de todos los inicios y corresponde al principio de Marte, con el que comienza cualquier vida. Desde esta perspectiva, el intento de expulsar la agresión del mundo carece de todo sentido. Si se consiguiera, significaría abolir el mundo. Así, por ejemplo, el inicio del ciclo vital en la naturaleza sucede naturalmente a partir de la energía agresiva de la primavera. Las savias ascienden, los árboles brotan, y nadie ve nada malo en todo ello”.
Las alergias, entonces, parecen expresar erradamente a nivel corporal este principio de agresión, porque, ¿qué lleva a las defensas del organismo a entablar una guerra con sustancias que –salvo algunas sustancias químicas- son generalmente inofensivas, e incluso, saludables como el polen?. 
Una hipótesis es que el organismo no combate a los alérgenos, sino a los símbolos que representan, por eso carece de importancia el número de los alérgenos con los que entra en contacto la persona afectada, pues la reacción es siempre violenta y extrema. Si alguien se lanza de inmediato contra un símbolo, en sí inofensivo, con toda la fuerza de lucha de su arsenal de armas, puede sospecharse que “vaya armado hasta los dientes” y que arrastre un problema de agresión no consciente.
A diferencia de los agentes patógenos que intervienen en los procesos infecciosos, en el caso de los alérgenos, el ataque no es real: los granos de polen no maquinan nada contra las personas y tampoco quieren colonizar el organismo como en el caso de los hongos, bacterias o virus. 
A nivel celular el componente agresivo es todavía más claro. Los anticuerpos se lanzan en masa sobre los alérgenos. Este hecho demuestra que la agresión parte de la propia persona y no proviene del exterior, ya que los alérgenos no hacen nada por sí mismos, ni siquiera penetran sino que son aspirados de forma pasiva o llegan hasta la piel sin ninguna intervención.
Las medidas defensivas, en el caso de las alergias, se plantean más hacia la prevención que a la lucha abierta. Lo que aparecen en primer plano son las resistencias, la delimitación y la creación de barricadas. Todo se hincha: las aberturas corporales, incluso los poros de la piel. En la reacción aguda, el alérgico se blinda. Las alergias se manifiestan sobre todo en las superficies fronterizas. En los ámbitos intestinal y pulmonar, la afección también tiene lugar en las superficies fronterizas puesto que las mucosas de estos órganos actúan exactamente como unas fronteras frente al exterior. 
En el caso de síntomas cutáneos, como puede ser la urticaria, se produce una inflamación, enrojecimiento y calor. También puede haber picor. 
Cuando algo nos pica, nos irrita, y da igual que se trate de una pústula en la piel, de un tema en la conciencia o de una persona.
En el caso de las personas alérgicas por la fiebre de heno o de los asmáticos, se añaden como manifestaciones agresivas la tos, los estornudos y los jadeos. Si se contempla el desarrollo fisiológico de la tos, se ve que se genera una enorme presión que después se descarga al exterior en forma de explosión, el estornudo, en el que “las gotitas abandonan la nariz a una velocidad de unos ciento cincuenta kilómetros por hora”. Quien tiene la nariz o los bronquios atascados con secreciones, se parece a quien –rojo de rabia- se está impidiendo expresar su enfado. 
Mejor sería, probablemente, manifestarse a tiempo a nivel verbal.

Si las personas alérgicas se sienten atacadas, o como mínimo, amenazadas por sustancias totalmente inofensivas que no quieren hacerles nada, ¿no están proyectando sobre ellas las peores intenciones y es lógico sospechar que debe tratarse de los propios instintos agresivos inconscientes?.
Esta contención o represión de la agresividad -que emergió tal vez como mecanismo funcional en sus orígenes- puede relacionarse con las explosiones que suceden al control previo. Y el hecho de que estemos volcando sobre nosotros mismos, sufriendo en nuestras propias carnes la batalla que el sistema inmunitario emprende con los alérgenos, en forma de agresividad reprimida, nos lleva considerar una “agresión resentida con tendencia a acusar a los demás”.
También, el que esta proyección se viva con irritación, con rechazo al alérgeno, con una reacción en definitiva de intolerancia, nos conduce al rechazo sobre de nuestra propia sombra, en este caso del instinto agresivo.
El aspecto simbólico de los alérgenos es también estudiado por el Dr. Dahlke, llegando a la conclusión general de que los alérgenos son símbolos de lo vital, lo sucio, con especial realce de lo sexual, como algo impuro.
De otro lado, cuando la manifestación física se centra en las fronteras de contacto corporales, nos puede hacer pensar en una retirada de la vida (o del principio de vida, también inherente al instinto de agresión).
Desde otra perspectiva (¿para qué nos sirven la enfermedad?), podemos considerar la posibilidad de que las alergias puedan ser la manifestación de un juego de poder (Dr. Dahlke): “Imponerse a los demás evitando los alérgenos, tiranizando el mundo y con ello experimentar agresiones. A su vez, las sensaciones de culpabilidad resultantes conducen a una mayor proyección de las agresiones” .
Comentarios finales
De otro lado, si trabajamos desde la perspectiva de lectura de enfermedades como parte de “la sombra”, como afectados o como terapeutas florales, no podemos perder de vista el hecho de que no va a ser inmediato -ni fácil- apropiarnos de la interpretación de su simbología, ya que, es porque son inconscientes y rechazados que se necesita vivirlos en el cuerpo, siendo ahí desplazados.
Lección a aprender
“El mundo no me agrede, no puede. Soy parte de él”.
“El mundo es un lugar seguro y acogedor”.
“Soy uno con la totalidad de la vida”.
Niños.
En el caso de los niños, puede considerarse que, participan del mensaje impreso en el inconsciente colectivo, o expresan el instinto de agresión reprimida en el ámbito de la constelación familiar.


Nota: He resumido el artículo, quitándole la parte específicamente floral, para que pueda ser leído por el publico en general y no sólo por terapeutas florales. 
Para leer el artículo completo, seguir el link que aparece más abajo.
Fuente: http://www.gestaltceres.com/lectura-floral-de-la-simbologia-de-las-alergias/

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